Vol. III. Año 2018. Número 2, Abril-Junio
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CRÍTICA NEGATIVA DEL SUJETO MODERNO
AUTORES: Ernesto Flores Sierra
1
DIRECCIÓN PARA CORRESPONDENCIA: Ángela de Caamaño N 3-27 Quito-
Ecuador. E-mail: eflores293@puce.edu.ec
Fecha de recepción:
02 - 03 - 2018 Fecha de aceptación: 03 - 04 - 2018
RESUMEN
El artículo realiza un análisis del desarrollo del pensamiento crítico marxista,
psicoanalítico y existencialista desde la perspectiva de la filosofía de la sospecha,
describiendo la dialéctica entre la crítica que las tres escuelas de pensamiento
establecen con la modernidad y las consecuencias de sus descubrimientos, que en el
caso del marxismo conllevan el desarrollo de una profundización crítica que
desencadena en una práctica concreta transformadora, mientras que en el caso del
psicoanálisis llevan a una profundización crítica y un repliegue conservador, y en el
existencialismo a un proceso de crítica y escape esquizoide de la realidad criticada,
articulando en estos movimientos importantes procesos de crítica ideológica al mismo
tiempo que procesos de desarrollo de movimientos de pensamiento conservador.
PALABRAS CLAVE: Marxismo; Psicoanálisis; Existencialismo; Pensamiento
Crítico; Modernidad.
NEGATIVE CRITICISM OF THE MODERN SUBJECT
ABSTRACT
The paper analyzes the critical philosophy development. The Marxist, psychoanalytic
and existentialist theories are analyzed from the philosophy of suspicion. The paper
describes the dialectic between the criticism established by the three schools of
thought and the consequences of the modernity discoveries, that in the Marxism
entails a development of the criticism deepening and a concrete transforming practice,
while in the Psychoanalysis lead a criticism deepening and a conservative retreat, and
in the Existentialism makes a process criticism and a schizoid escape from the reality
criticized, articulating in these movements an important processes of ideological
criticism at the same time as a development processes of the conservative thought
movement.
KEYWORDS: Marxism; Psychoanalysis; Existentialism; Critical Philosophy;
Modernity.
1
Psicólogo Clínico (UCE), Magister en Estudios de la Cultura (UASB), Docente de la Facultad de Psicología de la
PUCE
Ernesto Flores Sierra
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Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Universidad Técnica de Manabí. ECUADOR.
INTRODUCCIÓN
En la modernidad, la reflexión sobre el ser humano está marcada por la
Ilustración, desde sus inicios buscando despejar el fantasma religioso, hasta su
desarrollo como pensamiento crítico y de sospecha, y que a medida que la
misma modernidad entra en crisis como proyecto civilizatorio, comienzan a
mostrarse fisuras en esa concepción de sujeto, y cada vez más las apuestas
para pensar el mismo se irán configurando como críticas despiadadas contra el
proceso civilizatorio y sus concepciones. Los “tres maestros de la sospecha”:
Marx, Nietzsche, y Freud marcarán este proceso desde sus diferentes puntos de
referencia teórica, y abrirán la puerta al desarrollo, durante todo el siglo xx, de
ácidas críticas sobre el sujeto moderno, que serán más profundas a medidas
que el orden económico, social, cultural y político ilustrado se cuestiona y se ve
cuestionado por crisis sociales y humanas como aquellas a las que asistió el
mundo en la época del fascismo, o con la crisis generalizada de la civilización
que comienza a presentarse desde mediados del siglo pasado. Sobre la base de
su pensamiento se desarrollarían escuelas como la marxista, el psicoanálisis y
el existencialismo, que llevarían adelante un aguda crítica a la modernidad,
encontrándose en muchos momentos del desarrollo del pensamiento moderno,
y también enfrentándose en torno a la crítica ideológica que las tres escuelas
desarrollaron. No obstante, en dicho proceso, el marxismo llevaría su crítica a
la modernidad a la práctica concreta de la transformación social, mientras que
el psicoanálisis y el existencialismo, ante el encuentro con la dolorosa realidad
de la modernidad, el fascismo, la crisis, el cinismo, escaparían de sus propios
descubrimientos desembocando en formas de pensamiento conservadoras del
orden de dominación.
DESARROLLO
El marxismo, el psicoanálisis, y el existencialismo, marcan una ruptura con la
ingenua concepción del sujeto por parte de la ciencia oficial, y profundizan una
crítica que no deja en pie ninguno de los criterios modernos levantados por la
Ilustración burguesa, abriendo puerta a una concepción del sujeto basada en
una sospecha de un malestar constitutivo de lo humano en la época actual.
“La Ilustración se desarrolla en la forma de un entrenamiento colectivo
de desconfianza de proporciones epocales. Racionalismo y desconfianza
son dos impulsos hermanados; y ambos caminan estrechamente unidos
con la dinámica social de la burguesía ascendente y del Estado de la
época moderna(…) Descartes, en su argumentación de la duda, llega
hasta la monstruosa consideración de que quizá todo el mundo de las
apariencias pudiera ser sólo obra de trucaje de un genius malignus,
pensada para ofuscarnos. El surgimiento de la penetrante mirada
ilustrada a la realidad no se puede comprender sin el enfriamiento de la
relación intelectual <<yo- mundo>>, sin una profunda penetración de la
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desconfianza y del medio de autoconservación hasta las raíces
impulsoras del moderno querer saber. (Sloterdijk, 1983/2011, p. 483)”.
Este entrenamiento en una desconfianza sobre los criterios aparentemente
estáticos del mundo marca la forma de entender el mundo de la burguesía en
ascenso de los siglos XV, XVI y XVII, siendo Descartes su principal
representante; el planteamiento era el de que era posible borrar todos los velos
y misterios de la realidad para descubrir una esencia en apariencia clara y
transparente. Buscaba eliminar esos genius malignus de las sociedades de viejo
régimen que impedían ver lo simple del mundo.
El principio de desconfiar de todo excepto de lo evidente, nos habla del
principio Ilustrado burgués que guio la construcción del sujeto como centro de
la reflexión racional del mundo. El Espíritu burgués pensó que su mirada
racional y científica sería capaz de observar el fenómeno misterioso tal cual se
presente a los sentidos o a la razón, y tanto el empirismo como el racionalismo
pecarían de esta ingenuidad moderna. El aparecimiento de la filosofía clásica
alemana, menos optimista que la de los ilustrados franceses, marcaría el
aparecimiento de los principios fundamentales de la Crítica, es decir, la
sospecha de que el acto de pensamiento ilustrado no consistía en aclarar los
fenómenos aparentemente claros y simples de entender, sino en revelar, que en
los fenómenos aparentemente sencillos y simples, cotidianos, claros, se ocultan
sentidos mucho más profundos que es necesario desentrañar, y que a medida
que la modernidad muestra su cara menos luminosa es posible desentrañar los
contenidos profundos y las relaciones contradictorias que determinan una
civilización en crisis permanente.
Está crítica tendrá en Marx a su más feroz representante, tanto que su proyecto
filosófico partirá en La Sagrada Familia (Cuyo nombre original era la Crítica de
la crítica crítica de los hermanos Bauer) y La ideología alemana, de cuestionar
precisamente al proyecto de la Crítica alemana y sus límites de clase y
epistemológicos para demoler el último edificio que quedaba en pie de la vieja
Ilustración burguesa, abriendo la puerta a nueva propuesta de crítica ilustrada,
la crítica de la sospecha.
“Marx no afirma, como suele hacer la crítica ilustrada, que el análisis
crítico deba demostrar que lo que parece una misteriosa entidad teológica
es en realidad el resultado de un proceso vital <<normal y corriente>>; al
contrario, afirma que la tarea del análisis crítico es descubrir las
<<sutilezas metafísicas y filigranas teológicas>> de lo que a primera vista
parece un objeto normal y corriente (Zizek, 2011, p. 307)”
A partir de entonces todos los objetos que para la Ilustración burguesa habían
sido mostrados como “normales y corrientes”, son susceptibles de crítica, y el
mismo Marx iniciará el proceso sometiendo a crítica al objeto más vulgar,
terrenal y corriente de todos los posibles: el dinero. El Capital, es un ejercicio
teórico de crítica que demuestra todos los profundos contenidos económicos,
sociales, políticos, culturales de la relación social dinero, y de cómo esta
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relación social básica es la premisa de la construcción de un sujeto
estructuralmente alienado (proyecto iniciado con la redacción de los
Manuscritos Económicos- Filosóficos de 1843 y de La miseria de la filosofía), y
que por lo tanto todas las relaciones sociales que se establecen en torno a la
relación social dinero y su fechitización pueden ser sometidos a crítica para
encontrar sus relaciones dialécticas profundas y sus posibilidades de
superación mediante el proceso de la Revolución Social.
La puerta que abre la crítica marxista permite que la Ilustración someta a
crítica la vida cotidiana de los seres humanos, y en este proceso el Sujeto, la
gran construcción ideológica de la Ilustración burguesa se convierta en el
principal objeto de todo tipo de reflexión y cuestionamiento. Todos los aspectos
de esta construcción ahora deberían ser re- examinados, y los serían
virulentamente puesto que el Sujeto de la burguesía naciente comenzaba a
mostrar sus falencias por todas partes de la mano del fin del proyecto
civilizatorio moderno, que en lugar de traer consigo el mundo luminoso de la
Enciclopedia comenzaba a mostrar los violentos y terribles fantasmas que
cargaba en su interior.
A medida que el siglo XIX moría en medio del malestar civilizatorio de las
guerras y las primeras guerras de rapiña del Imperialismo contra todos los
pueblos de la periferia de la modernidad, la sospecha sobre el sujeto ilustrado
se volvió generalizada, y en el campo de la psicología las reflexiones sobre el
tema se dividieron en dos campos, por un lado el behavorismo que plantearía la
idea ilustrada burguesa de que el mundo místico puede ser develado en su
simplicidad por la ciencia positiva, y por otro lado la teoría crítica que buscaría
en lo aparentemente cotidiano y conocido relaciones profundas y ocultas que
develaban la presencia de un malestar estructural.
Es así que el proyecto freudiano irrumpe en la historia a comienzos del siglo
XX, con el análisis de los sueños, uno de los elementos cotidianos,
aparentemente despojado de todo misterio por la modernidad y la biología, pero
que volvió a mostrarse como cargado de relaciones y contenidos mucho más
profundos e importantes que los que en él veía la visión ilustrada tradicional
“Si comienzo por exponer aquí una visión de conjunto de la literatura
existente hasta el momento sobre los sueños y del estado científico actual
de los problemas oníricos ello obedece a que en el curso de mi estudio no
se me han de presentar muchas ocasiones de volver sobre tales materias.
La comprensión científica de los sueños no ha realizado en más de diez
siglos sino escasísimos progresos; circunstancia tan generalmente
reconocida por todos los que de este tema se han ocupado que me parece
inútil citar aquí al detalle opiniones aisladas. En la literatura onírica
hallamos gran cantidad de sugestivas observaciones y un rico e
interesantísimo material relativo al objeto de nuestro estudio, pero, en
cambio, nada o muy poco que se refiera a la esencia de los sueños o
resuelva definitivamente el enigma que los mismos nos plantean. Como
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es lógico, el conocimiento que de esas cuestiones ha pasado al cleo
general de hombres cultos, pero no dedicados a la investigación científica,
resulta aún más incompleto. (Freud, La interpretación de los sueños,
1900/2011, pág. 16)”.
Las posteriores investigaciones de Freud irían criticando y realizando esta
exploración ilustrada crítica sobre los demás elementos de la vida del sujeto
moderno que parecían en apariencia cotidianos y normales, y que el iluminismo
clásico aparentemente había ya develado en su simplicidad: los chistes, los
síntomas, la vida cotidiana, la sexualidad, mostraban que sobre el sujeto
moderno pendía un malestar constituyente, y que era necesario revisar la
simplicidad para encontrar en la misma esas relaciones profundas de un
resquebrajamiento estructural. El sujeto no queda bien parado de la indagación
freudiana, el sujeto visto como sujeto del inconsciente, es un sujeto
estructuralmente problematizado, complejo, marcado por el malestar. Poder
observar a ese sujeto bajo la lupa del análisis es una herramienta fundamental
de la crítica que la misma modernidad ejerce sobre su propio proyecto
ilustrado.
Está crítica freudiana es la crítica propia del mismo sujeto burgués sobre
mismo, la sospecha que la decadencia temprana de su modo de producción y
de su clase generó en este sujeto le llevó rápidamente a pensarse a mismo
con una aguda y profunda sospecha: el mismo sujeto, la misma razón y
consciencia fueron puestos a prueba, saliendo despedazados por su misma
concepción de lo humano.
La concepción de lo humano moderna, parte de despojar al hombre de su
propia divinidad, los descubrimientos de Copérnico y Darwin, sientan las bases
para un entendimiento del sujeto en cuestionamiento permanente, no como el
centro del universo, no como creación divina, sino como parte del mundo
material y animal del que siempre trató de escapar, protegerse y controlar,
pretensiones que con la modernidad y la maquinaria se volvieron más elevadas,
aunque siempre dejaron presente la posibilidad de hundirse ante la sospecha
constituyente de la misma naturalidad y animalidad de lo humano.
“Cuando, por su parte, el psicoanálisis empezó a investigar el así
denominado inconsciente, se dirigió en verdad a aquel campo que era el
tema secreto par excellence en la sociedad burguesa: se tomó en serio la
autoexperiencia y la autosospecha que tiene el burgués de ser un animal.
(Sloterdijk, 1983/2011, p. 430)”.
Ese secreto revelado por Freud fue el golpe final que el burgués moderno
necesitaba para verse obligado a reconocer que su proyecto civilizatorio había
fracasad. La sospecha ya no venía solamente de ese otro excluido que se movía
en las barriadas proletarias de las ciudades europeas y que había encarnado en
la furiosa crítica marxista que podía ser condenada como algo ajeno, violento y
extraño; ahora era un decente pequeño burgués y sus seguidores igual de
burgueses quienes lanzaban fuego sobre el orden civilizatorio que les había
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dado origen como sujetos, y sospechaban que ese sujeto que pensaba estaba
marcado por lo animal, por lo pulsional, por el sexo, por la muerte.
El malestar en la cultura introduce una categoría fundamental para entender
esta Ilustración crítica que revelaba el original problema que conduce a la
sospecha sobre el propio proyecto moderno, no solo en el campo del malestar
psíquico, sino la contradicción insuperable que nos convierte precisamente en
sujetos, solo somos sujetos en tanto y en cuanto hemos experimentado este
malestar insuperable. La sospecha vuelve a llevar la reflexión no solo sobre las
manifestaciones, sino sobre la estructuración misma del sujeto moderno.
“Si fuera verdad que es el malestar en la cultura lo que provoca la crítica,
no habría época tan dispuesta a la crítica como la nuestra. Sin embargo,
nunca fue tan fuerte la inclinación del impulso crítico a dejarse dominar
por sordos estados de desaliento. (Sloterdijk, 1983/2011, p. 21)”.
Los mites del impulso crítico pueden pasar por las mismas revelaciones que
los críticos encuentran en su búsqueda de encontrar las relaciones complejas
que esconden los acontecimientos cotidianos. La crítica, como se ha podido
apreciar, conduce a cuestionar los mismos fundamentos de la civilización
moderna, al cuestionar al sujeto como un sujeto en crisis permanente, y como
la perspectiva de mundo de ese sujeto se encuentra atravesada por el malestar,
por la alienación, por la enfermedad.
La modernidad será la época de la crisis y el malestar por excelencia, y a
medida que la Ilustración penetra en su propia esencia se encuentra con esta
particularidad constituyente que obliga, a medida que la crisis se profundiza, a
someter a un cuestionamiento cada vez más grande al sujeto, si bien, el
desaliento tiene que ver con los periodos de miedo que su propios
descubrimientos generan en los ilustrados, a medida que avanza la modernidad
y se contradice a sí misma, nuevos ilustrados recogen los fundamentos de los
viejos críticos y tienen que llevarlos aún más lejos.
No obstante en medio del desaliento, la burguesía que ha descubierto los
límites de su propia crítica ilustrada, y la necesidad de recurrir a una crítica
más virulenta, puede tomar en este camino dos opciones, o la apuesta por una
transformación estructural de la misma modernidad, o el desencanto que lleva
a los ilustrados a convertirse en lo que Habermas llamará “los escritores
sombríos de la burguesía”.
“Hemos seguido la crítica totalizadora, la crítica que acaba atacando sus
propios fundamentos, en dos variantes, Horkheimer y Adorno se
encuentran a la postre en la misma perplejidad que Nietzsche: si no
quieren renunciar al efecto de un último desenmascaramiento y quieren
proseguir la crítica, tienen que mantener indemne al menos un criterio
para poder explicar la corrupción de todos los criterios racionales. En
vista de esta paradoja, esta crítica que acaba echándose a misma por
tierra. Tiene dos opciones. Nietzsche busca refugio en una teoría del
poder, la cual es consecuente, porque esa fusión de razón y poder, que la
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crítica desenmascara, abandona el mundo, como si de nuevo se tratara
del mundo mítico, a la irreconciliable lucha de los poderes del origen.
(Habermas, 1991, p. 159)”.
La crítica de los escritores sombríos burguesía” llevaría a cuestionar la misma
posibilidad de renovar el proyecto ilustrado, sino que el refugio en el arte, el
escape de la realidad insoportable del malestar y la enfermedad, el escape
niezscheano hacia el eterno retorno, la empiria y la razón no serían capaces de
reponerse del ataque de los “pensadores negros” y el escape más allá del arte
llevaría a la formación de la conciencia existencial como nueva manifestación
de la crítica de un sujeto fragmentado sobre una realidad y una modernidad
más fragmentada que aquella que generó el fin de la Ilustración burguesa, de
aquella que generó la sospecha.
“Contra las pretensiones de una especulación dueña de sí misma se
despertó un espíritu sólido y modesto de la empiria que tomó una
enérgica conciencia de sí misma; contra un idealismo llevado hasta el
extremo, se levantó la reacción materialista: contra la grandiosidad
constituida en sistema se articuló una conciencia existencial que dio
cuenta de nuestra relatividad y fragilidad (Sloterdijk, 1983/2011, p.
537)”.
La propuesta ahora revelaba la relatividad y fragilidad del mismo sujeto que
había sido denunciado como alienado, como sujeto del inconsciente y como
sujeto enfermo, y que ahora tenía que sospechar de su misma posibilidad de
conocer, de sus mismos paradigmas construidos para intentar explicarse el
mundo, esos paradigmas que habían procurado simplificar un universo que
ahora era cuestionado incluso en su mismo principio de conocimiento. La
fiabilidad en lo evidente desaparece, y a partir de la crítica existencialista el
mismo sentido de mundo, pasa a ser objeto de sospecha.
“No bien la postura del hombre se convierte en imagen, la postura del
hombre se entiende como visión de mundo(…)El hecho de que, no
obstante, la palabra visión de mundo se sostenga como denominación de
la postura del hombre en medio de lo existente, da la prueba de cuán
decisivamente se convirtió en imagen no bien el hombre puso su vida
como sujeto en la posición privilegiada de medio de referencia. Esto
significa: Lo existente vale como existente si y en la medida en que es
incorporado y referido a esta vida, es decir, vivido y convertido en
vivencia. (Heidegger, 1960, p. 83)”
Y la sospecha de Heidegger en este caso cuestiona a la misma postura del
hombre frente al mundo, marcada por la perspectiva de centro del
conocimiento desde donde observa la realidad, postura que altera su misma
experiencia de mundo. Descartes inicia este proceso de visión del mundo desde
la perspectiva del sujeto que piensa y como medio de referencia. A medida que
este sujeto entra en crisis cada vez más ese mismo medio de referencia se
vuelve cuestionable; el sujeto moderno debilitado por el fracaso de su proyecto
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civilizatorio es incapaz de reducir la existencia del mundo y el ser mismo a sus
perspectivas humanas, y cada vez más esa realidad inaugurada por la
modernidad se ve menos posible de ser asida por el pensamiento, y vuelve a su
condición de alienación respecto al sujeto pensante.
El sujeto del siglo XVIII estaba totalmente seguro de su experiencia de mundo,
no podía considerar, salvo el caso de la locura, la posibilidad de una
desconfianza de aquello que era evidente para la razón o la experiencia, había
una claridad sobre ese universo de sentidos construidos por el pensamiento
ilustrado; sin embargo el hombre del siglo XX ya no está seguro de la razón, y el
advenimiento del existencialismo pone en cuestionamiento la posibilidad de la
experiencia misma, y al cuestionarla le eleva a principio fundamental de una
nueva práctica filosófica, la crítica eleva al existencialismo a una nueva
dimensión que paradójicamente termina anticipando una salida a la misma
problemática del sujeto que le dio origen. No termina por negar toda salida
como los “pensadores sombríos” antes bien, busca rescatar alternativas de este
sujeto cuestionado. Como podemos observar en Husserl, por ejemplo:
“Así pues este mundo natural entero, que está constantemente para
nosotros ahí”, “ahí delante” y que seguirá estándolo incesantemente como
“realidad” de que tenemos conciencia, aunque nos ponerlo entre
paréntesis. No por ello niego este “mundo”, como si fuera un sofista, ni
dudo de su existencia, como si fuera un escéptico, pero practico la epojé
“fenomenológica” que me cierra por completo todo juicio sobre la
existencia espacio temporal. (Husserl, 1913/2013, p. 145)”.
Este regreso crítico a la existencia como posibilidad del sujeto parece ser un
nuevo intento de la burguesía ilustrada de recuperar el control sobre la realidad
que siente imposible de revelar; las complejas relaciones que subyacen a los
fenómenos cotidianos que se demostraron como imposibles para el proyecto
ilustrado de la burguesía son pensados por el existencialismo nuevamente
como posibles pero desde una perspectiva nueva. El rechazo a negar y dudar
propuesto por Husserl puede leerse como un rechazo a llevar la sospecha hasta
sus últimas consecuencias.
Husserl cataloga dicha crítica como sofista o escéptica, aparentemente por no
poder ver en la profundidad crítica otra posibilidad que la búsqueda en el
mismo pensamiento de una respuesta final al problema descubierto. Negar la
“realidad” no necesariamente implica el escepticismo, no obstante el límite
existencialista termina en una conciliación con la realidad y el sujeto moderno,
que termina llevando a un rechazo a profundizar en la propia veta crítica
abierta cuando se cuestiona la misma visión de mundo del homo cogitans.
El posterior devenir individualista del pensamiento existencialista profundiza
este escape del descubrimiento crítico, un escape de un mundo y un sujeto en
crisis que no alcanza a diferenciar las salidas encontradas por los críticos del
siglo XIX; y el refugio a diferencia del “escape” de los pensadores “sombríos” es
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un tímido grito personal de un sujeto que sospecha su propio límite y su propia
imposibilidad civilizatoria y filosófica.
El pensamiento existencialista tendrá como interlocutores a toda una gama de
ilustrados tardíos marcados por el advenimiento de Marx, Freud y Nietzsche (en
unos casos por los tres y en otros más por unos que por otros); pero que a
partir de que el modelo de la vieja ilustración es cuestionado será imposible
volver a mirar el mundo desde la perspectiva del sujeto cartesiano. Y esta
imposibilidad marcará el rumbo de unos que marcharán al refugio de la
alternativa existencialista, y otros al cuestionamiento crítico de la civilización
no solo desde el pensamiento, sino desde la misma práctica política.
Lacan posicionará un nuevo asalto contra la vieja razón ilustrada reveladora de
lo simple, para leer en lo simple del sujeto la presencia de relaciones
profundamente compleja que lo llevan al desarrollo de una crítica de un sujeto
fragmentado en estado avanzado de crisis, los conceptos derivados de la
propuesta del inconsciente como lenguaje lo llevan a desarrollar el concepto de
deseo en relación con un sujeto barrado como crítica final al sujeto cartesiano.
“Si consultan el texto freudiano sobre los temas que acabo de mencionar
(sueño, lapsus, incluso chiste), nunca verán articularse claramente el
deseo. El deseo inconsciente es lo que quiere aquel, aquello que sostiene
el discurso del inconsciente. Por eso, aquel habla. Por inconsciente que
sea, no está obligado a decir la verdad. Más aún, le hecho mismo de
hablar posibilita la mentira. El deseo responde a la verdadera intención
de este discurso. (Lacan, 2010, p. 27)”.
El sujeto planteado como sujeto del inconsciente asesta un golpe final al sujeto
consciente cartesiano, retoma parte de la crítica existencialista para componer
un avance en la crítica del sujeto iniciada por Freud, y para retomar los
principios de la Ilustración crítica. En muchas partes el proyecto de Lacan
condena el apoltronado psicoanálisis que había escapado siguiendo el temor
freudiano de sus propios descubrimientos, convirtiéndose en un discurso
ideológico del poder y posiblemente en un aparato ideológico del Estado. La
verdad de la intención del discurso lleva irremediablemente a despojar de toda
certeza a la reflexión de la razón y de la experiencia, lleva a cuestionar todo
discurso y todo conocimiento, lleva a universalizar la sospecha como arma de
lucha contra la ideología. Recuperar la radicalidad descubrimiento freudiano,
tomarlo en serio como se menciona en El seminario sobre “La carta robada”,
implica desplegar desde el conocimiento psicoanalítico una crítica despiadada
sobre el sujeto moderno.
“Nuestra investigación nos ha llevado al punto de reconocer que el
automatismo de repetición (Wiederholungszwang) toma su principio en lo
que hemos llamado la insistencia de la cadena significante. Esta noción,
a su vez, la hemos puesto de manifiesto como correlativa de la ex
sistencia (o sea: el lugar excéntrico) donde debemos situar al sujeto del
inconsciente, si hemos de tomar en serio el descubrimiento de Freud.
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Como es sabido, es en la experiencia inaugurada por el psicoanálisis
donde puede captarse por qué sesgo de lo imaginario viene a ejercerse,
hasta lo más íntimo del organismo humano, ese asimiento de lo
simbólico. (Lacan, 1966/2002, p. 23)”.
Finalmente el devenir de la Ilustración crítica te lleva a un nuevo
cuestionamiento del sujeto, no hay forma de pensar al ser humano después del
aparecimiento de la crítica de los pensadores de la sospecha que no tenga que
partir de este cuestionamiento estructural, y la misma solo puede llevar en tres
direcciones: por un lado el escape de los pensadores sombríos, el refugio en el
arte y la negación de toda expectativa respecto a lo humano. La segunda
dirección conduce a escapar del mismo descubrimiento, camino que llevaron
los primeros psicoanalistas, por ejemplo: el escape reaccionario de Jung o
Adler, y luego la preocupación del mismo Freud por sus propios
descubrimiento. Fenómeno similar al que encontramos en el existencialismo,
cuya crítica al sujeto lo lleva a refugiarse en la existencia y la experiencia
renunciando a la denuncia y la sospecha; el tercer camino fue la opción
asumida por pensadores como el olvidado Georges Politzer, ese camino que
Lacan describirá de manera casi enigmática en Acerca de la causalidad
psíquica:
“Toda actitud insegura respecto a la verdad sabrá siempre desviar a
nuestros términos de su sentido, y estas especies de abusos nunca son
inocentes. (…) Y desde el horizonte de vuestro círculo os llegan
consideraciones acerca de la “relatividad de la realidad” que os inducen a
sentir aversión por vuestra propia rúbrica. Por ese sentimiento, lo sé, el
gran espíritu de Politzer renunció a la expresión teórica donde iba a dejar
su huella imborrable, para consagrarse a una acción que nos lo iba a
arrebatar irreparablemente, pues no perdamos de vista, al exigir, después
de él, que una psicología concreta se constituya en ciencia, que sólo
estamos en las postulaciones formales al respecto. Quiero decir que
todavía no hemos podido formular la menor ley en la que se paute
nuestra eficiencia. (Lacan, 1966/2002, pág. 160)”.
Politzer sería fusilado por los nazis en mayo de 1952, después de haber llevado
su crítica al sujeto moderno hasta su extremo más radical e irreversible, llevó
esa aversión hacia la acción concreta, la psicología concreta encarnada en la
transformación social en la opción no por la renuncia o por la negación, sino
que el nuevo crítico Ilustrado es aquel que acoge la histórica “Tesis 11” del
marxismo, no se trata de interpretar el mundo, sino de transformarlo.
CONCLUSIONES
La misma dialéctica de la Ilustración marca su devenir de crisis. La burguesía,
su modo de producción, su formación económico- social, no son capaces de
controlar las fuerzas por ellas mismas desatadas, la modernidad se encuentra
encadenada a las necesidades de acumulación del capital, y esta contradicción
le pone unmite alienante del cual le es imposible escapar. La sociedad
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capitalista nació enferma de muerte, y su fin es inevitable. Esta determinación
hace que el sujeto moderno sea un sujeto en permanente malestar, la caída de
los velos ilustrados, reveló a un sujeto estructuralmente alienado y
fragmentado, y este sujeto fragmentado llevó adelante una crítica de su propio
orden de dominación, de su propia alienación. Las escuelas de pensamiento del
siglo XX son impensables sin el elemento crítico que se inauguró en el siglo
XIX, pero cada una de ellas fue capaz de avanzar hasta donde la historia les
permitió. El psicoanálisis develó el malestar constitutivo de la modernidad,
pero no fue capaz de hacerse cargo de su descubrimiento, y lo terminó
encubriendo de un discurso conservador que recuperó las nociones de la
ideología familiar, la paternidad, los dispositivos, los mites. Ante su propio
descubrimiento pretendió escapar hacia atrás en un ejercicio nietszchano
clásico. Paradójico que Freud hubiera evitado siempre leer a Nietzsche, cuando
al final realizaron el mismo movimiento. El existencialismo también se asustó
ante la dolorosa realidad descubierta, y su salida fue escapar de esa dolorosa
realidad encontrada, esa realidad fragmentada, marcada por la maquinaría
burguesa, no podía ser asimilada y el escape fenomenológico fue la única
salida. La crítica escapó al “mundo de las ideas” platónico. El marxismo, que
fue quien inauguró la crítica de la modernidad, sería la única propuesta
filosófica que no se asustaría y huiría ante lo encontrado, sino que por el
contrario, asumiría su realidad fragmentada, y aceptaría el compromiso de
transformarla. Y este compromiso convertido en práctica concreta, le permitiría
el desarrollo teórico amplio que no tuvieron las otras escuelas críticas, ese
desarrollo que permite que el fantasma marxista siga paseando por las aulas de
la apoltronada academia esperando el momento de volver a estremecer al
mundo.
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