Vol. V. Año 2020. Edición Especial, Agosto
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LA FAMILIA EN EL CUIDADO DE LOS ADULTOS MAYORES
AUTORES: Gema Lorena Pinargote Parrales
1
Silvio Alejandro Alcívar Molina
2
DIRECCIÓN PARA CORRESPONDENCIA: gelo_pinar@hotmail.com
Fecha de recepción:
27
-
05
-
2020
Fecha de aceptación:
13
-
07
-
2020
RESUMEN
El cuidado de los ancianos debe ser una preocupación constante a fin de
mejorar su calidad de vida. Existe en el orden teórico y metodológico un déficit
de literatura científica publicada en torno al papel de la familia en el cuidado de
los adultos mayores. Se plantearon como objetivos del estudio: 1) identificar los
aspectos que tipifican la Situación Social de Desarrollo en la tercera edad y 2)
establecer el papel de la familia en el cuidado de los adultos mayores. El
estudio aporta elementos de orden teórico y práctico en torno al cuidado de los
ancianos. La presente investigación clasifica como descriptiva con aporte
teórico. Para la obtención de resultados se emplearon métodos en los niveles
teórico y empírico. En el nivel teórico se emplean los métodos analítico-
sintético, histórico-lógico, inductivo-deductivo y sistémico-estructural. En el
nivel empírico se emplea el análisis documental clásico a partir de la consulta
de fuentes y bases de datos especializadas sobre las temáticas que se abordan.
Se establecieron los aspectos que caracterizan la situación social de desarrollo
en la tercera edad. Se enuncian los efectos de la institucionalización en adultos
mayores y se destaca el papel de la familia en el cuidado de los adultos
mayores. La familia constituye la red de apoyo social más importante para los
adultos mayores. Es imprescindible para el anciano sentirse útil y querido por
sus familiares.
PALABRAS CLAVE: adultos mayores; redes de apoyo social; situación social de
desarrollo; apoyo familiar.
THE FAMILY IN THE CARE OF OLDER ADULTS
ABSTRACT
Caring for the elderly should be a constant concern in order to improve their
quality of life. In the theoretical and methodological order there is a deficit of
1
Médico cirujano del Hospital Santa Margarita de Portoviejo. Estudiante del Programa de Especialización en
Orientación Familiar Integral. Instituto de Postgrado. Universidad Técnica de Manabí. Ecuador.
2
Máster en Ciencias de la Educación. Doctor en Ciencias Sociológicas. Profesos e Investigador de la Facultad de
Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Universidad Técnica de Manabí. Ecuador.
Gema Lorena Pinargote Parrales, Silvio Alejandro Alcívar Molina
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Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Universidad Técnica de Manabí. ECUADOR.
scientific literature published around the role of the family in the care of older
adults. The objectives of the study were: 1) to identify the aspects that typify the
Social Development Situation in the elderly and 2) to establish the role of the
family in the care of the elderly. The study provides theoretical and practical
elements around the care of the elderly. This research classifies as descriptive
with theoretical input. To obtain results, methods at the theoretical and
empirical levels were used. At the theoretical level, the analytical-synthetic,
historical-logical, inductive-deductive and systemic-structural methods are
used. At the empirical level, classical documentary analysis is used based on
the consultation of specialized sources and databases on the topics addressed.
The aspects that characterize the social development situation in the elderly
were established. The effects of institutionalization in older adults are
enunciated and the role of the family in caring for older adults is highlighted.
The family constitutes the most important social support network for the
elderly. It is essential for the elderly to feel useful and loved by their relatives.
KEYWORDS: older adults; social support networks; social development
situation; family support.
INTRODUCCIÓN
El arribo a la ancianidad actualmente constituye un fenómeno social en donde
existe un aumento sostenido de la población mundial y más personas llegan a
la tercera edad. Las problemáticas actuales en torno a los adultos tornan bajo
la óptica de la pérdida del logro de los placeres, la inutilidad, lo inservible, la
marginación, la burla, el desprecio de los jóvenes y la cercanía de la muerte. De
ahí la necesidad de proporcionar a cada anciano el espacio psicosocial y de
salud que necesita para seguir aportando su contribución a la sociedad y
disfrutando de sus ventajas (Clemente, Tartaglini y Stefani, 2008).
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en los últimos
años la población mundial está envejeciendo sostenidamente. En 1970 existían
cerca de trescientos millones de personas mayores de 65 años (Pastor,
Almansa, y Jiménez, 2017), lo que supone entre un 7 y 8 % de la población
mundial. En el año 2000, esta cifra aumentó considerablemente y la proporción
pasó al 9% (Martínez, de Haro Rodríguez y Escarbajal, 2010).
La vejez, lejos de ser una derrota, es un período en el cual el hombre ha dado a
la humanidad todo lo creativo y útil que le ha correspondido de acuerdo a su
época. A pesar de los cambios orgánicos, las modificaciones del aspecto físico y
el empobrecimiento gradual de las capacidades; el anciano no está exento de
potencialidades creativas y de necesidades emocionales. La gerontología
preventiva tiene como objetivo lograr un estado de salud que permita al anciano
conservar al máximo la expectativa de vida activa, y mantener un alto nivel
funcional, preservarlo en su domicilio y en el medio social donde ha vivido,
siempre que existan las condiciones requeridas (Manzano y Velázquez, 2016),
(Tisnés, y Acosta, 2017).
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A este período de la vida se llega con una amplia gama de minusvalías que si no
se reconocen y no se adecuan las condiciones para lograr una satisfactoria
adaptación del individuo a su nuevo estado pueden hacer del anciano una
etapa de amargura y sufrimiento. De ahí la necesidad de proporcionar a cada
anciano el apoyo social que necesita para seguir aportando su contribución a la
sociedad y disfrutando de sus ventajas (Osorio, Torrejon, Meersohn y Sol,
2011).
Para el presente estudio resultan de gran importancia las investigaciones
realizadas por Fusté, Pérez, y Paz (2018) y Fusté (2019), debido a que en las
mismas se realiza un análisis del entorno psicosocial de las personas de la
tercera edad. Existe en el orden teórico y metodológico un déficit de literatura
científica publicada en torno al papel de la familia en el cuidado de los adultos
mayores. De igual forma, aunque ha sido abordada desde la perspectiva
psicológica las redes de apoyo social en las personas, la influencia de las
mismas en los gerontes es deficiente. Se plantean como objetivos del estudio: 1)
identificar los aspectos que tipifican la Situación Social de Desarrollo (SSD) en
la tercera edad y 2) establecer el papel de la familia en el cuidado de los adultos
mayores.
El estudio aporta elementos de orden teórico y práctico sobre las características
de la SSD de los ancianos. El aspecto anterior favorece la labor diagnóstica,
preventiva y promocional con el objetivo de garantizar el apoyo social suficiente
para elevar la calidad de vida en los ancianos. La calidad de vida no solo
supone vivir mayor cantidad de años, sino que las personas deben alcanzar un
bienestar psicológico en los años que ha de vivir. Los resultados del estudio
incentivan la búsqueda de estrategias interventivas que fortalezcan el apoyo al
adulto mayor desde el análisis de su SSD.
El presente estudio clasifica como descriptivo con aporte teórico. Se enfoca en
identificar los presupuestos que deben incidir en el bienestar psicológico de los
ancianos a partir del apoyo de la familia. Para la obtención de resultados se
aplican métodos en los niveles teórico y empírico. En el nivel teórico se emplean
los métodos analítico-sintético, histórico-lógico, inductivo-deductivo y
sistémico-estructural. En el nivel empírico se emplea el análisis documental
clásico a partir de la consulta de fuentes y bases de datos especializadas sobre
las temáticas que se abordan. La técnica empleada que facilita la recogida de
información es la revisión de documentos. Esta facilita la localización de
referentes teóricos sobre la temática en cuestión a partir de un exhaustivo
análisis documental (Paz, 2018). Las bases de datos y fuentes consultadas para
la recuperación de referentes fueron SciELO, DOAJ, EBSCO y revistas
especializadas en el ámbito de las ciencias sociales y la psicología.
DESARROLLO
Situación social de desarrollo en la tercera edad
El Enfoque Histórico Cultural herramientas para una comprensión adecuada
del proceso de envejecimiento. Desde esta concepción se puede entender a la
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adultez mayor como una etapa más del desarrollo humano, con cambios y
potencialidades, ofreciendo una mirada holística e integradora sobre la misma a
partir de una valoración global de las condiciones en las que se desarrolla. Esto
se obtiene partiendo de elaboraciones conceptuales como la de SSD definida
como aquella relación peculiar única e irrepetible entre el sujeto y el entorno
que va a determinar las líneas de desarrollo, la forma y trayectoria que
permiten al individuo adquirir nuevas propiedades de la personalidad. La SSD
considera la realidad social como la primera fuente de desarrollo, la posibilidad
de que lo social se transforma en individual. Esta categoría constituye el punto
de partida de todos los cambios dinámicos que se producen en el desarrollo
durante el período de la edad.
El individuo que llega a la Tercera Edad se enfrenta a nueva SSD. La
ancianidad está matizada por cambios afectivos y cognitivos en el orden
interno. En el orden externo se presentan nuevas características en los
sistemas de comunicación y actividad que lo forman como un individuo
cualitativamente nuevo. Entre las condiciones internas se destaca la afectación
de los procesos cognitivos en general. Aunque no es un proceso universal y no
todos de dichos procesos se afectan de igual forma, es innegable la ocurrencia
de un retroceso en lo ya alcanzado por el individuo en esta área. El umbral de
las sensaciones por ejemplo se ven disminuidos, lo cual está dado por los
cambios que sufren los órganos receptores como parte de un envejecimiento
normal.
Dentro los cambios físicos las estructuras oculares por ejemplo, la cornea se
hace más espesa y menos sensible a la estimulación mecánica. La pupila se
hace más pequeña y se reduce la transparencia del cristalino, llevando a que el
campo y la agudeza visual se vean disminuidos (Aparcana, 2016). En tanto a la
audición aparece la presbiacusia afectándose la audición del discurso humano
(Ortiz, Núñez, Fortuny, Muñoz y Sanchez, 2016). Se reduce además la
capacidad del cerebro de procesar la información que entra por el canal
auditivo (Trujillo, 2017). Entre olfato y al gusto ocurre un proceso similar. Las
células nerviosas receptoras de la información proveniente de estos canales
tienen una vida corta a lo largo del ciclo vital. Van siendo sustituidas por
nuevas, de una forma sistemática y continua, pero al llegar a la tercera edad
son más las células que se pierden que las que se pueden recuperar (Ochoa,
2017). Aun así el daño en estas esferas es menor en el adulto mayor, salvo
aquellos casos en que esté asociado a una patología. La sensibilidad al tacto
disminuye sobre todo en las palmas y en los dedos de la mano debido al
adelgazamiento de la piel en estas zonas del cuerpo (Rodríguez, Llorente, Jorge,
Fernández y Martínez, 2016).
La percepción sufre de un procesamiento más lento de la información, con
menor flexibilidad para reorganizar o cambiar una percepción una vez
realizada. Así la inteligibilidad del discurso disminuye progresivamente después
de los 50 años (Parrón, 2017). Aunque las quejas de memorias son recurrentes
en la tercera edad el daño no se produce de igual forma en todas las personas.
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La más afectada resulta ser la Memoria a Largo Plazo, en la cual ocurre déficits
en cuanto a la codificación, almacenamiento y recuperación de información
(Pardo, Abba, Lacunza, Schwerdt, Cónsole, Outeiro y Goya, 2016). No existen
resultados concluyentes en las investigaciones en cuanto a la disminución o no
de la inteligencia en la tercera edad. No se excluye de esta edad la existencia de
la creatividad y si se señala la presencia de la llamada sabiduría o conocimiento
profundo producto del conocimiento acumulado a través de los años.
Muchos de los cambios afectivos que surgen en la etapa se encuentran
estrechamente relacionados con la concientización del declive físico y cognitivo.
La autoestima se mantiene estable a lo largo del ciclo vital pero se encuentra
altamente asociada con la salud, las actitudes hacia el envejecimiento y la
satisfacción con la vida pasada, por lo que se puede ver muy afectada en esta
etapa (Vega, González y Ramírez, 2016). La autoestima se encuentra
relacionada no tan directamente con el daño de la funcionalidad inmediata,
sino con la pérdida que sufre el adulto mayor de su rol social (Jiménez, 2016).
Características emocionales como la hostilidad, depresión, ansiedad social
impulsividad y vulnerabilidad están relacionadas a la percepción de la propia
salud física. Se evidencia en la ancianidad un declive del funcionamiento de los
sistemas sensorial, cardiovascular y genito urinario (Ortiz, Ariza y Pachajoa,
2017). Se destaca la aparición de la depresión, con episodios más largos y más
resistentes al tratamiento farmacológico. Lo anterior lleva a un mayor riesgo
suicida y una frecuente agitación psicomotriz, con frecuentes somatizaciones
ansiosas y alteraciones del sueño (García, Nieves, Recio y Ontoso, 2016).
En la tercera edad surgen necesidades como la de comunicación y la de
trascender y legar al otro sus experiencias y conocimientos. Las necesidades
mencionadas actúan como reguladoras de comportamiento y personalidad.
Constituye esta una de las neoformaciones de la etapa, unida a la elaboración
de duelos, la cual incluye la pérdida de su rol social y la despedida de su
familia de origen (Macía, 2016). Aparece además la representación de la muerte
dada la sensación de cercanía de la misma (Rodríguez, Garcés, y Paz, 2017).
La aparición de la representación de la muerte está es favorecida por la
sucesión de los eventos vitales típicos de la tercera edad como la jubilación,
muerte de coetáneos, perdida del cónyuge y el síndrome del nido vacío. Los
mismos pueden resultar situaciones conflictivas y que generalmente el anciano
la vivencia como pérdidas. Pueden estas traer consigo sentimientos y estados
de ánimo negativos y características afectivas como las anteriormente descritas.
Puede agravarse en el caso de ocurrencia de eventos no normativos como la
presencia de una enfermedad como las demencias: Alzheimer o Parkinson, las
cuales producen un marcado deterioro en el adulto mayor.
En la SSD de los ancianos se producen profundos cambios en el sistema de
actividades, sobre todo si se era trabajador. El anciano tiene que dirigirse hacia
su casa tras el retiro y reducir su espectro de acciones a labores hogareñas. La
comunicación por su parte, se reduce al ámbito familiar, vecinos y los
coetáneos en muchas ocasiones. Se hace necesario analizar otro concepto
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aportado por el enfoque Histórico Cultural, la Zona de Desarrollo Próximo
(ZDP), la cual consiste en la distancia que media entre lo que el individuo es
capaz de hacer por solo y lo que es capaz de hacer con ayuda de otros en el
plano de la comunicación, lo cual revela sus potencialidades (Machuca y
Briones, 2016), (Paz, y Hernández, 2017).
En la tercera edad es importante el tratamiento en el sentido de las
afectaciones que pueden surgir en la comunicación con los demás. Realizando
un análisis de la propia SSD se evidencia una afectación de procesos que tienen
que ver directamente con la comunicación. La audición unida a la
concientización del declive provoca muchas veces que la autoestima de los
ancianos se vea disminuida y por tanto reducido su comunicación para con los
demás. En la tercera edad resulta de vital importancia el poder legar a otros
conocimientos, sabiduría, enseñanzas; en tanto es una necesidad típica de la
etapa. Se ha de potenciar entonces la ZDP de los adultos mayores, la cual
fundamentalmente se halla en la relación con vecinos, coetáneos y sobre todo la
familia. Resalta esta última por el ser el medio idóneo para que el adulto
transmita su experiencia y donde más se ha de practicar la comprensión y
tolerancia. El abuelo dentro del hogar reclama espacios de autoridad y espectro
de acciones propias.
La institucionalización en adultos mayores
El autor Amaro (2016) en su estudio con adultos mayores institucionalizados
revela que por lo general es un proceso que afecta a los ancianos al separarlos
de su cotidianidad. Aunque en el orden internacional y nacional hay un
predominio del sexo femenino en la edad geriátrica, existe una preferencia a
ubicar ancianos masculinos en las diferentes instituciones. Se atribuye este
comportamiento a la diferencia de roles con las que se arriba a estas edades. Se
exige para la mujer un mayor desempeño e independencia en las labores del
hogar, mientras los hombres prefieren vincularse a la vida social y comunitaria
(Riera, Paz, y Hernández, 2018). A criterio de Petretto, Gaviano, Matos y Zuddas
(2008) los adultos mayores masculinos tienen un alto nivel de relaciones
sociales y desempeñan un papel más activo en la sociedad.
El estado civil es uno de los indicadores que sugiere la Organización
Panamericana de la Salud (OPS) para medir el apoyo social del individuo
institucionalizado. El autor Pineda (2014) establece que encuentra un mayor
número de viudos vinculados a redes de apoyo formal. Este factor se relaciona
con el hecho de que la viudez es un evento significativo propio en esta etapa del
ciclo vital. La búsqueda de la interacción social y la compañía son uno de los
factores que inciden en la mayor recurrencia de las personas viudas. Otros
autores difieren del criterio anterior como García y Gaspar (2016) al plantear
que los viudos suelen desvincularse de la red social que mantienen, cerrando la
posibilidad de establecer nuevos contactos. Cuando el anciano se queda solo
tras la muerte del cónyuge, situación de gran estrés, su familia puede optar por
una institución como recurso para la vinculación del mismo a la vida social. La
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soledad constituye un factor de riesgo para numerosos problemas físicos y
psicológicos, el hombre como ser social, debe resolver sus necesidades básicas
en el contexto comunitario (García, Martin, Vicario, de Vergara, Gomez y
Aldana, 2016).
La viudedad pude afrontarse mejor si la persona comienza pronto a desarrollar
un nuevo sentido de identidad y autosuficiencia, si se mantiene ocupado en
actividades laborales o sociales vinculadas a sus redes de apoyo (Mendes,
Ventura, Trevizan, Marchi y Souza, 2016). Algunos estudios indican que hay
una relación de protección entre el vivir en pareja, los síntomas depresivos y el
nivel de funcionalidad del individuo. Se plantea que el vivir en pareja es un
factor protector más frecuente en el caso de los hombres que en el de las
mujeres mayores (Carrascosa, Cava y Buelga, 2016).
Las parejas constituyen generalmente un excelente apoyo social y en la
ancianidad. La viudez afrontada a través del duelo patológico, que entorpece la
aceptación de la pérdida, o la separación a edades avanzadas, conllevan a
frustraciones afectivas que tienden a estar presente en el cuadro que rodea al
anciano. Varios estudios plantean que la vida del adulto mayor en pareja
aumenta el número de contactos positivos que la persona tiene con su red
social. La vida en pareja en la tercera edad favorece el papel protector que
representa en la salud y bienestar (Clemente, Tartaglini y Stefani, 2008).
La institucionalización tiene varios aspectos positivos que pueden potenciar la
SSD por la que atraviesa el anciano. El senescente se desenvuelve en un medio
de su mismo grupo de edad lo que facilita la comunicación de ideas. Todos
tienen las mismas limitaciones, lo que hace que ninguno se sienta inferior a los
otros y se desarrollan actividades socialmente útiles, concebidas y
estructuradas científicamente. El criterio anterior facilita desarrollar y
mantener habilidades acorde con el estado físico y mental. Según
Garitaonandia y Juaresti (2016), las personas de la misma edad pueden
establecer una fuerte relación de apoyo pues conocen mejor sus necesidades.
Resultados semejantes se encuentran en la investigación de Ruiz (2016) en la
cual los mayores expresan lo valioso de estar vinculado a las redes de apoyo
formal. Es conocido que una ayuda, tanto de índole económica, material como
espiritual, contribuye a disminuir el impacto de ciertos cambios de alto
significado para la vida del sujeto, como lo es la institucionalización.
El papel de la familia en el cuidado de los adultos mayores
En su estudio sobre adulto mayor y familia, el autor Hernández y Hernández
(2011) establece que “las limitaciones en la relación con el adulto mayor, se
originan en el poco tiempo del que disponen sus hijos para dedicarles, al estar
muy ocupados con las tareas del trabajo, el hogar y sus propios hijos”. La
familia por lo general se ocupa de ellos y de esta forma acentúa la imagen
positiva y de cooperación que tiene la función familiar para este grupo
poblacional. Los autores Galvis, Aponte y Pinzón (2015) señalan que los vecinos
son parte de la red de apoyo informal con que cuenta el anciano. La institución
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y la familia constituyen redes de apoyo indiscutibles en la tercera edad (Calle,
2017).
En las relaciones y la comunicación con su familia, amigos y coetáneos es
donde el adulto mayor puede encontrar el apoyo social tan necesario para su
salud física y bienestar emocional. Varios estudios demuestran valor de las
redes de apoyo para los adultos mayores, tanto para disminuir la morbilidad
como la mortalidad. Esto se explica porque las redes de apoyo pueden
contribuir al mantenimiento de estilos de vida más sanos y a la disminución del
estrés, con sus consecuencias derivadas. Las medidas de apoyo social percibido
como la satisfacción marital y frecuencia de contacto con amigos y parientes se
asocian con el bienestar, la felicidad y la satisfacción de vida en las personas
mayores (Gutiérrez, Torrealba, Aguilera, Abusleme Vera y Paz, 2014).
La concepción en torno a las redes de apoyo social se establece a partir de las
categorías de apoyo social y capital social. Las redes de apoyo constituyen la
base sobre la que se dan las ayudas que las personas requieren. Se estructuran
y toman sentido los roles sociales. Contribuyen al sentimiento de pertenencia y
generan la integración social. En edades avanzadas evitan el aislamiento e
inciden y cobran importancia en la calidad de vida de las personas mayores
(Pillemer, Phyllis, y Wethington, 2000). Son clasificadas en formales (para
denominar aquellas institucionalizadas y reconocidas de forma oficial) y las
informales (para denominar a los vínculos que realiza el individuo a partir de
sus relaciones interpersonales y familiares). Las redes de apoyo social varían en
dependencia de la edad y características de los individuos. Las tipologías de
redes de apoyo en la tercera edad se observan en la Figura 1.
Figura 1. Redes de apoyo en la tercera edad
Fuente: Guzmán, Huenchuan y Montes de Oca (2003).
La familia constituye la primera red de apoyo social que posee el individuo a
través de toda su vida y por lo tanto se reconoce que esta instancia ejerce
función protectora ante las funciones que genera la vida cotidiana. Es para el
individuo fuente de amor, satisfacción, bienestar y apoyo, pero también puede
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representar insatisfacción, malestar y estrés. Las alteraciones de la vida
familiar son capaces de provocar alteración emocional, desequilibrio y
descompensación del estado de salud.
En la tercera edad las redes sociales de apoyo son importantes condicionantes
del estado de salud individual. Cuando por diferentes razones se pierde el
vínculo familiar o se necesitan resolver problemas económicos, materiales y/o
psicosociales, la familia puede gestionar el ingreso en determinadas
instituciones como Hogares de Ancianos, Casas de Abuelos, o vincularlos a
otras redes de apoyo a nivel comunitario.
Muchas veces los gerontes institucionalizados son relegados por su familia. El
criterio anterior se sustenta en la investigación realizada por Hernández y
Hernández (2011) en su estudio sobre adulto mayor y familia. Los autores
establecen que las limitaciones en la relación con el adulto mayor tienen su
origen en el escaso tiempo que le dedican sus hijos, quienes por lo general
están muy ocupados con las tareas del trabajo, el hogar y con sus propios
hijos. La familia por lo general se ocupa de ellos y de esta forma acentúa la
imagen positiva y de cooperación que tiene la función familiar para este grupo
poblacional.
En las relaciones y la comunicación con su familia, amigos y coetáneos es
donde el adulto mayor puede encontrar el apoyo social tan necesario para su
salud física y bienestar emocional. Varios estudios demuestran el valor de las
redes de apoyo para los adultos mayores, tanto para disminuir la morbilidad
como la mortalidad. Esto se explica porque las redes de apoyo pueden
contribuir al mantenimiento de estilos de vida más sanos y a la disminución del
estrés, con sus consecuencias derivadas. Las medidas de apoyo social percibido
como la satisfacción marital y frecuencia de contacto con amigos y parientes se
asocian con el bienestar, la felicidad y la satisfacción de vida en las personas
mayores (Gutiérrez, Torrealba, Aguilera, Abusleme, Vera y Paz, 2014).
El hecho de tener dificultades en las relaciones familiares no permite a la
familia valorar toda la riqueza del desarrollo personológico del mayor, su
subjetividad, sus potencialidades creadoras, relegándolos y hasta ignorándolos
en ocasiones. En la familia como grupo primario, la relación debe apoyarse no
solo en contactos personales sino también en una gran atracción emocional y
en el alto grado de identificación con cada miembro (Calosso, 2015). Si la
familia no juega un papel positivo como determinante del desarrollo psicológico
del adulto mayor es entonces que las instituciones sociales y de salud deben
prestar gran interés al senescente ofreciéndole valoraciones de salud frecuente
y apoyo en toda su gama de manifestaciones.
CONCLUSIONES
El individuo que llega a la Tercera Edad se enfrenta a nueva SSD. La
ancianidad está matizada por cambios afectivos y cognitivos. Esta etapa de vida
se caracteriza por el deterioro físico. La percepción sufre de un procesamiento
más lento de la información. Muchos de los cambios afectivos que surgen en la
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etapa se encuentran estrechamente relacionados con la concientización del
declive físico y cognitivo. La autoestima se asociada con la salud, las actitudes
hacia el envejecimiento y la satisfacción con la vida pasada.
La familia constituye la red de apoyo social más importante para los adultos
mayores. Para el anciano es tan importante recibir ayuda de su familia como
brindarla, sentirse reconocido, querido, y saber que no es un estorbo para las
personas que lo rodean. La familia es la fuente de apoyo más estimada para él y
cuando esto no ocurre pueden surgir sentimientos de baja autoestima, soledad
y tristeza.
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