Vol. VIII. Año 2023. Número 2, abril-junio
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Experiencias transformadoras del sentido de vida mediante la labor
docente
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AUTORES: Lucia Paola Ochoa Gómez
2
Felipe Torres Ortiz
3
Adriana Pilar Pinto Casas
4
Helber Eduardo Nova Garavito
5
Tany Giselle Fernández Guayana
6
Yuli Tatiana Díaz Galindo
7
DIRECCIÓN PARA CORRESPONDENCIA: tany.fernandez.g@uniminuto.edu.co
Fecha de recepción:
21
-
12
-
2022
Fecha de aceptación:
23
-
02
-
2023
RESUMEN
El presente ensayo comparte las experiencias vividas en torno al sentido de vida
de cinco maestros en ejercicio que trabajan con diferentes poblaciones y zonas
de Colombia. Surge como respuesta a las conclusiones de un estudio de corte
cualitativo y diseño fenomenológico sobre el sentido de vida a través de la
docencia. Adicionalmente, este manuscrito pretende plasmar una apuesta que
reivindique las acciones burocráticas en las cuales se ve inmersa la labor
1
Este ensayo surge del proyecto de investigación colectivo de la Maestría en Educación de la Corporación
Universitaria Minuto de Dios UNIMINUTO titulado “Experiencias de sentido de vida a través de la docencia en
profesores colombianos”, cuyo objetivo es comprender los significados que las experiencias profesionales le otorgan
sentido de vida a los profesores colombianos iniciado en agosto de 2021 y finalizado en diciembre 2022.
2
Magíster en Educación. Licenciada en Pedagogía Infantil. Corporación Universitaria Minuto de Dios -
UNIMINUTO. Colombia lochoagomez@uniminuto.edu.co - luchiss.704@gmail.com ORCID https://orcid.org/0000-
0001-8003-2958
3
Magíster en Educación. Especialista en DDHH y competencias ciudadanas. Psicólogo. Corporación Universitaria
Minuto de Dios - UNIMINUTO. Colombia felipe.torres@uniminuto.edu.co - marfrefe13@gmail.com ORCID
https://orcid.org/0000-0002-1285-2257
4
Magíster en Educación. Licenciada en Pedagogía Infantil. Corporación Universitaria Minuto de Dios -
UNIMINUTO. Colombia adriana.pinto-c@uniminuto.edu.co - pilarpintocasas1013@gmail.com ORCID
https://orcid.org/0000-0001-9544-6424
5
Magíster en Educación. Licenciado en Educación Física, Recreación y Deportes. Corporación Universitaria Minuto
de Dios - UNIMINUTO. Colombia. helber.nova@uniminuto.edu.co - eduar1524@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0002-6537-8755
6
Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Especialista en Desarrollo Personal y Familiar. Licenciada en
Pedagogía Infantil. Coordinadora de Investigación y Docente de la Maestría en Educación. Corporación
Universitaria Minuto de Dios - UNIMINUTO. Colombia. tany.fernandez.g@uniminuto.edu.co -
tany.fernandezg@gmail.com ORCID https://orcid.org/0000-0002-4726-5028
7
Magíster en Educación. Docente e investigadora de la Maestría en Educación. Corporación Universitaria Minuto de
Dios - UNIMINUTO. Colombia. ydiazgalind@uniminuto.edu.co - diaztata1988@gmai.com ORCID
https://orcid.org/0000-0002-3368-714X
L. Ochoa Gómez, F. Torres Ortiz, A. Pinto Casas, H. Nova Garavito, T. Fernández Guayana, Y. Díaz Galindo
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Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Universidad Técnica de Manabí. ECUADOR.
docente, analizando entonces sus sentires más profundos y que trascienden el
hecho de enseñar. Para ello se narran anécdotas de vivencia en el aula y tras
ellas, se realiza un ejercicio hermenéutico en torno a las categorías de análisis
de la docencia, la práctica educativa, la experiencia profesional y el sentido de
vida. Estas narrativas revelan que ser maestro no sólo influye en la vida de los
educandos, sino que también afecta la propia vida del profesor, ya que se
asume como hacedor de la realidad a través del ejercicio pedagógico, y, por
tanto, vuelve a pensarse la vida para construir el mundo de una manera
distinta y mejor.
PALABRAS CLAVE: Transformación; Experiencia vivida; Sentido de vida;
Docencia; Práctica educativa.
Transforming experiences of the meaning of life through teaching work
ABSTRACT
This essay shares the experiences lived around the meaning of life of five
teachers who work with different populations and areas of Colombia. This
article arises as a response to the conclusions of a qualitative study and
phenomenological design on the meaning of life through teaching. Additionally,
this manuscript intends to capture a bet that vindicates the bureaucratic
actions in which the teaching work is immersed, then it analyzes deepest
feelings that transcend the act of teaching. For this, anecdotes of experience in
the classroom are narrated and after them, a hermeneutical exercise is carried
out around the categories of analysis of teaching, educational practice,
professional experience, and the meaning of life. These narratives reveal that
being a teacher not only influences the lives of the students, but also affects the
life of the teacher, since he assumes himself as a maker of reality through the
pedagogical exercise, and, therefore, rethinks the life to build the world in a
different and better way.
KEYWORDS: Transformation; Lived experience; Meaning of life; Teaching;
Educational practice
INTRODUCCIÓN
Ser maestro es una vocación de total entrega. Es una forma de sensibilizarse
ante la presencia del Otro independientemente de lo que éste sienta, piense y
haga; sin importar el sexo, la raza, condición social o cultura. Es a partir de la
docencia que se logra impulsar al niño, al joven y al adulto a querer ser parte
del mundo en el cual se encuentran inmersos; pero a su vez, el ejercicio
educativo brinda como resultado no sólo el buen desempeño académico y
humano de los estudiantes, sino también la realización personal de quien ha
decidido ejercer la profesión de educar. De allí parte la profundización de las
historias y experiencia vivida de un grupo de maestros que a lo largo de su
trayectoria profesional le dan significado y sentido a su vida a través de la
docencia. De manera que este artículo se presenta como una forma de
Revista Cognosis. Revista de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación ISSN 2588-0578
Experiencias transformadoras del sentido de vida mediante la labor docente
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reivindicar la identidad docente ya que educar cala lo más hondo hasta el
punto de intervenir en la felicidad, trascendido todo carácter económico,
asistencial, de reconocimiento, así como el sufrimiento, el sacrificio y las
vicisitudes que se pueden encontrar en el camino de ser profesor.
Al respecto, el estudio “Autorrealização e transcendência: o sentido na
docência, o sentido em sua vida” (Grassi, 2021) expone que es necesario
analizar los índices de sentido de la vida y autorrealización en la enseñanza
debido a que el ser humano es un ser cuyo interés primordial es encontrar
significado en la vida. Dentro de los resultados se arrojó que la autorrealización
y la trascendencia se relacionan con el trabajo del maestro dada su capacidad
de reflexionar sobre su quehacer pedagógico. Esto permite entonces al maestro
ampliar sus posibilidades y encontrar motivación para continuar siendo sujetos
de su trayectoria, conscientes de ser transformadores y constructores de una
sociedad. De igual forma, en el estudio “La Responsabilidad del Maestro: una
Vocación por el Otro” (Fernández, 2020) se concluye que la educación gira en
torno al constante ir y venir de la reflexión de la gestión de aula hasta el punto
de transformar la propia vida del maestro. Es por esa razón que los sentidos de
responsabilidad para el profesorado surgen a través de un proceso que inicia
con el desprendimiento ellos mismos, luego se abren a la presencia
desbordante del estudiante y, por último, le brindan una respuesta a partir de
la palabra, los gestos, las acciones o las decisiones que toman.
De otro lado, el informe internacional de la UNESCO “La educación sigue
siendo un “tesoro” (Sanz-Ponce y González-Bertolín, 2018) plantea que los
profesores han perdido su horizonte y rumbo dadas las exigencias del medio
social, cultural, económico y político. Por lo tanto, crearon una nueva carta de
navegación que le permite al maestro una llegada precisa a su sentido de
autorrealización profesional desde la docencia, pues al final, un profesor
satisfecho con lo que hace podrá transformar la vida de sus estudiantes y sus
familias. Así mismo, la investigación “Satisfacción con la vida y calidad de vida
laboral en docentes de instituciones educativas estatales de Lima
Metropolitana” (Reyes, 2017) analiza la relación que existe entre la SCV (La
satisfacción con la vida) y la CVL (la calidad de vida laboral) que tienen los
docentes de instituciones educativas estatales de Lima Metropolitana de la
UGEL N°3, dando como resultado que los docentes de instituciones educativas
estatales se encuentran insatisfechos con la vida a nivel general debido a que
perciben que existe una mejor CVL en el magisterio pero su estado de salud se
ve disminuido.
Dadas las realidades que giran en torno al quehacer docente y la afectación que
trae en su propio sentido de vida, se presentan a continuación cinco
experiencias vividas de maestros colombianos que trabajan en diferentes
niveles educativos y zonas del país, cuyo propósito es demostrar a la
comunidad académica la relevancia de rescatar su voz desde sus propias
perspectivas, ya que la educación no sólo concierne al enseñar. Para ello, se
presentan las anécdotas y posteriormente un ejercicio hermenéutico que
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Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Universidad Técnica de Manabí. ECUADOR.
permite comprender las experiencias vividas a partir de categorías teóricas
como la docencia, la práctica docente, la experiencia profesional y el sentido de
vida.
DESARROLLO
Acciones ordinarias con un amor extraordinario:
Por situaciones de la vida, mi practica pedagógica continua en la zona rural.
Llegué a una escuelita, en lo alto de la montaña, zona post conflicto, de difícil
acceso, en Ataco Tolima, en el año 2019 un lugar sin condiciones dignas para
laborar como muchas de las escuelas rurales en Colombia. Me encontraba con
una comunidad muy acogedora, tan solo con ocho niños en modalidad
multigrado. Era una experiencia nueva, puesto que nunca había laborado en
zona rural, tuve que iniciar un proceso de enseñanza mutua, ya que jamás había
vivido en el campo, de manera que tenía un alumnado y a su vez era alumna de
la comunidad.
Recuerdo que, finalizando el año, me comentan que era necesario organizar la
clausura, actividad que nunca había liderado, pero en este caso era la única
encargada para ello. Con muchas dudas y poca experiencia organicé un evento
con presentaciones de los niños, innovamos con una obra de teatro y una canción
navideña en inglés. Considero que fue una experiencia novedosa porque los
niños participaron activamente, no los había visto tan felices. Además, con esa
actividad descubrí otras cualidades y habilidades que había dejado pasar en el
aula.
Desde la sede principal me hicieron llegar las menciones de honor para los niños
que se graduaban ese año, pero en mi nació la necesidad de reconocer en los
demás niños sus cualidades, así que elaboré otras menciones de honor. Llegó el
día de la clausura, en el ambiente había choque de emociones y nerviosismo,
motivé a mis estudiantes para que le presentaran a sus papás los números
ensayados, los llene de confianza, autoestima y como era de esperarse, lo
hicieron maravilloso, tanto así que los asistentes tenían lágrimas en sus ojos, los
aplausos no se hicieron esperar.
Se concluyó el evento con la ceremonia de grado para los dos estudiantes de
quinto y uno de preescolar. Entregué sus menciones, los felicite y continúe
llamando a los demás estudiantes y haciendo lectura de su mención, al
acercarse cada uno, pude notar en sus ojos la emoción de recibirla. Sus padres
también estaban extrañados, pero felices, pues comúnmente las menciones en
esta fecha se entregan solo para los graduandos. Al finalizar uno de los padres
me pidió la palabra y dijo: “Profe hoy me siento sin palabras, usted encontró en
nuestros hijos cosas buenas y a cada uno de ellos les regaló un diploma,
nosotros no le trajimos nada, aun sabiendo que usted ha sido una excelente
profesora, hemos notado en este corto tiempo la alegría de nuestros niños, le pido
disculpas, usted se merece también una mención”. Estas palabras calaron en mí,
no me esperaba tanta acogida, no sentía que había hecho algo extraordinario,
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estaba feliz de ver el avance de mis niños y ellos se merecían también un
reconocimiento.
No puedo negar que, en el fondo, luego de mi entrega en el aula, las palabras de
agradecimiento se convierten en la mejor mención que puedo obtener. Con esas
palabras que me dirigió ese padre de familia pude sentirme valorada, pero, sobre
todo, sentí satisfacción de ser maestra porque en sus rostros había alegría. Es
así como en mi primera clausura tuve éxito y me enamoré de esta labor para
seguir ejerciéndola.
Por si fuera poco, al año siguiente mi curso de multigrado había crecido
considerablemente. Ya no tenía 8 estudiantes sino 18. ¿Quién lo iba a creer? La
escuela rural que ha sido abandonada por el Estado y golpeada por la guerra
tuvo también su reconocimiento por la transformación que le brindó una de sus
profesoras.
Es evidente como la docencia nos pone de frente diversas situaciones que nos
invitan a transformar escenarios de aprendizaje. Como expresa Minakata
(2000) “en el acto de educar el maestro se ve obligado a convertirse en un -
educando permanente-” (p.16), de aquí que, los maestros que viven
transformaciones en su experiencia profesional aprenden continuamente de
sus estudiantes, y así edifican su vida personal y construyen el significado
como docente. De igual manera, son este tipo de prácticas las que dan sentido
de vida a la labor docente, marcan un antes y un después, llevan a el análisis y
a autoevaluación de la profesión escogida, la cual trae como resultado que
vale la pena estar ahí, en este caso, para ver sonreír a quienes por las
atrocidades de la guerra sufrieron tanto. Para mi tiene sentido entregarlo todo a
una comunidad que abrió sus puertas cuando llegue con dudas, pero también
con sueños y que a través de esta experiencia se fue consolidado mi identidad y
vocación.
Son estas anécdotas las que enriquecen la experiencia profesional porque van
moldeando un estilo en la vida del docente. Está práctica en particular llevó mi
quehacer a un enriquecimiento personal en el que se vieron involucradas la
interrelación entre las nociones de deseo, voluntad, valoración, conciencia e
intencionalidad, las cuales me permitieron identificar los alcances que una
actitud o proceder, pueden transformar situaciones y adentrarse en la vida de
las personas. De tal modo, qué se está dejando huella y una huella quizá
imborrable que genera conciencia de lo importante que es la educación en
nuestra sociedad. Fortalecer nuestra subjetividad hace que tengamos más
responsabilidad con el aprendizaje del estudiante, generar un cambio, tener
una evolución. Ser maestro es transformar nuestra escuela para un bien
común frente a la sociedad. Tal como lo analiza Davini (2015) “Las prácticas
docentes están integradas por un amplio abanico de posibilidades concretas
relacionadas con los ejes centrales de la acción profesional, cualquiera sea el
contexto escolar específico en el que el docente se desempeñe” (p.83). Así pues,
se logra evidenciar la trascendencia de las prácticas pedagógicas en el hecho
educativo, al mismo tiempo que el maestro encuentra un sentido de vida que le
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Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Universidad Técnica de Manabí. ECUADOR.
permite dar valor a su quehacer y este, a su vez, conlleva a la satisfacción y
convicción de que lo que se hace, posibilitando así fortalecerse como persona y
como maestro en su hacer en el mundo.
Mis sueños, la realidad y mi recompensa:
Transcurría el año 1991, llevaba 2 años de haberme graduado como Licenciada
en básica primaria, conseguir empleo era absolutamente complicado y los
contratos que podía aceptar, eran muy mal pagos o no cumplían mis
expectativas, por tal motivo, siempre busqué entrar al Magisterio en propiedad.
Después de tocar una y otra puerta, hubo una que se abrió. Yo, soy de un
municipio del sur del Tolima, Colombia y cuando salí de allí en búsqueda de
fortalecer mi proyecto de vida, siempre tuve en la mente el poder regresar y
contribuir a su desarrollo de alguna forma… La vida me estaba dando esta
oportunidad.
En ese momento, ya era mamá de dos hijos y tenía un hogar estable en la ciudad
de Ibagué, la decisión no fue fácil. Tenía que irme con mis dos retoños para un
pueblo que si bien, era mi cuna y deseaba hacer algo por él, mis hijos y mi
esposo eran la prioridad. Sin embargo y gracias a la infinita comprensión de
Jorge, mi esposo, partí en búsqueda de lograr mis metas. Al llegar al municipio,
donde fui nombrada en propiedad, tuve la fortuna de contar con el total apoyo de
mi mamá y de mi familia, quienes cuidaban a mis hijos de 6 y 2 años mientras
yo, madrugaba a las 4 de la mañana para tratar de dejar todo listo para ellos, y
así salir a buscar el UAZ que partía del casco urbano del municipio hasta la
vereda el Diamante. Recuerdo que pensaba que de diamante sólo tenía el
nombre.
Ya en la vereda y viendo la realidad de muchos niños de este país, como el difícil
acceso a la educación, dificultades a nivel nutricional, familiar y emocional, daba
lo mejor de mí, siempre pensando en que ellos podrían ser mis hijos y que
merecían todo mi cariño, amor y vocación. Recuerdo sorprenderme por observar
que a pesar de las dificultades y de las pocas oportunidades que se viven en la
zona rural, mis estudiantes, siempre tenían una frase motivadora, una sonrisa,
un juego, un abrazo que me fortalecía para llegar a mi hogar y seguir dando lo
mejor de mi existir.
Así, transcurrieron dos años de haber empezado a cumplir mis metas a nivel
profesional y personal, estar nombrada en propiedad, contribuir al mejoramiento
de la calidad de vida y educativa de los niños de mi amado municipio y tratar de
darle una mejor calidad de vida a mis hijos. Exactamente, a los dos años,
lamentablemente, tuve que regresar a Ibagué, pero se quedaron en mí, todos los
aprendizajes obtenidos con esta experiencia, las sonrisas, los abrazos, las
alegrías, dificultades y agradecimientos que diariamente me mostraban los
estudiantes y sus familias.
Como menciona Bisquerra (2005) la finalidad del proceso de la docencia es
“potenciar el crecimiento personal y social para la vida de los maestros en
formación” (p.25), sin embargo, este se construye con base en tener y mantener
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una vocación enfocada en el servicio a los demás, evidenciando un grado
significativo a nivel profesional, personal y familiar, llegando a transformar,
sueños, realidades y proyectos de vida de las personas con las que se tiene la
posibilidad de interactuar. Es de esta manera que, según Cerquera (2016) el
docente juega un papel fundamental para la vida en sociedad, su comunidad y
como ser humano puesto que es un ser que piensa, sintiente y actúa, y que, de
igual forma, se afecta por diferentes situaciones ajenas que logran tocar su
sentido de vida. Es así que, esta experiencia profesional favoreció en salir de
la burbuja en la que vivía, conocer las diferentes realidades de los estudiantes y
me abonó el camino para crecer a nivel profesional y familiar.
En cuanto a la experiencia profesional y según el M.E.N (2014): “La formación,
capacitación, actualización y perfeccionamiento de los educadores en servicio
debe contribuir de manera sustancial al mejoramiento de la calidad de la
educación y a su desarrollo y crecimiento profesional” (Art. 38 Decreto 1278 de
2002). Sin embargo, dicha experiencia, en cada docente es única, compleja y
dinámica, generando satisfacción y sentido a sus vidas, la cual se da desde la
realidad y particularidad propia de cada comunidad y estudiante. De igual
forma, esta experiencia contribuyó a que de alguna manera mi práctica
educativa influyera considerablemente en la vida de los estudiantes y sus
familias porque se mostraron atentos, alegres por aprender, responsables en el
aprendizaje y comenzaron a demostrar sus emociones. Tal cual como lo
menciona Villalpando (2020) las prácticas de los docentes muestran diversos
rasgos que logran evidenciar capacidades, habilidades y saberes, para así, tener
en cuenta, las necesidades de los cambios educativos a nivel personal y social.
Un abrazo también enseña:
Todo comenzó en el año 2019 cuando uno de mis estudiantes de 5 años marcó
para siempre mi experiencia como docente. ¿Cómo lo hizo?, pues logró que yo
hiciera un alto en el camino y replanteara mi quehacer como educadora. Yo me
encontraba trabajando en una institución educativa distrital, en localidad de
Usme (Bogotá), grado transición. Rafael era un niño del grado transición. Es
importante resaltar que Rafael no era niño que todas las profesoras “querían” por
el contrario, era “difícil” ya que a las docentes nos “mordía, escupía, jalaba el
cabello y utilizaba palabras soeces para referirse a nosotras”. Era muy difícil. A
esa situación se le sumaba su diagnóstico de síndrome de abstinencia, dado el
consumo de sustancias psicoactivas por parte de la madre durante el embarazo.
Según el diagnóstico de Rafael, el síndrome provocaba comportamientos irritables
y nerviosos que imposibilitaban manejar las situaciones que pasaban a su
alrededor.
Llegó un momento en el que el niño se sentía tan apático a estar dentro del
colegio que empezó a dañar puertas, romper vidrios y propinar patadas el
rodadero del colegio para romperlo. Al ver que no cumplía su cometido, optó por
otra estrategia, tomó entonces las piedras del piso y las aventó a los carros de
los profesores, por si fuera poco, también los rayó con un alambre. La situación
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de Rafael se fue convirtiendo en tormentosa tanto para su directora de grupo ,
como para todo el colegio. No sabíamos qué hacer.
Yo hacía parte del equipo de docentes que tenían interacción con Rafael, dando
clase de artes y desarrollo corporal. Continuaron las clases y llegó un momento
en el que me dije a misma: "yo no sirvo para ser docente" estos pensamientos
llegaron a mi mente por momentos de frustración en los cuales me sentaba en las
gradas del colegio con lágrimas en los ojos y decía “no en qué estoy fallando,
para no saber qué hacer, no qué hacer en el caso de Rafael”. En ese instante
me levanté, me sequé las lágrimas y me dirigí hacia él, lo abracé y le dirigí estas
palabras: “Rafita yo te quiero mucho y si estoy llorando es porque no cómo
ayudarte”. En medio del abrazo, descubro en su mirada algo de asombro, y me
dice "a mí nunca me habían dicho que me querían" él continuó con estas palabras
"yo también te quiero" y el abrazo se hizo más fuerte. En ese momento, entendí y
descubrí que no solo estaba ahí para impartir conocimiento, también estaba para
transformar emociones. Me replanteé la formación del ser humano, ya que cada
uno cuenta con necesidades diferentes, en especial los niños. Para mí, ese
momento se convirtió en un reto, así que trabajé duro para que Rafael adquiriera
herramientas para el control de sus emociones, su ansiedad y temperamento.
Posteriormente, compartí la experiencia con mis compañeros docentes y
decidimos implementar el abrazo y beso a la entrada del colegio. No sólo Rafael
se benefició, sino también los demás estudiantes. Comenzamos a cambiar
nuestra interacción, así que empezamos a utilizar palabras de afecto tales como:
"lo hiciste muy bien", "estamos muy orgullosos de ti". Por si fuera poco,
empezamos a incluir a Rafael y a otros estudiantes en la izada de bandera,
resaltando otros valores a parte del rendimiento académico. De igual manera se
empezó a realizar la celebración de los cumpleaños, lo cual permitió una
interacción más cercana con cada uno de ellos. Todo esto permitió que Rafael se
integrara con su grupo de clase sin agredir a nadie. Rafael terminó su preescolar
cómo un niño destacado, mostrando una transformación en su comportamiento y
proceso de aprendizaje.
Las experiencias vividas en el aula surgen como una excusa para la
introspección y replantearnos como debemos transformar la educación desde
nosotros mismos, y la mejor forma de lograrlo es haciendo un alto en el camino
y evaluar nuestra realidad profesional y educativa. Según Vergara (2005) la
docencia motiva a una constante examinación de la enseñanza en torno a sus
esquemas de funcionamiento y las actitudes propias, porque todas ellas se
asemejan a un motor “que orienta la conducta de los individuos” (p.14). En ese
sentido, puedo decir que desde que tuve la anterior experiencia en el aula, se
ha fortalecido mi práctica educativa porque no hay día en el que no acoja a un
estudiante y vea en éste la posibilidad de transformar su realidad. Yo veo en
mis actuales educandos el reflejo vivo de Rafael, por esa razón doy todo de mi
para que sean los responsables de su aprendizaje, de la construcción de sus
subjetividades, del control de sus emociones, del trabajo en equipo y de la
mejor toma de sus decisiones. Al respecto, Ysern (2003) comenta “El buen
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educador pretende anticipar en la escuela la sociedad… Hemos nacido para
construir una sociedad justa, y la educación es la herramienta que nos lleva a
lograrlo”, en consecuencia, esta anécdota me enseñó que se puede dejar
huella en otros desde la educación.
Ser docente hoy es un reto que no todos quieren asumir, pero si se
comprendiera el poder que tenemos, probablemente Colombia sería distinta.
Cuando el profesor imprime emoción al proceso de enseñanza-aprendizaje se
está recurriendo a una relación de amor donde el profesor se entrega por el
bien de sus niños, jóvenes y sus familias. Mi experiencia profesional puede dar
cuenta de cómo los conocimientos no son lo único indispensable en la
formación de las personas, se hace necesario entonces que la construcción del
aprendizaje sea permeada por el afecto, un abrazo, unas palabras de aliento,
una mirada dulce y el cariño sincero. Ahora bien, cabe aclarar que no todas las
experiencias de aula son del todo exitosas, a la larga erramos a menudo, pero si
no fuera porque Rafael afectó todo mi mundo interior, no habría podido lograr
cambios en él y mucho menos en como maestra. Según Yáñez (2014) la
importancia de los afectos dentro la construcción del sentido de vida del
individuo en relación con los otros es lo que posibilita trascender todo acto
humano. En mi caso, mi labor como maestra y persona recobraron mayor
sentido cuando me comprometí realmente conmigo y con mis estudiantes.
De un estudiante también depende un profesor:
Dentro de mi vida personal, siempre me había llamado la atención el ser
profesional en el campo de la docencia, ser el orientador que infunde el
conocimiento de una manera divertida, espontánea, pero a la vez seguro de lo
que transmitiría a los educandos. Es así como a los 18 años de edad, me dirigí a
la universidad de los llanos ubicada en Villavicencio Meta Colombia, para cumplir
este objetivo a través de la Licenciatura en Educación Física, Recreación y
Deportes.
Logré entonces cumplir mi sueño de graduarme, pero fue aquí donde inicio lo más
importante del ser docente para mí, empecé como docente en una institución
pública ubicada en la ciudad de Villavicencio. Tuve a mi cargo el grado con
niños y niñas entre las edades de 11 a 12 años. Era población de escasos
recursos y el barrio se caracterizaba por acoger población de extrema
vulnerabilidad. Recuerdo que en el mes de septiembre Mónica en la entrega de
boletines del periodo 3 se percata de haber perdido la materia que tenía a mi
cargo de Educación Física y Deportes. Ella perdió por incumplimiento en sus
trabajos, práctica deportiva e inasistencias, entre otros criterios que no cumplió
dentro del mismo periodo. Al día siguiente, ella se dirige a la sala de docentes
donde yo me encontraba calificando trabajos escritos de otros grados, se acerca
silenciosamente y me insulta sin pudor en su vocabulario. Al verla, pude notar en
su mirada odio hacia y un fuerte impulso por golpearme. Quedé sorprendido,
quedé congelado, no supe cómo reaccionar frente a lo que me estaba pasando,
tuve todas las emociones en ese momento (ira, impulso de hacer lo mismo o
confrontarla) tuve también la sensación de querer resaltar mi autoridad como
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docente, pero no, no lo hice porque me controlé muy bien y dejé que ella se
descargara sobre mí.
Al día siguiente, la cité a la sala de profesores porque quería conversar con ella,
dejar a un lado el rol docente estudiante y sentirnos más humanos, de manera
que mi intención era escucharla y solucionar el impase. Ella se sentó al lado mío
y me contó su vida: era una niña de escasos recursos donde sus padres se
alimentaban del vicio, por lo tanto, no eran afectuosos con ella, poca era su
comunicación y carecían de darle ejemplo. Mientras me seguía contando sobre
ella, surgió en un momento una confesión: Mónica era la jefe de una pandilla del
barrio. Quedé realmente atónito y anonadado, pero no la juzgué. Simplemente me
dediqué a escucharla y lograr resolver el conflicto por la nota de Educación
Física, lo cual se logró. Ella se comprometió entonces a que para el siguiente
periodo iba a ser la mejor del salón y a resaltar con muy buenas calificaciones.
Las semanas siguientes tenía que llegar a la I E (Institución Educativa) para la
práctica de una banda marcial que teníamos dentro de la Institución. Llegué a las
5:30 am y esperé que me abrieran el portón, pero en ese momento llegaron unos
muchachos encapuchados a robarme. Para mi sorpresa Mónica ya estaba en la
Institución esperando su jornada, ella se da cuenta de la situación y salió en mi
auxilio. Recuerdo que ella gritó “al profe no me lo van a robar pirobos , déjenlo
quieto, es mi profesor”. Afortunadamente, los muchachos se fueron, luego ella se
acercó y me dijo: “¿profe estás bien?” Quedé nuevamente sorprendido al darme
cuenta, que ella realmente me sintió como su profesor, mostró su cariño y me
protegió. Eso me hizo sentir feliz, así que le di las gracias. Desde entonces logré
entender que mi quehacer docente va más allá de dictar una clase.
Teniendo en cuenta la anécdota anterior, decidí fortalecer ese anhelo que tenía
por ser un profesional en ese campo de la docencia. Es allí, donde Mónica jugó
un papel muy importante para poder fortalecer mi práctica educativa, pues
inició con una problemática donde ella por su incumplimiento académico,
obtuvo resultados negativos, tomando estos de manera personal, afectando así,
la relación temporalmente entre docente estudiante. Por ende, y como lo
manifiesta Mieles-Barrera, Henríquez-Linero y Sánchez-Castellón (2009) “Un
maestro/a puede lograr que un niño rechace o ame su escuela, que sienta que
es una persona importante, o, por el contrario, que llegue a pensar que es
tonto, torpe o “que no sirve para nada” (p.46). Posteriormente no solo me
dediqué a transmitir el conocimiento, sino que reflexioné sobre la verdadera
función de mi ser docente para poder aliviar las cargas emocionales que ella
presentaba y que estaban relacionadas con su núcleo familiar. La escuché
atentamente, comprendí su actitud sin juzgarla, la miré a los ojos y con respeto
le hablé con claridad buscando mediar la problemática académica.
Por mi parte, presenté actitudes de acercamiento como la confianza, la empatía
y la asertividad cuando observé lo sucedido con la pandilla del barrio y Mónica
sin medir peligros, me defendió frente a todos. Su actitud provocó sentido a mi
quehacer docente por hacerme cobrar esa seguridad con la que ella se expuso
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Experiencias transformadoras del sentido de vida mediante la labor docente
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para defenderme y resaltar que era su maestro independientemente de lo
sucedido en lo académico. Esto hizo que mi experiencia profesional girara 180º
porque comprendí que el afecto y el amor que ofrece un estudiante por su
maestro dentro del contexto educativo posibilita generar confianza para superar
todos los obstáculos académicos que se presenten, tal como sucedió con
Mónica, quien logró al final la aprobación de su año lectivo.
Más vale la ternura que la tiranía:
“Esa niña que vas a tener, ¡es terrible!, muy difícil de tratar y de trabajar”
comentó una docente de preescolar cuando me entregó el curso de Transición B
con el cual iba a trabajar durante el año 2015. “Salomé es brusca, desobediente,
es una chica dura” continuó. En mi cabeza resonaron esas palabras, pero no
podía juzgar a mi estudiante de tan solo cinco años. Por lo tanto, decidí
observarla y seguir con mis actividades en el aula. A la semana de haber
trabajado con ella y con el grupo, me percaté en que su actitud había cambiado,
tanto así que la fonoaudióloga me comentó: “esa niña es otra” y me preguntó qué
estaba haciendo yo, pues ahora ella intentaba terminar sus trabajos, seguía
indicaciones y de vez en cuando ayudaba a sus compañeros.
Al escuchar sus palabras, decidí hacer un ejercicio reflexivo de mi propio
quehacer pedagógico con el fin de encontrar los elementos que estaban
influyendo para motivar el cambio de actitud y comportamiento en Salomé.
Evidentemente ejercía las labores de una docente de preescolar: tenía en cuenta
los intereses de los niños, establecía normas de convivencia en conjunto con
ellos, trabajaba una rutina, pero, a su vez, tendía a la flexibilidad curricular,
adaptaba ciertos contenidos a las características particulares del grupo, era
paciente y dedicada.
Realmente, no encontraba novedad en mi ejercicio profesional. ¿Qué de distinto
hacía yo para que niñas como Salomé lograran mejorar su disposición frente a la
educación? no obtuve respuesta alguna, así que proseguí con las actividades del
año escolar. Unas varias semanas después, empecé a recibir quejas de Salomé
por parte de otros profesores ya que ella recibía algunas asignaturas con ellos.
Recuerdo que se fueron acumulando las quejas y todas se referían a su mal
comportamiento y nula disposición para realizar las actividades. Hasta me
comentaron que sus técnicas educativas consistían en gritarle, exigirle,
regañarla, castigarla y hacerle anotaciones en su agenda.
Para era increíble lo que me decían porque conmigo Salomé trabajaba,
mostraba alegría y hasta me manifestaba su cariño con abrazos, besos, dibujos,
cartas y regalos hechos por ella misma. Pero a su vez, fue triste y frustrante
saber que para otros docentes sus mejores estrategias educativas correspondían
al maltrato. Fue entonces cuando una profesora de bachillerato me hizo ver lo
que estaba pasando realmente: “Es impactante cómo te buscan tus chiquitos,
ellos corren apenas te ven, no te dejan ir, te invitan a sus juegos, te hacen
bromas… es que eres muy afectuosa y tierna con ellos”. Una vez escuché esas
palabras comprendí cual era la razón por Salomé si estaba dispuesta al
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aprendizaje conmigo: el afecto. Ese era el elemento que estaba mediando en el
proceso educativo, pero también en la relación entre Salomé y yo.
Dada la epifanía anterior, decidí enfocar mis esfuerzos en torno a fortalecer mi
propia práctica educativa lo cual comenzó por tener en cuenta el desarrollo
afectivo de Salomé y del grupo. Es así como puse en manifiesto el canal de
comunicación que según Mañú (2004) y Fernández (2014) es primordial en la
relación entre maestro-estudiante. De manera que no sólo me dediqué a
transmitir un conocimiento, sino que presenté actitudes de acogida tales como:
saludarlos, preguntarles cómo habían amanecido, abrazarlos, sonreírles y
mirarlos a la altura de los ojos, cosa que posibilitó establecer un lazo de
confianza facilitando la libre expresión, la toma de decisiones y la evaluación de
alternativas sin sentimientos de represalia (Zapata, Gómez y Rojas, 2010).
Gracias a ello, mi experiencia profesional se vio enriquecida porque asumí la
responsabilidad y el papel de interactuar con la estudiante (Sanz-Ponce y
González-Bertolín, 2018), así ella fuese un caso difícil de manejar; sin embargo,
mi preocupación por ella y, ante todo, su presencia ante mis ojos permitió que
cada día crecieran mis ganas por ir al colegio y trabajar con los niños y las
niñas a mi cargo.
Por su parte, en torno a mi ser docente debo mencionar que la pasión por
educar fue indispensable en la relación entre Salomé y yo. Con el tiempo logré
saber llegar a ella, escucharla, ser paciente, comprenderla y motivarla. Dado lo
anterior, la niña obtuvo mejorías a nivel intelectual, comportamental y
personal. De igual forma, mi quehacer cobra sentido en esta experiencia porque
sin importar los desagravios que tuve, logré anteponerme entregándome
totalmente a la formación de Salomé, lo cual provocó en una enorme
felicidad. A la larga me comprometí a amar incondicionalmente (Day, 2020). Ser
docente entonces significó para estar presente para Salomé
independientemente de si lo pide o no. Quienes ejercemos afectuosamente la
educación, lo hacemos por el hecho de que ese Otro nos es importante y digno
de atención y de cuidado (Fernández, 2020). Es a partir del ejercicio educativo
que los maestros ampliamos los horizontes de sentido hacia otras formas de
educar cosa que repercute en una mejor toma de decisiones con nuestros
estudiantes y, por tanto, re-crearnos, re-descubrirnos, re-hacernos y re-
habitarnos en el mundo hoy.
CONCLUSIONES
Las experiencias vividas presentadas abren los horizontes de sentido de la labor
educativa. Todas ellas muestran que la educación va más allá del hecho de
enseñar y eso se debe a que existe en el acto educativo la relación con el Otro.
El maestro quien es una persona, día a día en la escuela se encuentra con otra
persona quien demanda no solo su conocimiento, sino su atención. Es por esa
razón que los docentes coincidieron en la alteración de su yo cuando los
educandos presentaban dificultades, también en el despliegue de su creatividad
para lograr sobresalir con ellos. Así mismo, se hace notorio el afecto como
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principal puente entre la triada docente-estudiante-educación porque una
palabra, un abrazo, una mirada cálida, una sonrisa tierna y un juego pueden
transformar la vida de los estudiantes y sus familias, pero también la propia
existencia del profesor. En ese sentido, el amor se convierte en el motor de la
vocación de educar.
Los docentes hoy día ejercen no sólo el rol de la enseñanza, sino que también
asumen una figura que trasciende los escenarios técnicos y academicistas para
convertirse en amantes de la vida a través del quehacer educativo. De hecho,
existen profesionales que, por situaciones de la vida, terminan ejerciendo la
educación y consideran que fue la mejor decisión que han podido tomar
independiente de los factores externos que la precarizan. De seguro, también
hemos conocido maestros cuya decisión profesional fue por convicción, y que, a
pesar de los años, se sienten satisfechos de serlo, por lo tanto, no se visualizan
de otra manera. Como consecuencia de las experiencias profesionales los
maestros se saben hacedores de la realidad porque a través del ejercicio
pedagógico se vuelven a pensar la vida, a pronunciar el mundo, a cocrear
espacios que habitar y otras formas de ser.
No obstante, pareciera que todos los esfuerzos por mejorar la educación se
limitan a atender de manera asistencial la labor de la educación dejando de
lado la grandeza y las demás aristas que trae consigo. Es que educar se
relaciona directamente con el sentido de la vida que la docencia brinda por
misma. Por lo tanto, se hace ineludible conocer sobre las historias profesionales
que marcaron indefinidamente el valor de la vida de los propios maestros y con
ello, motivar investigaciones sobre el tema. Se ha visto que esta temática ha
sido poco abordada, los estudios que hablan de ello son de corte cuantitativo
basados en categorías como la satisfacción laboral y el bienestar, más no el
sentido de vida. De manera que este escrito surge de una forma de activismo
para reclamar a los colegios, universidades, institutos, fundaciones, Ministerios
de Educación y sociedad civil, brindar a sus profesores no sólo atención de sus
necesidades, sino también en el mejoramiento de sus condiciones, así como sus
motivaciones para trabajar con ahínco. De esta manera los maestros tendremos
mayores argumentos científicos y empíricos que sustenten nuestras luchas.
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