
Facultad de Ciencias Administrativas y Económicas. Universidad Técnica de Manabí. Portoviejo, Ecuador.
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INTRODUCCIÓN
La marca es uno de los activos intangibles de mayor valor en las empresas (Davis, 2002; Kotler y
Keller, 2012). “Es un nombre, término, signo, símbolo o diseño, o una combinación de ellos, cuyo
propósito es identicar los bienes o servicios de un vendedor o grupo de vendedores y diferenciarlos
de la competencia” (AMA, citado en Keller, 2008, p.29). Ella nos dene y es mucho más que logotipos
y marketing. Está relacionada con la pasión y lo que queremos decir, con la causa que nos inspira
(Peters, 2002); pero también son ambivalentes pues constan de dos aspectos fundamentales: el real y
económico que representan el capital principal de la empresa; y el ideal y cultural, que constituye la
atracción social por las marcas y la aspiración de posesión que ellas suscitan (Costa, 2012).
Para Llopis (2011), las marcas son un elemento fundamental en la supervivencia de las
compañías debido al gran potencial de generar ingresos y al valor monetario de las mismas. Por ende
la marca es uno de los activos más importantes y su gestión estratégica es una necesidad para las
empresas.
La marca corporativa representa la identidad, los valores, la visión y la cultura de una empresa
(Balmer y Greyser, 2006; Hatch y Schultz, 2008). Davis (2002) la dene como “un componente
intangible pero crítico de lo que una empresa signica” (p.188). Ésta, deberá desarrollar un modelo
de gestión, trasladando su personalidad a sus distintas líneas de negocio, marcas y empleados que
integran a la misma, ofreciendo coherencia a todas sus actuaciones (Villagra, López y Monfort,
2015).
Por otra parte, Knox y Bickerton (2003) consideran que la marca corporativa y la
marca producto comparten entre sus características la de crear una diferenciación y pertenencia.
Sin embargo Balmer y Gray (2003), exponen que la marca corporativa presenta sus propias
características y ventajas competitivas para las empresas, debido a que logra trasladar los valores de
la empresa, diferenciándose de sus competidores y fortaleciendo los vínculos de lealtad y estima a
los stakeholders.
Así mismo, Balmer (2001), Dunnion y Knox (2004) plantean que las principales diferencias
entre las marcas de productos y las marcas corporativas radican en que las primeras se enfocan en
los productos y en atraer la atención de los consumidores, mientras las segundas se centran en la
organización y en atraer la atención de los múltiples públicos, también las marcas de productos son
comunicadas a través de las comunicaciones de marketing, cumplen una importancia táctica para
la organización y su vigencia depende de la vida del producto, sin embargo las marcas corporativas
emplean diferentes comunicaciones, actividades y contactos, su función es estratégica y su vida útil
es la vida de la organización.
En este sentido, en un mundo tan competitivo, la imagen, la reputación y el branding son
decisivos en el logro del éxito empresarial, ya que se encuentran entre los aspectos más relevantes en
la relación con los stakeholders (Ferrel y Hartline, 2012).
El branding es un anglicismo con el que se denomina la actividad de construcción y gestión
de la marca, algunos de sus comunes usos son: administración estratégica de marca (Keller, 2008);
gestión estratégica de la identidad corporativa (Caprioti, 2009); construcción y gestión estratégica
de marca (Costa, 2012). Además, transmite el valor de una marca a bienes y servicios, a través de
la concepción de variables que lo diferencien de otros productos (Kotler y Keller, 2012), abarcando
todas las etapas de construcción de la misma (Fornelli y Sánchez, 2013). El branding tiene como
objetivo construir una presencia de marca con signicado, para que esta pueda diferenciarse de otras
y atraer y retener consumidores. Por lo tanto, el branding crea y añade valor a un bien o servicio
______________________________________________________________ Rauny Limonta; César Andraus; Orlando Lazo