
e-ISSN 2528-7869
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Revista ECA Sinergia
Vol.16, Núm. 2 (23-33 ): Mayo-Agosto, 2025
DOI: 0.33936/ecasinergia.v16i2.4589
componente clave para las empresas por su capacidad de innovar, desarrollar destrezas y habilidades, lo que permita atraer
clientes, dando solución a sus necesidades, logrando los resultados deseados por las organizaciones al comprometerse a
alcanzar sus metas. Por ello, las empresas buscan personal con cualidades y capacidades que permitan hacer frente a los
desafíos actuales.
Bazantes et al., (2017) menciona que el capital humano tiene la capacidad de apropiarse del conocimiento, habilidades,
destrezas, experiencias pero también posee valores, criterios y personalidades distintivas, buscando adquirir nuevos
conocimientos, mayores capacidades, siendo potencialmente capaz de aporta a la empresa con ideas nuevas y oportunas
que logren la ventaja competitiva. Es así que, Pazmiño Arregui et al., (2020) arma que esta es la razón por la cual,
las organizaciones buscan en su personal, esa cualidad adicional que les permita identicar al capital humano con
actitud emprendedora para liderar las diferentes áreas de la empresa. Indudablemente, a la empresa no le pertenece el
conocimiento de sus trabajadores, pero si puede fomentar en su personal un sentido de pertinencia con la compañía y
las metas que persigue para que siga aportando a la organización. Esto se logra si la empresa sabe motivar al trabajador
incentivando su desempeño, logros y preparación académica.
En cambio, el capital organizacional o también conocido como estructural se reere a la infraestructura y tecnología,
así como a la protección legal del conocimiento que las empresas poseen. Este capital aporta a la empresa mediante
las bases de datos, programas, procesos, marca, cultura, etc. Este capital no es otra cosa que el conocimiento que se
apropia el individuo y que queda en ellos, aun cuando deje la empresa (Flores et al., 2020). El capital estructural no
depende directamente de las personas sino que se consolidan en los trabajadores a lo largo del tiempo, como la cultura
organizacional y las bases de datos tecnológicas. El capital humano no podría desarrollarse y lograr la ventaja competitiva
sin el capital organizacional, es por ello que se complementan. Para Fernández Alvarado et al., (2022) el capital estructural
esta integrado por factores internos, como los programas, manuales, organización, es decir, el conocimiento que sus
trabajadores obtienen mediante la experiencia adquirida y la cultura interna de la empresa.
El capital relacional se basa en el criterio que de que las empresas se encuentran rodeadas de un entorno que las afectas
y de las cuales dependen. Es así que, el capital relacional se trata de las relaciones que la empresa tiene con los clientes,
proveedores y competencia, siendo necesaria esta interacción para lograr un ambiente armónico y positivo. Para Machorro,
Mercado, Cernas, & Romero, (2016) el capital relacional, es un factor diferenciador porque las otras empresas, como
la competencia no pueden imitar, dado que corresponde al valor que el agente externo tiene de la empresa que le provee
de los bienes y servicios que satisfacen sus necesidades. El capital relacional apoya al capital humano en la satisfacción
laboral y este último contribuye al capital organizacional (Quimiz & Salazar, 2019). Para Fernández Alvarado et al.,
(2022) se puede denir al capital relacional como el conocimiento que las empresas tienen de su entorno externo y el
vínculo que han formado.
Las tres dimensiones del capital intelectual según Quimiz & Salazar, (2019):
Funcionan de forma conjunta para un correcto desarrollo del capital intelectual. Sin duda alguna, el reto más grande para
las empresas está en direccionar y controlar al capital relacional y capital humano, mientras que el capital estructural se
forma con una buena administración de las otras dos dimensiones (p. 18).
Es así que, los recursos intangibles contribuyen a la generación de ventajes competitivas. Según Chiquimarca et al.,
(2019) la ventaja competitiva se dene como la adopción de estrategias que aportan valor a través del desarrollo de
capacidades internas y diferenciadoras, las cuales no son fácilmente replicables por los competidores, permitiendo a la
empresa destacar como líder en su sector. En consecuencia, la base para el éxito de una empresa está dada en su ventaja
competitiva, denida como la ventaja que posee la empresa frente a otras organizaciones del mismo sector haciéndola
mejor o superior a su competencia.
Ferrin, (2018) indica que, la competitividad no es otra cosa que la planicación de los procesos, productos y aportes
únicos que se entregan al cliente, y también las ventajas que poseen frente a sus competidores. En una empresa, el capital
intelectual aunque no está reconocida en ningún registro dentro de la contabilidad, es capaz de producir valor. Una
empresa es competitiva si sabe usar sus recursos, y a través de ello, alcanzar la competencia necesaria para permanecer en
el mercado al que pertenece y proporcionar a sus trabajadores un ambiente laboral propicio para desarrollarse personal y
profesionalmente. Así también, las empresas son competitivas si cuentan con la capacidad y la pericia que se obtiene con
el pasar de los años.