
Economía creativa: herramienta impulsora para el emprendimiento en los estudiantes de ciencias empresariales y turísticas
Guerrero-González et al, 2025
revistasinergia@utm.edu.ec
e-ISNN 2528-7869
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Revista ECA Sinergia
Vol. 16, Núm. 1 (126-144): Enero-Abril, 2025
DOI: 10.33936/ecasinergia.v16i1.7069
INTRODUCCIÓN
Las diversas transformaciones socioeconómicas, ambientales, culturales y tecnológicas a nivel global han hecho cambios
trascendentales en las sociedades, y con mayor arraigo posterior a la pandemia del COVID-19, viendose reejados,
especialmente, en la manera de ser, pernsar y actuar de los individuos de éstas, conviertiendose en grupos sociales
que establecen su convivencia bajo reglas communes. Estos grupos bajo el apelativo “grupo social” establecen sus
comportamientos e ideas inuidos por la cultura y su propio contexto o hecho social (Durkheim, 2001). Estos grupos, los
cuales se desarrollan y se convierten en el “Habitus” (Martínez García, 2017) al establecer sus “disposiciones o esquemas
de obrar, pensar y sentir” (Bourdieu, 2007, p. 163) al asociarse como individuos de estas colectividades y legitimándose
como grupo social. Esa legitimación se reeja a través de las instituciones superiores académicas -universidades-, en donde
el capital cultural se adquiere y es avalado por estas, convirtiendo a los inviduos como capaces, brillantes e innovadores a
través de sus conocimientos y saberes adquiridos mediante un proceso de aprendizaje, facilitándoles grandes posibilidades
de integración y desarrollo profesional y personal (Bourdieu, 1987 citado por Sánchez Dromundo, 2007).
Por lo antes expuesto, el individuo como agente se ve involucrado con las diversas interrelaciones sociales, y en donde se
ve abocado a desarrollar su creatividad humana, además de hacerle frente a los nuevos desafíos que emergen dentro de
éstas, aportando con la innovación y la creatividad que da paso al trabajo creativo y el cual se ve integrado por algunos
subsectores socioeconómicos que generan diversidad, libre expresión y circulación de nuevas ideas y pensamientos,
dando como resultado lo que se ha denominado como Economía Creativa. Cabe señalar que el término fue acuñado
por Howkins (2013), y que enfatiza el uso y la aplicación de la creatividad como manera de transformar en resultados
concretos, la generación de renta y empleo, a través de las interacciones en la comunidad para promover actividades
interrelacionadas dentro del proceso industrial y bajo criterios de derechos de autor de la diversidad cultural y el desarrollo
humano. Se aduce, por tanto, que su constante evolución ha contribuido al potencial creativo, fomentando y desarrollando
los diversos sectores socioeconómicos y socioculturales que pivotean entre las tecnologías, la propiedad intelectual y los
objetivos turísticos predispuestos, transversalmente, a nivel micro y macroeconómico con demás subsectores económicos
(United Nations, 2020). Al respecto, Fonseca Reis (2008) sostiene que la economía creativa se compone de:
- Las industrias creativas representada por diversos subsectores especícos que incluyen publicidad, arquitectura,
mercados de arte y antigüedades, artesanía, diseño, moda, películas y vídeo, software de ocio, música, artes del espectáculo,
edición, servicios informáticos y software, radio y TV-, sin embargo, en muchos de los casos y dependiendo de los
aspectos culturales de muchos países incorporan, ocasionalmente, turismo, gastronomía, folclore, joyería, el conocimiento
tradicional, el folclore y el patrimonio inmaterial.
- Procesos y las interrelaciones económicas entre diversos sectores por los cambios sociopolíticos, organizacionales,
educativos y, los meramente socioeconómicos.
- Ciudades y espacios creativos que referencia los movimientos tradicionales y especicidades locales tendientes a revivir
las tradiciones a través de los movimientos culturales organizados que permitan estrategia de integración y desarrollo del
sector cultural.
- Estrategia de desarrollo a través del reconocimiento de la creatividad del capital humano que se fundamenta los cambios
socioeconómicos a través de las TIC’s, al establecer una unión entre ambos, cultura y economía, generando oportunidades
que se asocian a acciones creativas (pp. 25-27).
Sobre este aspecto, algunos estudios citados por Herrera-Medina (2013) han hecho sustanciales aportes a la
conceptualización de la industria o economía creativa, al señalar que su propósito conlleva la producción o reproducción,
promoción y/o comercialización y consumo cultural, artístico o patrimonial (UNESCO, 2010) que se fundamentan
en las tecnologías de la información y comunicación, razón por la cual, debe considerarse por su carácter integral y
multidisciplinario, al existir comunicación entre la economía, la cultura y la tecnología en los productos y servicios
creativos con valores culturales (Santos-Duisenberg, 2021).
De hecho, Buitrago Restrepo & Duque Marquéz (2021) sostienen que la economía creativa benecia a la mayoría de
mujeres y jóvenes de poblaciones marginalizadas y vulnerables, a través del emprendimiento al facilitarles nuevas
oportunidades de empleo y autoempleo promoviendo actividades artisticas y culturales. Es por ello que, ha representado
alrededor del 3,1% de la economía mundial y un 6,2% en la generación del empleo global, aportando 124 mil millones
de dólares en exportaciones de servicios creativos (Prada & Inthamoussu, 2023). Es preciso añadir, además, que en la