Salud mental, psicológica y emocional en la pandemia del COVID-19
Bombón
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Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad Técnica de Manabí. Portoviejo, Ecuador
Introducción
A finales de 2019, en China apareció una “rara” y “desconocida” enfermedad, causada por un agente
zoonótico emergente, en este caso un nuevo betacoronavirus, al cual se le denominó, de las siguientes
formas: Coronavirus, SARS-CoV-2, 2019nCoV o simplemente COVID-19
1,2
.
Dicha enfermedad, marcó un antes y un después en toda la sociedad, pues lo que empezó como un
acontecimiento aislado en Wuhan, trascendió fronteras y poco a poco se expandió de manera abrupta,
vertiginosa y acelerada a nivel mundial, alcanzando a toda la población de manera global, sin hacer
distinción de edad, raza, sexo, etnia, religión, ni condición económica, política o social.
En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 11 de marzo del 2020 declaró
que el COVID-19, podía caracterizarse como una pandemia
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. Por lo tanto, hoy en día nos encontramos
frente a una nueva realidad, entendida por muchos; como una amenaza sanitaria mundial o una
emergencia de salud pública de interés internacional, cuyos casos se han extendido abruptamente a
varios países y regiones de los diversos continentes
4,5
.
Pese a que se trata de una crisis sanitaria, el resto de ámbitos subyacentes (social, económico,
cultural, político, laboral, entre otros) están sintiendo el embate y la magnitud de una enfermedad
desconocida hasta la fecha, en mayor o en menor medida, en todos los países del mundo
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. Además,
como manifiesta la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la pandemia del COVID-19,
además de ser una amenaza para la salud pública, las inherentes perturbaciones a nivel económico y
social ponen en peligro los medios de vida a largo plazo y el bienestar de millones de personas
7
.
Consecuentemente, la enfermedad infecciosa del COVID-19, ha traído consigo al mundo: efectos
devastadores, consecuencias alarmantes e incluso secuelas fatales para toda la sociedad, pues han
alterado indudablemente, la salud física, mental, psicológica y emocional de las personas, haciéndolas
presas del miedo, la depresión y la ansiedad; pero también han generado varios escenarios
psicosociales, que pudiesen estar caracterizados por la incertidumbre, insomnio, ira, temor a ser
infectado, aumento del consumo de alcohol o de cigarrillos, aislamiento social, desarrollo del
trastorno de estrés post traumático, trastornos de somatización, la percepción de la pérdida de la salud,
entre otros
5,8,9
.
Cabe destacar que los temas de salud mental que están emergiendo pueden evolucionar a problemas
de salud a mediano plazo
8
y no todos los problemas psicosociales señalados, podrán calificarse como
enfermedades, pues en lo referente al COVID-19, la mayoría podrían ser reacciones normales ante
una situación extraordinaria como la que estamos viviendo actualmente
10,11
.
Particularmente en el Ecuador, el primer caso se confirmó el 29 de febrero de 2020 y el 13 de
marzo se constituyó el Comité de Operaciones de Emergencia (COE), el cual declaró varias medidas
de confinamiento que se hicieron efectivas a partir del 17 de marzo de 2020
12
.
Dichas medidas incluyeron: el aislamiento social de la población, la paralización de labores
productivas y educativas, afectándose inherentemente a la economía nacional y local, generando en
las personas y sus familias, un alto grado de incertidumbre por el futuro, consecuentemente con el
malestar psicológico y una afectación de la salud mental y emocional del ser humano, tanto de manera
personal o familiar
13
.
A pesar de la aplicación de estas medidas, Ecuador se convirtió en uno de los países de Sudamérica
más afectados por la pandemia durante las últimas semanas de marzo y las primeras semanas de
abril
14
. Los datos de muertes en exceso indican que la Costa fue la región más afectada en los primeros
meses de la pandemia y no fue hasta meses después que la pandemia se hizo visible en la sierra
ecuatoriana y las demás provincias
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.
Sin embargo, a pesar de todos los recursos empleados para contrarrestar la propagación del virus y
disminuir el número de muertes; poco o nada se ha trabajado sobre el impacto económico y
psicosocial, incluyendo a la salud mental, psicológica y emocional; pues se necesitan estrategias
globales adicionales para abordar los nuevos desafíos que esta pandemia ha originado
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. Dichos retos
y desafíos deberán centrarse y ejecutarse en el ser humano íntegramente, en sus familias, en su entorno
y en el resto de la colectividad.