1. Introducción
La investigación, producción y difusión del conocimiento son tareas
consideradas esenciales en el ámbito de la educación superior. La
especialización que se promueve a través de las diversas modalidades y
programas educativos de posgrado en México, junto con un conjunto de
estrategias y políticas educativas, buscan la formación de alta calidad de
recursos humanos que atiendan las necesidades del desarrollo regional y
local con alto grado de especialización.
Esta preocupación podría explicar parcialmente la expansión
vertiginosa desde hace ya varias décadas de la oferta educativa en este
nivel. Particularmente desde el año 2010 a la fecha en el estado de
Chiapas con los programas en educación. Expansión que se percibe con
poco control sobre sus procesos de ingreso, permanencia y egreso del
estudiantado.
Las consecuencias de este rápido crecimiento, en la década de los años
1990, han sido entre otras, el no cumplimiento a cabalidad con el perfil de
egreso propuesto en los programas educativos por donde debe
privilegiarse la formación en investigación: tal como lo sugiere Reynaga
(2002) cuando concibe que la maestría tiene como objetivo proporcionar
una formación de educación superior en una disciplina o área disciplinaria
profundizando en el desarrollo teórico, tecnológico y profesional, para la
investigación y el estado del conocimiento correspondiente a dicha
disciplina o área interdisciplinaria (p. 40).
En este sentido, con las políticas del Programa para el Desarrollo del
Profesorado (PRODEP), se espera que haya fortalecimiento de las Líneas
de Generación y Aplicación del Conocimiento (LGAC) que cultivan los
cuerpos académicos. Esta situación es exclusiva de las universidades
públicas, dejando fuera a las universidades privadas, sobre de aquellas
denominadas de “absorción de la demanda” (Muñoz y Silva, 2013),
debido a que estas no pueden acceder a este programa.
Reynaga (2002) en el análisis de los sistemas de posgrado observaba
una marcada inequidad en el acceso a éstos con una deficiencia académica
seria de los estudiantes, pocas estrategias para propiciar la vinculación de
los posgrados con los sectores público, social y privado, falta de
financiamiento, una mala remuneración económica a profesores
investigadores, entre otros, lo cual afecta el desarrollo y la consolidación
de los posgrados de alta calidad en México.
Derivada de esta compleja realidad educativa de avances y retrocesos
en los programas de posgrados se suscita la investigación, en Chiapas, por
ser uno de los estados considerados como laboratorio de aplicación de
políticas públicas neoliberales con respecto al sistema de educación
superior de posgrado.
Dicho artículo forma parte de los resultados parciales del proyecto de
“Investigación de diseño curricular del programa de doctorado en
educación” iniciado e inscrito a principios del año 2017, y en las políticas
del Posgrado de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), Unidad 071,
en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
El siguiente texto se encuentra organizado en cuatro apartados; el
primero aborda elementos teórico conceptuales sobre el posgrado. El
segundo expone la metodología utilizada en la investigación, el tercero
hace referencia a los resultados y su discusión, finalizando con algunas
reflexiones en torno a esta problemática.
1.1. Elementos teórico conceptuales sobre el posgrado
La conformación del diseño y puesta en práctica de programas de
posgrado se remonta de manera histórica y social al seno de la formación
científica disciplinaria en las universidades, concebidas como centros de
producción y transferencia de conocimientos, así como del forjamiento de
una clase intelectual erudita en la Europa del siglo XVI con el objetivo de
promover el desarrollo de su sociedad en general. Las “universidades
medievales se caracterizaron por ser escuelas de altos estudios con
autonomía corporativa, solidarias entre las personas y promotoras de la
libertad académica; les interesaba una formación que combinara la
enseñanza con el cultivo de la erudición” (Carreño, 2011, p. 330).
Esta concepción histórica y retroalimentada por los cambios sociales y
culturales ocurridos en la ciencia y la tecnología del siglo XVI al XX, se
entrelaza con la definición actual que concibe a los posgrados como:
“procesos formativos que facilitan al profesional complementar su
formación, haciéndolo apto para ejercer la docencia, la investigación,
profundizando sus estudios sobre el tema de interés y comprenden las
especializaciones, maestrías y doctorados” (citando a Icfes, 2002 en
Carreño, 2011, p. 330).
En América Latina la creación de los posgrados fue producto de esa
misma línea histórica dibujada en el siglo XVI y que también se fue
conformando como sistema hasta llegar a mediados del siglo XX, cuando
se retoma con mayor celeridad en las universidades convencionales
napoleónicas la necesidad de atender a los mercados económicos
globalizados.
Se debe señalar que por la conformación de los estados nacionales y la
dependencia económica propiciada por el capitalismo internacional y de
organismos multilaterales del siglo XVIII al XX, se recomienda la
formación de recursos humanos con una alta capacidad de innovación y
con destrezas para resolver problemas locales y regionales de este
contexto Latinoamericano.
En esta lógica eficientista y de calidad, en el posgrado, se convierte en
una instancia de educación superior que, en la mayoría de los casos,
adquiere la legitimación académica y política por parte de los ministerios
de educación y ciencia con el objetivo de satisfacer los requerimientos del
orden económico internacional que así lo demandaban.
La mayor expansión de la matrícula de posgrados en el continente se
observa en la década de los años 80 y 90 del siglo XX, época marcada por
la presencia de políticas neoliberales y de profundas reformas económicas
estructurales o modernizantes (Alcántara, 2008). Es así que el capitalismo
globalizado concibe a las universidades como espacios económicos de
acrecentamiento de capital humano que posean las competencias
racionales necesarias para resolver los problemas presentes en las
economías catalogadas como de subdesarrollo o de Tercer Mundo
(OCDE, 2007).
En Latinoamérica, la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL) desde la década de los años 50 del siglo XX hasta hoy en