es homogénea, etc. Las competencias ideológica y comunicativa tienen
que ver justamente con esa discusión. Este es el resultado de que algunos
no profundizaron en la obra de Chomsky el cual reconoció que existen
distancias entre las condiciones específicas y los ideales, y en segundo
lugar la existencia de la heterogeneidad.
A partir de la década de los años 1960 se comienza a distinguir entre
competencia lingüística y comunicativa pasando de una visión
estructuralista de la lengua (vista como materia de conocimiento, con
énfasis en el aprendizaje de la gramática, de las reglas y estructuras) a una
visión comunicativa (como instrumento de uso, con determinados
propósitos, intenciones y finalidades). En ese entorno es que Hymes
(1972) define el concepto como lo que “...el hablante necesita conocer con
el objetivo de ser comunicativamente competente en una comunidad de
hablante...” y que “...una persona logra la competencia comunicativa
cuando adquiere tanto el conocimiento como la habilidad para usar la
lengua” (p. 281).
A partir de ese momento muchos estudiosos comenzaron a penetrar en
la teoría inicialmente aportada por Hymes y acotaron la competencia
comunicativa desde sus dimensiones Finocchiaro (2002, 2004); Canale &
Swain (1980a), entre otros.
La Lingüística sigue desarrollándose y es conocida en todas las
ciencias (Van Dijk, 1980a, 1980b, 1980c y 1992). Las fronteras de la
lingüística se debilitan y desde la semántica discursiva o desde la
sociocomunicación se acogen los aportes interdisciplinarios relativos al
texto y al habla para ir en la búsqueda de categorías de análisis que
posibiliten el estudio del lenguaje en uso, el estudio de la complejidad y la
variedad de los fenómenos implicados en el discurso. Es por ello por lo
que cuando se aborda el desarrollo de competencias comunicativas es
necesario replantearse interrogantes sobre la relación dinámica entre la
triada: discurso-cognición- sociedad.
Bajtín (1982, 1984, 1993, 1997) y Vigotsky (1982, 1991) sirven como
punto de referencia en la consideración de las hipótesis que sustentarán la
base epistemológica de la propuesta de esta investigación tanto desde lo
pedagógico, lo psicológico como lo social. Ambos destacan la relación
intersubjetiva como elemento funcional significativo que permite la
síntesis de la relación entre la organización compleja de lo real y lo
discursivo.
Desde la concepción de Hymes sobre competencia comunicativa hasta
la actualidad otros especialistas han definido diferentes dimensiones.
Canale y Swain (1980b) iniciaron el análisis definiendo cuatro
dimensiones: la competencia sociolingüística, la competencia discursiva,
la competencia estratégica y la competencia gramatical.
La competencia sociolingüística se vio como el conocimiento del
contexto social en el cual la comunicación se establece. Incluye el papel
de las relaciones, la información que comparten los que participan y el
propósito comunicativo de la interacción.
La competencia discursiva se definió en la interpretación de los
elementos interconectados del mensaje individual y en cómo el
significado se presenta en el discurso entero o el texto. La competencia
estratégica se dio como las estrategias o medios propios que emplea el que
habla para iniciar, mantener, terminar, reiniciar, y cambiar la dirección de
la comunicación.
La competencia gramatical se identificó como lo que es formalmente
posible refiriéndose al dominio de los aspectos gramaticales y de léxico en
un contexto dado. Esta competencia, Van Ek & Alexander (1980) la
refieren como competencia lingüística al proponer la definición de
competencia comunicativa. Estos autores establecen otra dimensión y la
denominan competencia sociocultural definida en ese entonces como "...
la habilidad de usar las expresiones de la lengua con cierto grado de
familiaridad en un contexto sociocultural dado en el cual el idioma se
utiliza" (p. 233).
A partir de ese momento comienza a tenerse en cuenta esta nueva
competencia, que se entiende como la capacidad de desarrollar
conocimientos de la cultura extranjera y todo lo que ello supone. Así pues,
Nauta (1992) afirmó “...ya no hablamos de conocimientos culturales, sino
de una competencia, una destreza cultural”.
Para el MCER (2012) la competencia sociocultural no es una
competencia relativa a la lengua, sino que se sitúa entre las competencias
generales de la persona entendiéndose como un aspecto más del
conocimiento del mundo.
El tema de la enseñanza del IFE ha generado incontables discusiones y
son muchas las metodologías propuestas con el fin de responder a la
cuestión de cómo enseñar adecuadamente una lengua extranjera en el
aula. Los lingüistas y estudiosos del tema han sugerido diferentes
enfoques y puntos de vista hasta llegar a la clasificación de ciertas
competencias que un individuo ha de dominar si desea ser considerado
hablante de una lengua extranjera. Entre ellas se encuentra la competencia
sociocultural o linguo-cultural debido a que recoge los dos aspectos que
tanto se han debatido a lo largo del tiempo el componente lingüístico y el
cultural.
Otro aspecto esencial es el concepto de cultura que ha ido variando a
lo largo de los años adquiriendo diferentes matices según la noción que se
tuviera de esta en una época determinada. Fue en el siglo pasado que los
antropólogos y sociólogos empezaron a mostrar interés por estudiar la
cultura en base al comportamiento de la sociedad que la conformaba. Se
comenzó a entender como un conjunto de actuaciones, tradiciones y
formas de comportamiento características de una civilización determinada
(Santamaría, 2008, p. 32). Desde entonces son muchos los especialistas
que han propuesto definiciones de cultura fundamentadas en la idea de
Malinowski (1970).
Si bien las definiciones posteriores realzan la importancia de la
comunicación. Edward Sapir, fundador de la etnolingüística (citado en
Lantolf & Thorne, 2006; Martín et al., 2008 y Miquel, 2004) fue el
primero en establecer de manera específica una relación entre lengua y
cultura alegando que de todos los aspectos de la cultura el lenguaje fue el
primero que evolucionó hacia formas desarrolladas y su perfección
esencial es una condición necesaria para el desarrollo global de la cultura.
Otros estudiosos del tema fueron formulando teorías acerca de esta
relación entre una cultura y su lengua de modo que los aspectos culturales
fueron ganando terreno en la enseñanza de lenguas extranjeras,
especialmente a partir de la década de los ochenta. Más concretamente
Byram (1997) estableció una relación entre cultura, lengua y didáctica.
Instauró tres categorías que casi una década más tarde García (2000)
resumió como “el dominio de lo ideal”, “el dominio de lo documental” y