desfavorecidos, detección de malos tratos y abusos sexuales, mejora del
clima de convivencia, atención ante el fenómeno de la violencia y
participación de toda la comunidad educativa, cuya presencia se acepta y
demanda cada vez más; participa activamente en la educación no formal a
través de la promoción y organización de actividades formativas para
desempleados, personas con discapacidad, drogodependencia, mujeres
víctimas de violencia doméstica o inmigrantes, entre otros sectores.
Como complemento a lo descrito, la Federación Internacional de
Trabajadores Sociales (FITS) considera a la institución escolar como uno
de los pilares de prevención. El medio escolar es el primer espacio donde
se pueden detectar problemas familiares y sociales. Esto facilita una
intervención temprana (Merino & Namicela, 2012), y se convierte en el
escenario idóneo para el trabajador social.
Según Mariangeles (2014) las demandas e intervenciones en las
escuelas asumen distintas formas según cada proyecto institucional,
distrital y regional. Los equipos docentes y particularmente los equipos
interdisciplinarios en los que interviene el trabajo social desempeñan un
importante papel en la creación de condiciones sobre las cuales se
despliegan las trayectorias escolares de los sujetos. Aspecto que sustenta
la trayectoria que ha tenido el sistema educativo en la sociedad desde la
ayuda y protección a la infancia hasta la atención a la población con
necesidades especiales (Moraleda & Martínez, 2007).
En el sistema escolar la intervención del trabajador social se explica si
se considera que un grupo familiar, así como la red de relaciones
personales, constituyen el soporte a través del que se articulan y
operativizan las acciones para cambiar o mejorar el problema que exista.
Siendo estos los espacios de la intervención sociofamiliar desde el trabajo
social escolar, además del centro escolar al que asiste el estudiante
(Consejo General del Trabajo Social, 2010).
Al trabajo social le corresponde asesorar a la comunidad educativa
sobre aspectos familiares y sociales de los estudiantes, recursos
socioeducativos de la zona, la realización del estudio y la valoración
sociofamiliar de los casos detectados, así como la participación en el
desarrollo de programas de garantía social, de orientación escolar o
profesional y en programas formativos para padres y madres. El
trabajador social con sus acciones deberá influir en todos los espacios de
la vida social y sobre los conflictos que se presentan en la relación
familia- escuela- educando (Puentes, 2016).
Las funciones del trabajador social consisten en promover una mejor
calidad de vida y bienestar social a los diferentes sectores de la población
en los que el profesional se involucre, así como conocer, gestionar y
promocionar los recursos existentes entre sus usuarios y otros
profesionales del contexto social, que le permitan agilizar y asistir las
necesidades existentes.
A partir de investigaciones sociales que permiten identificar e
interpretar las causas de los fenómenos sociales que se presentan el
trabajador social también puede plantear alternativas de solución mediante
el diseño de programas de bienestar y seguridad social.
El trabajador social es el profesional que se convierte en el elemento
de enlace con las familias y el facilitador de acceso a los recursos que
requiere el equipo técnico de profesionales en Psicología Clínica y
Trabajo social para: el desarrollo integral de los estudiantes; analizar las
demandas y necesidades específicas de cada actor de la comunidad
educativa, especialmente en lo referente al proceso enseñanza-
aprendizaje; orientar y asesorar al personal docente, directivo y
representantes legales de los estudiantes, sobre la implementación o
adaptación de estrategias de enseñanza- aprendizaje para los estudiantes
que lo requieran; participar en procesos formativos extraescolares y
programas de prevención y promoción; participar en procesos reflexivos y
correctivos para alcanzar el desarrollo personal e integración social de los
sujetos, y formar parte de investigaciones que le permitan incrementar sus
conocimientos sobre la especialidad (Fárez, 2015).
Entre las capacidades del trabajador social según el Modelo de
Atención Integral de los Departamentos de Consejería Estudiantil de
Ecuador, propuesto por el Ministerio de Educación, Subsecretaría de
Calidad y Equidad Educativa, Dirección Nacional de Educación para la
Democracia y el Buen Vivir de Ecuador en el año 2012, se destacan el
análisis de su campo profesional y en forma interdisciplinaria los
problemas y sus alternativas de solución, establecer y mantener relaciones
fluidas con todos los miembros de la comunidad educativa, mostrando
habilidades sociales, capacidad de gestión, de relación, comunicación y
respeto a la diversidad, aportando soluciones a conflictos que se
presenten, identificando factores de riesgo, brindar confianza y apoyo,
diseñar estrategias y ejecutar acciones de intervención que dinamicen la
participación de los sujetos en proyectos de desarrollo social que
requieran el abordaje de necesidades específicas en niños, niñas y
adolescentes.
Según este mismo modelo, pero con actualizaciones el Ministerio de
Educación del Ecuador (2016) determina las competencias y
conocimientos profesionales de los miembros del DECE, entre las que se
destacan: conocimiento de las leyes, normas y reglamentos que rigen el
accionar de estos profesionales; conocimiento y aplicación de principios
psicológicos, neurológicos y pedagógicos en la intervención de problemas
y variables vinculadas al comportamiento y de aprendizaje, y todas
aquellas situaciones relacionadas con la inclusión, problemas de la
sociedad actual, proyectos de vida y acciones que promuevan el desarrollo
de habilidades para la vida.
3.2. Retos y limitaciones para el ejercicio profesional
Los retos y desafíos para el ejercicio profesional incluyen entre otros
aspectos la incorporación de los avances tecnológicos y el desarrollo
científico técnico, la capacidad de influir en el desarrollo humano, así
como en la sostenibilidad de acciones sobre lo social a largo, corto y
mediano plazo (Damián, 2016).
Para Cárdenas (2014), entre los retos y desafíos como agente
educativo está el trabajo con familias en actividades como el de colaborar
con el desarrollo de programas formativos a las mismas, orientación en
temas de desarrollo de los niños y adolescentes, en la responsabilidad