1. Introducción
La inserción laboral de las personas con discapacidad es un reto al que
se están dando algunas respuestas, pero aún hay un largo camino por
recorrer (Riaño-Galán et al., 2016). Cuando se habla de discapacidad, sea
de la tipología que sea, adquirida, o genética; discapacidad visual,
auditiva, mental (intelectual o psíquica), motriz o física, discapacidad
visceral, suele llegar a trastocar el desenvolvimiento normativo para la
persona que la padece o para la dinámica familiar.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), define al concepto de
discapacidad como las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las
restricciones de la participación. Las deficiencias son los problemas que
afectan a una estructura o función corporal; las limitaciones de la
actividad son dificultades para ejecutar acciones o tareas, y las
restricciones de la participación son problemas para participar en
situaciones vitales (OMS, 2016).
Fuentes (2013) indica que se ve a la discapacidad como resultante de
la interacción entre la persona y el ambiente en el que vive, con una visión
positiva acerca de las posibilidades de vida de las personas con
discapacidades, enfatizando en la igualdad, las capacidades, la autonomía
y la integración.
De igual manera la OMS (2017), ratifica que la discapacidad es “toda
restricción o ausencia debida a una deficiencia, de la capacidad de realizar
una actividad en la forma o dentro del margen considerado normal para el
ser humano”.
Las condiciones a las que se enfrentan las personas que padecen de
una discapacidad dentro de los procesos sociales, tales como el trabajo, la
educación, entre otros, son medios cargados de situaciones altamente
psicógenas que afectan directamente a quien padece de una discapacidad,
de aquí se parte con la premisa que toda discapacidad lleva altas cargas
psicógenas para la persona que la padece, o la familia con quien vive.
Los factores psicosociales son condiciones presentes en situaciones
laborales relacionadas con la organización del trabajo, el tipo de puesto,
la realización de la tarea, e incluso con el entorno; que afectan al desarrollo
del trabajo y a la salud de las personas trabajadoras. Por lo que los
términos “organización del trabajo y factores organizativos” son
intercambiables en el contexto laboral con “factores psicosociales” para
señalar las condiciones de trabajo que conducen al estrés (Gil-Monte,
2012).
Las personas con discapacidad representan aproximadamente mil
millones de personas, lo cual sería un 15 % de la población mundial,
donde alrededor del 80 % están en edad de trabajar. Sin embargo, su
derecho a un trabajo digno, es con frecuencia denegado. Las personas con
discapacidad, sobre todo las mujeres, se enfrentan a enormes barreras
actitudinales, físicas y de la información que dificultan el disfrute a la
igualdad de oportunidades en el mundo del trabajo. Todo ello resulta que
experimenten mayores tasas de desempleo (OIT 2014).
Sin embargo, es de alta prioridad el trabajo directo con personas que
cuentan con alguna discapacidad, el trabajo debe ir encaminado al
fortalecimiento de la resiliencia del individuo con discapacidad, esto
apuntando a los factores psicógenos, psicosociales y afectivos, que son los
principales factores aberrantes que descomponen los procesos normativos
del desenvolvimiento laboral y educativo.
Las personas con discapacidad, tienen más probabilidades de tener
empleos mal remunerados, con pocas perspectivas profesionales y malas
condiciones de trabajo. Es así que, en el mundo existe un vínculo
innegable entre la discapacidad, la pobreza y la exclusión. La falta de
igualdad de oportunidades de empleo para las personas con discapacidad
constituye una de las causas subyacentes de la pobreza y la exclusión de
dichas personas (OIT 2015). Toda vez que se deteriora la calidad de vida
por la falta de empleos dignos, adecuados a sus necesidades psicosociales
y afectivas para un buen desempeño laboral.
La mejora de la calidad de vida mediante el empleo en personas con
discapacidad es un tema complejo y multidimensional. En consonancia
con Riaño-Galán et al. (2016) es necesario mejorar el nivel de
autodeterminacion para una mayor participación social y bienestar
personal. Representa un agente de cambio que demanda una escuela
inclusiva y el diseño de programas centrados en la persona (Muntaner,
2013), y a su vez la mejora de las condiciones de inserción en el mercado
laboral para que la persona adulta tenga un trabajo digno y pueda adquirir
mas autonomía, independencia y relaciones sociales que lo fortalecerán y
elevaran su calidad de vida.
Sin embargo la inserción laboral de las personas con discapacidad aún
refleja debilidades, porque necesitan una adecuación del puesto de trabajo
a sus características para compensar diferencias y hacer efectivo el
principio de igualdad en los resultados durante los procesos de inserción,
garantizando la inclusión educativa, social y laboral (Pierson, Warter,
Lane & Glaeser, 2008; Simonsen & Neubert, 2013).
El 85 % de las personas con discapacidad en edad de trabajar dentro
de América Latina y el Caribe, presenta dificultades para obtener un
empleo, asi lo refleja la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Ecuador no es la excepción, más aún cuando las personas con
discapacidad y la población con discapacidad visual se enfrentan al reto
de estudiar para luego no conseguir trabajo. Por lo que se hace necesario
adaptar y adecuar los puestos de trabajo a la infraestructura física, de tal
manera que esas personas puedan ser insertadas al ámbito laboral y
mejorar su calidad de vida, así como para implementar ayudas técnicas
necesarias para el buen desempeño (iluminación, máquinas de escritura
en braille, manejo de Jaws) (Ordoñez, 2011; Guerra et al., 2016).
De acuerdo a los datos obtenidos en el Registro Nacional de
Discapacidades de Ecuador (CONADIS) en el Manual de Buenas
Prácticas para la inclusión social de las personas con discapacidad están
identificadas las estadísticas agrupadas por tipo de discapacidad de la
siguiente manera, discapacidad física, discapacidad psicológica,
discapacidad Intelectual, discapacidad Sensorial (Visual, Auditiva y de
Lenguaje) (Ministerio de Relaciones Laborales & CONADIS - Consejo
Nacional de Igualdad de discapacidades, 2013).
En Ecuador, con las campañas y las leyes que se promulgan a favor de
la inclusión se ha evidenciado un aumento de la cantidad de individuos
con discapacidad accediendo a puestos laborales acordes a sus
capacidades, esto visto desde las compañías que presentan protocolos de
inclusión conformes a los propuestos por las instituciones
gubernamentales y sociales. Todo ello ha incidido en un mejor tratamiento
y apoyo a las personas con discapacidad, sin embargo, aún aparecen
falencias derivadas de las políticas del actual gobierno que ha deteriorado
lo logrado en años recientes.