provocan las brechas existentes entre el estado actual y el estado deseado?
¿qué falta por hacer a los gobiernos locales y a la sociedad?
La investigación, muestra un estudio de caso, desarrollado en el
Gobierno Autónomo Descentralizado municipal de Portoviejo, un cantón
capital de provincia, cuya población proyectada al 2020 por el Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos INEC es de 321.800, lo que significa
que es el cantón mayormente poblado de la provincia, a más de ser
catalogado por la Cátedra UNESCO como ciudad intermedia (menos de 1
millón de habitantes y acoger a más del 50% de la población en la zona
urbana). Por sus características territoriales endógenas ejerce una
influencia notable sobre el resto de los cantones.
El modelo de administración del gobierno municipal se basa en una
gestión por procesos enfocada en resultados, que ha sido referencia local
y nacional, a tal punto que en agosto del año 2020 recibió el
reconocimiento del programa Modelo Ecuatoriano de Calidad Excelencia,
nivel comprometido, del Ministerio de Trabajo; galardón que se le ha
asignado al primer y único municipio del país.
Con el afán de contribuir en el fortalecimiento de la gestión local a
través de los Planes de Desarrollo y Ordenamiento Territorial PDOT, se
desarrolla este caso de estudio. El objetivo del artículo fue evaluar la
efectividad del sistema de planificación del Gobierno Autónomo
Descentralizado municipal del cantón Portoviejo, reflejada en la calidad
de su Plan de Desarrollo y Ordenamiento Territorial.
1.1. Marco teórico
La palabra desarrollo usualmente ha sido relacionada a los avances y
progresos en el campo económico. La Real Academia Española traduce al
desarrollo como la “evolución progresiva de una economía hacia mejores
niveles de vida”, mientras que, cuando se refiere a las personas, se define
como progreso, bienestar, modernización, crecimiento económico, social,
cultural o político. En las ciencias sociales y la política, el desarrollo alude
a un amplio abanico de asuntos académicos y prácticos (RAE, 2017).
Gudynas (2018) afirma que el sentido convencional del desarrollo, y
en particular la llamada “economía del desarrollo”, se popularizó
inmediatamente después de la segunda guerra mundial, como respuesta
práctica a la pobreza y a la distribución de la riqueza. Se distinguieron por
un lado los países desarrollados, y por el otro, las naciones
subdesarrolladas, entre ellas América Latina.
Poco tiempo después comenzaron a aparecer los primeros
cuestionamientos y debates para separar “desarrollo” de “crecimiento”, es
decir los aspectos cualitativos de los cuantitativos, pues era necesario
involucrar aspectos ambientales sociales y culturales, y no solamente
económicos, en ese sentido, Sen (2000) propone que el desarrollo requiere
la eliminación de importantes fuentes de la ausencia de libertad como son
la pobreza y la tiranía, oportunidades económicas escasas y privaciones
sociales sistemáticas, falta de servicios públicos e intolerancia de estados
represivos.
El Banco Mundial (2020) menciona que alrededor del 55% de la
población mundial, esto es 4 200 millones de habitantes, viven en
ciudades. Se cree además que esta tendencia continuará, y que, en el 2050,
la población urbana se duplicará; 7 de cada 10 personas vivirán en
ciudades.
En ese sentido, en territorios urbanizados, se necesitarán proyectos
colectivos de ciudad que no se basen tan solo en el desarrollo de
infraestructuras físicas y en el consumo descabellado de recursos, sino que
desde los gobiernos locales se planifique ese crecimiento poblacional
garantizando el acceso a servicios básicos.
Una de las teorías más recientes y que a juicio de los autores tiene un
enfoque desafiante y acertado, es la del desarrollo sostenible, al poner de
manifiesto la prioridad de la satisfacción de necesidades presentes y
futuras, garantizando el equilibrio entre el crecimiento económico, el
cuidado del medio ambiente y el bienestar social, lo que resulta muy
complejo, sobre todo en países con economía de capital.
El desarrollo sostenible, es un enfoque predominante en la actualidad
a nivel mundial, que hace énfasis a la degradación progresiva del medio
ambiente como uno de los grandes problemas actuales, y que tiene que
ver con el comportamiento humano y su capacidad de transformar el
ambiente que le rodea, en sentido se coincide con los postulados de
Gómez (2020) cuando plantea la necesidad de generar condiciones
políticas para el desarrollo de este modo de producción.
En ese sentido, CEPAL (2018) en su publicación Agenda 2030 y los
Objetivos de Desarrollo Sostenible los define como una oportunidad para
construir una agenda política para la sostenibilidad económica, social y
ambiental del mundo.
Así también UNESCO (2017), promueve la educación para el
desarrollo sostenible (EDS), que tiene que ver con la generación de
condiciones que provoquen un cambio de actitudes y conductas que nos
conduzcan a sociedades más sostenibles; para lograrlo se necesita un
cambio en los estilos de vida y en la forma de pensar y actuar, y es allí
donde el sistema educativo cumple un rol importante introduciendo
nuevas pedagogías.
Un aporte que no puede quedar de lado es la teoría del “desarrollo a
escala humana” promovido por el economista chileno Manfred Max-
Neef, que se basa en tres postulados centrales: el desarrollo se enfoca en
las personas y no en los objetos, distingue satisfactores de necesidades, y
la pobreza es un concepto plural que depende de las necesidades
insatisfechas (Max-Neef et al., 2010). A partir de este acertadísimo
postulado es que se desarrollan ciudades para la gente como lo dice Gehl
(2014).
Una reivindicación en el sistema de planificación territorial es
alcanzar espacios al servicio de la gente y no que la gente se ubique a
disposición de la ciudad o del mercado, sin embargo, esto aún se debate
entre las políticas públicas y acciones organizativas de las propias
personas.
El desarrollo sostenible de la mano con el desarrollo a escala humana,
nos hacen pensar desde vientos esperanzadores, sobre todo porque se
colocan en el debate público, de sectores académicos, de gobierno, de
organizaciones sociales, la concepción del desarrollo no como un asunto
menor, sino como un factor determinante para la vida y progreso de los
pueblos; paralelo a ello se requieren instrumentos sobre los cuales se
asiente esa visión de desarrollo, y es el rol que deben cumplir los planes
de desarrollo y ordenamiento territorial para propiciar el desarrollo local.
Blanco (2003) menciona que el desarrollo de los territorios no es
sinónimo de desarrollo municipal, sino que se trata de un proceso
impulsado desde abajo hacia arriba, apoyado en las capacidades
endógenas de los territorios, como también lo menciona Quispe (2016),
sin embargo Castellanos (2017), contrariamente refiere que desarrollo
local es un tema del gobierno local, dado que implica lo administrativo y
la gestión, aunque refiere también que no debe reducirse a ello, pues
necesita procesos en un nivel más alto.
Se considera que es fundamental que este proceso este liderado
principalmente por los gobiernos locales, en conjunto con la comunidad,
las asociaciones o empresas locales, y de ser necesario algunas
instituciones de apoyo presentes en el territorio, sin embargo, es