1. Introducción
En la actualidad existen múltiples elementos que intervienen
en el rendimiento académico, ésta es considerada una variable de
gran complejidad (Sánchez et al., 2017). Es menester que el
desempeño académico se ve afectado por las condiciones físicas
del salón de clases. Investigaciones exponen evidencia de que la
efectividad del aprendizaje se ve afectado de manera sustancial
por factores relacionados con la ergonomía del aula en relación al
diseño estructural de los espacios, el nivel de iluminación
adecuado y los niveles permisibles de ruido.
Álvarez y Cols (2017) relacionan el bienestar de la
inteligencia emocional con el nivel de bienestar laboral y vital
considerando que al existir alguna dificultad estos se pueden ver
modificados y en consecuencia el desarrollo con su entorno.
La incidencia de manera significativa en los estudiantes
universitarios son aquellas situaciones de tipo familiar, factores
económicos y políticos, así como el momento histórico, como la
transición de una crisis en el país.
Respecto a la psicología se reconoce la importancia que
poseen los elementos internos tales como la motivación, tipos de
inteligencia, la inteligencia emocional, el locus de control, el
bienestar e incluso el estrés en relación con su incidencia en el
rendimiento de los estudiantes (Cazallo et al., 2020).
Todas las acciones humanas se fundan en lo emocional,
independientemente del espacio operacional en que surjan, y
debido a ello, las emociones constituyen una parte fundamental
de los seres humanos, por lo tanto, están presentes en diversos
aspectos de la vida de las personas, y no hay ninguna acción
humana sin una emoción que la establezca como tal y la torne
posible como acto. Las emociones están vinculadas a la naturaleza
humana como lo indican estas afirmaciones, por lo cual influyen
y se relacionan con todos los ambientes donde se desenvuelve la
vida de las personas (Palma, 2020).
Durante la última década las investigaciones relacionadas con
el estudio de la inteligencia han aumentado, siendo así que desde
la escuela tradicional se enfocaba única y exclusivamente a los
procesos cognitivos, dando apertura al hecho de que el
rendimiento académico (RA) tradicionalmente era asociado a la
capacidad intelectual anticipatoria para la adquisición de buenas
calificaciones (Arntz & Trunce, 2019) lo cual ha sufrido una
transformación en el siglo XXI, considerando a la inteligencia en
la actualidad como multifactorial cobrando importancia una serie
de nuevos factores entre los que encuentra la inteligencia
emocional (IM).
Ante dicho panorama el desarrollo de investigaciones en el
marco de IM y RA presenta poco o nulo estudio bajo esta
correlación de variables en México. El abordaje del RA ha tenido
mayores implicaciones en los ámbitos social, empresarial, médico
y psicológico, presentando menor afluencia en la línea de
investigación educativa, aunque este episodio representativo
constituya un incremento a nivel educativo. La correlación de
ambos ámbitos permite visualizar e identificar la problemática
detectada en este rubro, en donde el vacío de estudio e
investigación se ha hecho presente; y debido a ello, un sistema de
procesos educativos y de formación académica deben ser
realizados diversificando e identificado las variables que
modifican esta área de estudio (Cáceres, et al., 2020; Rodrigo, et
al., 2019).
Indagar respecto a cómo se comportan las variables
mencionadas a causa del gran avance tecnológico y a los cambios
que debido a su causa se han desarrollado a nivel social, exigiendo
un tipo de ciudadanos diferentes, ha llevado por delante a que la
investigación sea necesaria dentro del contexto universitario.
Influyendo también las diversas formas de comunicación de
los jóvenes y, de mayor relevancia, los cambios en la
implementación de modelos educativos, las currículas basadas en
competencias, teniendo como escenario principal a la sociedad
global en la cual estamos inmersos. Sin lugar a dudas, todo ello
conlleva diferencias significativas en los estados emocionales
entre los jóvenes adultos que habitan las instituciones de
educación superior (Jaimes, 2008; Carrasco, 2013; Páez &
Castaño, 2015; De la Rosa, et al., 2019; Palma-Delgado, 2020).
La obtención de potencialidades por parte de los estudiantes,
lo esperado en relación al curriculum en las universidades, el
desempeño a nivel laboral muestra las habilidades de interacción,
comunicación y empatía, permite reconocer que es incuestionable
el aprender a avanzar respecto a la inteligencia emocional
otorgando elementos orientados al aspecto práctico para el
desenvolvimiento y ejecución de su carrera , así como también el
aspecto relacionado con el desarrollo personal de los estudiantes,
logro o nivel de satisfacción y el beneficio personal (Mira, et al.,
2017).
La inteligencia siempre ha sido valorada como aquella
característica distintiva de los seres humanos con respecto de los
demás seres vivos, e, indudablemente, existen muchos ejemplos
en la historia en donde la solución a un problema se encontraba
en la previa reflexión y aplicación creativa (Jaimes, 2008; Alves
et al., 2019; Austin et al., 2015).
Se ha experimentado un mayor interés en las últimas décadas
en los aspectos emocionales durante el desarrollo de los
individuos, la dicotomía razón-emoción, logrando adquirir mayor
consciencia de la mutua influencia entre los procesos cognitivos
y emocionales (Jaimes, 2008; Villacorta, 2010; Carrasco, 2013;
Páez & Castaño, 2015; Salcedo, 2017; Sánchez, Árraga & Pirela,
2017; De la Rosa, Olivas & Riera, 2019; Arntz & Trunce, 2019;
Palma, 2020).
La evidencia empírica demuestra que ser cognitivamente
inteligente no es suficiente para garantizar el éxito académico,
profesional y personal, esto en contraposición al pensamiento
tradicionalista que postula la sobrevaloración de la inteligencia de
las personas en menoscabo de otras cualidades de los individuos
(Shablack, Becker & Lindquist, 2019).
El coeficiente intelectual dentro del sistema educativo
mexicano ha sido exaltado debido a la importancia que posee en
relación al papel que funge en materia de la resolución de
problemas matemáticos, la comprensión de pensamientos
abstractos, la clasificación de elementos y conjuntos así como
identificar, discriminar, inferir, comparar, analizar, y en razón de
lo cual la obtención de buenas calificaciones (Hernández et al.,
2017; Cazalla & Molero, 2014; Ferrando et al., 2011).
En el ámbito educativo los aspectos intelectuales y
académicos de los alumnos a finales del siglo XX poseían
prioridad ante los emocionales y sociales siendo estos