1. Introducción
A partir de la Actualización Curricular del Bachillerato Científico de
la Educación Media llevada a cabo en Paraguay en 2014 (MEC, 2014), en
las asignaturas de Matemática de ese nivel se postula, para los estudiantes,
el logro de competencias disciplinares. Es así que, en diferentes materiales
provistos por el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), figuran
enunciaciones de competencias que vinculan contenidos matemáticos
específicos de cada año escolar, la resolución de problemas y la
modelización de situaciones de la vida real. A modo de ejemplo, en un
texto de 1º año para docentes se menciona como competencia específica
de la disciplina: “Formula y resuelve situaciones problemáticas que
involucren la utilización de conceptos, operaciones, teoremas y
propiedades matemáticas del Álgebra, la Trigonometría, la Geometría
Analítica y el Cálculo, aplicadas a la modelización de situaciones de la
vida real” (MEC, 2016a, p. 9).
A partir de este tipo de enunciación, se advierte la necesidad
primordial de comprender cuál es el enfoque subyacente a los documentos
y materiales curriculares, entendido desde la Educación Matemática.
Identificada la perspectiva didáctica pretendida, se la podrá poner en
diálogo con el desarrollo profesional de los docentes en ejercicio de modo
de reconocer si cuentan con herramientas didácticas para interpretar la
norma que el MEC establece y para tomar decisiones apropiadas para
planificar y gestionar sus clases en el nivel medio.
Desde el punto de vista de la Educación Matemática, los términos
Resolución de Problemas y Modelización Matemática admiten distintos
significados según los autores o posicionamientos que se consideren.
Según cuáles de ellos se asuman, las clases que deben impartirse no
podrían ser de tipo tradicional, entendidas estas en el sentido del modelo
normativo que presenta Charnay (1994). Asimismo, el interés en el
desarrollo de competencias también sugiere que el tipo de clase dada no
pueda enmarcarse en este modelo. Esto se debe a que, para el desarrollo
de competencias se requiere un rol activo del estudiante en la toma de
decisiones (López, 2016), contrapuesto al que tiene en clases
tradicionales.
El siguiente apartado pretende ampliar en los dos sentidos que el
párrafo anterior dejó sugeridos. Por un lado, un encuadre en Educación
Matemática de la Resolución de Problemas (RP) y la Modelización
Matemática (MM), y otro, una caracterización del tipo de clase que
resultaría adecuada para un trabajo planteado en esas perspectivas.
Distintos autores trabajan en Modelización Matemática (Díaz et al.,
2020; Pochulu, 2018, Beimbengut y Hein, 1999; Bassanezi, 2002; Falsetti
& Rodríguez, 2005; Barquero, 2009; Cristante et al., 2008, entre otros) y
podríamos considerar que comparten ciertos puntos en común, a saber.
Primeramente, se parte de una situación (extra o intra-matemática) que
será modelizada luego de un proceso que conlleva: búsqueda de
información, toma de decisiones sobre variables a considerar y descartar
lo que lleva a una simplificación de la situación; el planteo matemático en
sí (modelo matemático), el trabajo al interior del modelo y el análisis de
factibilidad de la solución matemática alcanzada, respecto de la situación
inicial. Se estudian diversas relaciones con el uso de las nuevas
tecnologías, el tipo de enunciado que puede dar origen a un proceso como
el descripto, el rol del docente, formas de evaluación y seguimiento, etc.
Siempre se resalta que, al considerar esta perspectiva en clases de
matemática, quien debe encarar el proceso de modelización es el
estudiante bajo la guía y orientación del docente.
En algunos textos, se menciona la MM refiriéndose al trabajo que los
estudiantes hacen a partir de un modelo matemático dado. Es decir, se le
presenta a los estudiantes el proceso recién mencionado ya iniciado. Esta
es una interpretación que está vigente la que, desde nuestra perspectiva,
debilita el sentido formativo pretendido.
Ahora bien, la Modelización Matemática como línea teórica del
campo de la Educación Matemática (excluyendo la última interpretación
mencionada) está emparentada con la de Resolución de Problemas
(Pochulu, 2018), aunque son diferentes. Como puede verse en Pochulu y
Rodríguez (2012), el enfoque de Resolución de Problemas (origen
atribuido a Polya, 1989), pone el foco en que el estudiante se convierta en
un buen resolutor de problemas matemáticos. Se prioriza, por sobre la
adquisición de contenidos conceptuales, la adquisición de estrategias de
resolución de problemas y la reflexión sobre el propio proceso cognitivo.
Para que ello sea posible, las consignas que enfrente el estudiante deben
provocarle un bloqueo inicial, a partir del cual desplegará estrategias
(heurísticas) para abordarlas. Esta condición -bloqueo- es clave para que
la actividad pueda considerarse problema para el sujeto. El docente
generará, cuando lo considere apropiado, un momento posterior a la
resolución de problemas, de reflexión metacognitiva, mediante consignas
específicas que plantee en clase. En síntesis, es imprescindible que el
estudiante no sepa cómo resolver la consigna al momento de abordar la
resolución (bloqueo), que no esté guiada ni incluya los pasos que
conducen a la resolución. Asimismo, es clave que el estudiante no sepa a
qué contenido conceptual matemático podría apelar para resolverla. El
trabajo que esta línea plantea inicialmente es individual, pues las
estrategias que se van adquiriendo son personales, la reflexión
metacognitiva también, y, ambas, son cuestiones centrales en esta
perspectiva teórica. Para ampliar detalles sobre este enfoque, puede verse
Pochulu y Rodríguez (2012).
Cabe señalar otras interpretaciones al término Resolución de
Problemas, diferentes de la mencionada. Por un lado, una de ellas, que
desde nuestra perspectiva también debilita el sentido formativo, es
trabajar con problemas de aplicación de contenidos previamente
enseñados. Docentes enmarcados en el modelo normativo, suelen
mencionar que, al terminar la ejercitación dada a sus estudiantes, les dan
problemas. Estas actividades están pensadas para aplicar el contenido
explicado y distan de la conceptualización dada, en el sentido de Polya.
Se suelen encontrar consignas dadas en lenguaje natural, o en contexto
extramatemático, pero no generan bloqueo al estudiante quien, además,
sabe exactamente qué es lo matemático que debe poner en juego.
Otra acepción posible se da cuando se asocia la Resolución de
Problemas con la Teoría de Situaciones Didácticas cuyo principal autor es
Brousseau, ver Pochulu y Rodríguez (2012). Considerar la RP desde esta
perspectiva cambia sustantivamente lo pretendido. Bajo este enfoque, se
diseñan problemas (los términos acuñados en la teoría son situaciones
adidácticas y situaciones fundamentales) para que emerja un contenido
matemático. El diseño de los problemas sigue otra lógica, el modo de
trabajo en clase es centralmente grupal y se pauta el rol del docente y del
estudiante con precisión. Detalles sobre este enfoque pueden verse en el
texto mencionado y un contraste entre este y el primero descripto, debido
a Polya, se encuentra en Rodríguez (2018).
Un vínculo entre la RP entendida desde Polya y la MM es el siguiente.
El planteo de una situación de la vida real para modelizar, siempre resulta
un problema para el sujeto. Sin embargo, no todo problema
necesariamente responde a una situación que debe ser modelizada.