ReHuSo: Revista de Ciencias Humanísticas y Sociales e-ISSN 2550-6587
Publicación cuatrimestral. Edición continúa. Año 2018, Vol. 3, No 2. p. 67-76 (Mayo-agosto. 2018).
Facultad de Ciencias Humanísticas y Sociales. Universidad Técnica de Manabí. Portoviejo, Ecuador 71
Si se entiende que la información constituye “el fenómeno de una producción: (el autor y su obra): un
mercado (editores y distribuidores); su organización, almacenamiento, así como a la difusión y
recuperación” (Alonso, 2007, p.3). Entonces es prioridad comprender que detrás de la producción de
información existen subjetividades e intereses que se colocan de forma explícita o no en el producto
informacional. Además, en correspondencia con esos intereses del emisor o los emisores, la
información se difundirá desde uno u otro medio para que alguien motivado, ya sea por intereses
personales, profesionales, o simple curiosidad, pueda utilizarlo. Ahora bien, existe gran diferencia entre
lo útil y lo meramente utilizable, que radica esencialmente en que lo primero tiene un fin socialmente
aprovechable mientras que lo segundo no necesariamente es provechoso para la sociedad.
Si con la explosión de las (TICs) se busca contribuir al desarrollo, tal y como se expresa con
anterioridad, lo realmente importante es comprender cómo gestionar la información que llega a través
de ellas, de modo tal que se convierta en conocimiento útil, permitiendo al individuo actuar en función
de satisfacer necesidades específicas, condicionadas por el contexto sociocultural en el que se
desarrolla e interactúa socialmente. Partiendo de que, “conocer es el proceso a través de cual un
individuo se hace consciente de su realidad” (Martínez &Ríos, 2006, p.112).
Dicha concientización, puede hacerse más o menos producente en correspondencia con el modo en que,
como recurso, la información sea gestionada, o sea, “conseguir la información adecuada, en el
momento que la persona lo necesita, para tomar la mejor de las decisiones” (Alonso, 2007, p.8).
Justamente esa toma de decisiones, con el carácter participativo y autónomo que aporta el
conocimiento, conducirá al individuo hacia su desarrollo y, por ende, al desarrollo de su entorno
sociocultural, con todo lo que implica. De ahí que la gestión de la información debe intencionarse sobre
buenas prácticas y, en este sentido, agentes educativos como la familia, la comunidad y la escuela
deberán asumir el rol fundamental. Elemento relativamente claro para los principales decisores del
estado cubano. País que, en los últimos tiempos, se halla inmerso en transformaciones socioeconómicas
cruciales, en las que el desarrollo social es una constante que opera como medio y fin a la vez, en cada
acción que se proyecta desde los más diversos ámbitos y sectores de la sociedad.
Ante este contexto, se hace esencial la visualización y el reconocimiento del universo interconectado
tal y como este se presenta, pues negar este aspecto es, más que absurdo, impertinente. Amén de que
esta interconexión pueda acarrear efectos no tan beneficiosos, es cardinal comprometerse con esos
cambios para que su impacto no sea implacable y, justamente en ello, le va el compromiso inaplazable
al sistema educacional cubano.
La escuela cubana no solo debe asumir transformaciones si no que debe ser eficaz ante las exigencias
de los nuevos tiempos. Todo esto con el fin de lograr que diferentes generaciones sean educadas con
hartas competencias para hacer, pensar y convivir con nuevas realidades. Además, que participen en
ellas, siendo capaces de cuestionarlas y transformarlas.
La 14 edición del Congreso Internacional Pedagogía 2015 contó con la conferencia magistral, titulada
“Las ciencias de la educación en una universidad integrada e innovadora”, del Ministro de Educación
Superior, Rodolfo Alarcón Ortiz, en la misma el exmandatario expresó: “Tenemos que trabajar por una
educación universal de calidad, creativa, liberadora, que desarrolle integralmente a los seres humanos”.
(Alarcón cit. por Guerra, 2015)