ReHuSo: Revista de Ciencias Humanísticas y Sociales e-ISSN 2550-6587
Publicación cuatrimestral. Edición continua. Año 2019, Vol. 4, No 5. p. 99-109. (Enero-abril. 2019).
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La navegación oceánica y los caminos andinos, evidencia arqueológica e histórica
en la redefinición del rol de los señoríos indígenas ecuatoriales en la conquista del
imperio de los incas.
Autores:
Gerardo M. Castro Espinoza
1
Dirección para correspondencia: gmcastro@flacso.edu.ec.
Fecha de recepción:
Fecha de aceptación:
Fecha de publicación:
Resumen
En este ensayo se enfoca la evidencia documental y arqueológica de la comunicación andino-
mesoamericana, a través de la navegación oceánica en el Pacifico ecuatorial, que en la conquista española
será la principal vía de ingreso al imperio de los incas. De forma complementaria navegación oceánica y
las comunicaciones terrestres con el área nuclear del imperio de los incas, nos ayuda a reinterpretar el
nivel de organización política de los señoríos prehispánicos, para entender mejor su participación en el
entramado de poder del imperio del inca antes y durante la conquista española.
Palabras clave: Navegación oceánica, red vial, mullu, señorío e incas.
Oceanic navigation and Andean roads, archaeological and historical evidence in the redefinition
of the role of indigenous equatorial lordships in the conquest of the Inca Empire.
Abstract
This essay focuses on the documentary and archaeological evidence of Andean-Mesoamerican
communication, through oceanic navigation in the equatorial Pacific, which in the Spanish conquest will
be the main way to enter the empire of the Incas. As a complement to ocean navigation and land
communications with the nuclear area of the Inca empire, it helps us to reinterpret the level of political
organization of the pre-Hispanic lordships, to better understand their participation in the power structure
of the Inca empire before and during the Spanish conquest.
Keywords: Ocean navigation, road network, mullu, lordship and Incas.
1
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede Ecuador (FLACSO)
Citación/como citar este artículo: Castro, G. (2019). La navegación oceánica y los caminos andinos,
evidencia arqueológica e histórica en la redefinición del rol de los señoríos indígenas ecuatoriales en la
conquista del imperio de los incas. Rehuso, 4(1), 98 - 71. Recuperado de:
https://revistas.utm.edu.ec/index.php/Rehuso/article/view/1685
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Gedardo M. Castro Espinoza
100 La navegación oceánica y los caminos andinos, evidencia arqueológica e
hisrica
Introducción.
La arqueología científica en Ecuador se inició con Jacinto Jijón, Caamaño y Max Uhle, bajo un marco
histórico-cultural, mediante excavaciones con control estratigráfico y estudios de lingüística, producto
del análisis de estilos cerámicos, ellos establecieron tradiciones culturales particulares que daban nombre
y rostro a los conjuntos arqueológicos, por ejemplo, los manteños o puruha.
Jijón y Caamaño (1952) propuso una “Liga de Mercaderes” de navegantes en grandes balsas marítimas,
tripuladas por marinos expertos en la construcción de embarcaciones de alta mar, el conocimiento de los
ciclos anuales de corrientes (del Niño y de Humboldt), los vientos oceánicos del Frente Intertropical y
de los puntos de orientación astronómica. Estos conocimientos permitieron sostenidos contactos con los
puertos de Mesoamérica para el tráfico de la concha spondylus.
Jijón un estudioso de las crónicas recopiladas por Marcos Jiménez de la Espada y estudiante de Federico
Gonzales Suarez, se propuso investigar mediante la arqueología la presencia de otros grupos sociales
coetáneos a los incas y la conquista española. Con este objetivo Jijón realizo extensas excavaciones de
campo en las primeras décadas del siglo XX, en los antiguos centros costeros de Manta, Atacames, La
Libertad, Isla Puna etc., antes del impacto sobre los vestigios arqueológicos, producto del acelerado
desarrollo urbano y la industria del cultivo de camarón.
El resultado de su investigación permitió reconocer las similitudes de la cerámica arqueológica
“Manteña” común a varios de los centros portuarios urbanos, ya mencionados. Esta evidencia
arqueológica era concordante con la lectura de crónicas tempranas que mencionaban plazas y calles
bien trazadas” en Jocay en la costa del Ecuador.
Esta gran marea cultural en el pacifico ecuatorial (Jijón y Caamaño, 1930), incluía el tráfico de
spondylus, el Mullu de las crónicas era un bien apreciado para las ceremonias de la canalización del agua
y la fertilidad realizadas con fines políticos en todo el incario, siendo probablemente uno de sus intereses
en su invasión al Ecuador (Marcos, 1986).
La investigación arqueológica actual señala que las mayores concentraciones urbanas documentadas en
la época prehispánica son las agrupaciones de montículos o plataformas formando barrios entrelazados
por áreas públicas y sistemas de caminerías, identificadas en la amazonia en la zona del Upano (Porras,
1987) y en la provincia de Manabí: la ciudadela manteña de Agua Blanca. (McEwans, 2003)
En Agua Blanca, se ha reportado la presencia de fragmentos cerámicos inca, además en el santuario de
la Isla de la Plata se ha reinterpretado el material funerario, cerámica y figurillas de oro y plata (Dorsey,
1901), como el ajuar del rito del Cápac Hucha, la muerte ritual de infantes (McEwans, 2003).
Astuhuaman (2005), estudiando la lógica de la extensa red vial de los incas conocida como Qhapaq Ñan,
a través de las relaciones de interacción de los centros administrativos, las áreas de producción y los
oráculos andinos, ha sugerido la importancia de factores ideológicos en la lógica de conquista de los
incas en las tierras del Ecuador.
Su trabajo coincide con mi interés de relacionar intereses económicos (producción agrícola) con
motivaciones ideológicas (ritos de la fertilidad con el spondylus) por medio de evidencia arqueológica y
documental. La pregunta es cómo podemos asociar marcadores arqueológicos como pueden ser las
tumbas de elite, donde el mullu es una importante ofrenda, con los sistemas agrícolas basados en el
manejo del agua como los campos de cultivo elevados o los sistemas de albarradas. Indicadores presentes
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en conjuntos arqueológicos identificados al nivel de organización política tipo cacicazgos complejos o
señoríos en transición a formas más jerárquicas (Marcos, 2005).
Este ensayo, por una parte, se enfoca en la evidencia documental de la comunicación andino-
mesoamericana, a través de la navegación oceánica en el Pacifico ecuatorial que lo posterior sería el
principal vehículo de la conquista española, aquello sugiere una rápida asimilación de las rutas de
navegación prehispánicas, lo cual evidencia un rol más activo de sus aliados indígenas (Cañizares-
Esguerra 2017).
Por otra parte, al articular las interacciones entre Mesoamérica y el Ecuador prehispánico con los vínculos
culturales expresados en las comunicaciones terrestres con el área nuclear del imperio de los incas, ayuda
a reinterpretar el nivel de organización política no solo de los navegantes en balsa de la costa central del
Ecuador, sino de los señoríos andinos, para entender mejor su participación en el entramado de poder del
imperio del inca antes y durante la conquista española.
Metodología.
Este estudio combina el uso de fuentes arqueológicas e históricas, relacionando evidencia material con
los documentos del temprano siglo XVI que relatan el inicio de la conquista del imperio de los incas, a
la luz de estudios clásicos como el de Jijón y otros realizados en la actualidad en Cerro de Hojas, que
permiten revisar las hipótesis de organización política y el rol de las redes marítimas y terrestres.
Desarrollo
El contexto de la conquista: capitalismo, navegación y evangelización.
Cristóbal Colón arria las islas del caribe el 12 octubre de 1492, fecha celebrada por largo tiempo en
nuestros países como el momento del descubrimiento de América por una expedición de la monarquía
de Castilla. Sin embargo, este acontecimiento histórico fue resultado de los esfuerzos de expediciones
españolas y sobre todo portuguesas, explorando islas y costas del continente africano (Céspedes, 2009,
p. 23). La navegación oceánica se perfecciono gracias al conocimiento de las corrientes, a la capacidad
de orientación en mar abierto, la tecnología de construcción de carabelas y naos con velas latinas. Todo
esto junto abrió el camino hacia el nuevo mundo.
Las expediciones ibéricas nacieron en la tradición medieval de la reconquista de territorios al islam junto
al interés comercial de la expansión ultramarina producto del naciente capitalismo, el resultado fue la
combinación de religión, política y economía. Desde el arribo de Colón a América, en poco más de 20
años, Portugal, España e Inglaterra, habrán hecho importantes descubrimientos: las costas de norte y sur
América, el océano Pacifico, el estrecho que une los océanos, la circunnavegación del planeta hasta llegar
al lejano oriente (Céspedes, 2009, p, 25).
Las expediciones de colonización en América estaban reguladas por el modelo de las capitulaciones,
suscritos entre los reyes y los exploradores, el acuerdo establecía la propiedad de las tierras descubiertas
para la corona, mientras los conquistadores a cambio tenían nombramientos de gobernadores o capitanes,
títulos que aseguraban riquezas y prestigio, pero también incluían la posibilidad de actividades
comerciales o mineras (Céspedes, 2009, p. 26).
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Los reyes de España para controlar el proceso de colonización primero establecieron la “Casa de
Contratación de las Indias” y en 1524 se organizó el “Consejo de Indias” tan importante como el mismo
“Consejo de Castilla”. El consejo tenía la responsabilidad de la administración de los futuros reinos de
ultramar, como también responder al debate de orden teológico y moral, sobre la justicia de la conquista,
el sometimiento de los indios. En las islas del caribe, en realidad los colonizadores actuaron más allá de
la burocracia real, ellos serían los responsables de las empresas de conquista que incorporaron a la corona
las áreas nucleares de América (Céspedes, 2009, p. 27-28).
Según Céspedes (2009) en las Antillas desde 1503, se inició el proceso de repartimiento de indios para
las tareas de lavado de oro aluvial, con lo cual cada minero recibió en encomienda indios Tainos
considerados de razón y paz, pero contra los indios de guerra conocidos como caribes, un seudónimo de
caníbales, se aplicaba la guerra justa.
Los prisioneros de guerra eran vendidos como esclavos para las minas, pero la institución más importante
fue la encomienda, nacida en el medievo para la protección de asentamientos en áreas de frontera, se
instauro en América para la distribución de la mano de obra indígena a favor de españoles dedicados a
la minería de oro, estancias de ganado e incipientes plantaciones de tabaco y caña de azúcar (Céspedes,
2009, p. 62).
Al escasear la población Taina gano en importancia, la guerra justa a cargo de los “baquianos” que eran
españoles dedicados a la cacería de esclavos, eran españoles dedicados a la cacería de esclavos, producto del ataque a
poblaciones caribes. Lideraban expediciones a las islas del caribe y al continente; pero no solo esclavizaron
indios, además aportaron útiles conocimientos de la geografía, organización política y recursos a
explotar. Desde 1509 en Santa María de la Antigua, en el Choco colombiano, españoles rescataban
orfebrerías de oro que venía desde el sur, entre 1510 y 1529 los baquianos extendieron sus expediciones
y comercio por Panamá, Colombia y Venezuela (Céspedes, 2009, p. 66-67).
Las autoridades reales de Cuba organizaron expediciones oficiales hacia el continente, una de ellas fue
encargada a Hernán Cortés, quien, en tres años, entre 1519 a 1521 logro la captura de la capital del
imperio Azteca. Cortés aplico estrategias políticas con Moctezuma y sus rivales, de igual manera negocio
con éxito ante la corte de Madrid la legitimidad de su empresa, (Céspedes, 2009, 74-78).
Cortés no empleo una guerra de exterminio al estilo de los baquianos, siguió el ejemplo de Blasco Núñez
de Balboa con los caciques indígenas de Panamá, primero fue un actor más dentro del tablero de poder,
hasta alcanzar aliados con la fuerza suficiente para la conquista, que no termino con la caída de
Tenochtitlan.
La biopiratería y los otros conquistadores.
Cañizares-Esguerra (2017), ha incorporado una perspectiva global a la empresa de conquista de Hernán
Cortés, dirigida a la biopiratería botánica y las expediciones por el océano Pacifico hasta el archipiélago
de las Molucas para traer a México plantas de “Clavo de Olor”, para este objetivo se requerían mejores
materiales para las embarcaciones tales como cordeles, maderas, resinas, alquitrán como el conocimiento
de corrientes y vientos en un océano inexplorado.
La localización de los astilleros era resultado de la presencia de estas materias primas y de poblaciones
familiarizadas con la vida del mar, Los principales astilleros del Pacifico son: Guayaquil en el Ecuador,
el Realejo en Nicaragua y El Cavite en Filipinas, fueron escogidos por esta combinación de existencia
de materias primas y poblaciones con conocimientos locales en la navegación de altura.
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Por ejemplo Cortés escogió Zihuatanejo para armar tres naves, en las cuales en 1527 envió a su primo
Álvaro de Saavedra, quien a pesar de alcanzar su objetivo de embarcar en cajas botánicas las preciadas
plantas, fracaso al no encontrar una corriente de regreso (Cañizares-Esguerra,2017).
Para la empresa de conquista de Francisco Pizarro al imperio de los incas, el Istmo de Panamá fue la base
desde donde se organizó las expediciones a centro y sur América, pero las gobernaciones de la Nueva
España también tenían interés de emprender expediciones hacia el sur, como veremos, una de ellas fue
la liderada por Pedro de Alvarado (Céspedes, 2009).
Las costas atlánticas de Panamá, Colombia y Venezuela, fueron exploradas desde la llegada de Colón,
en 1492, luego del descubrimiento de Núñez de Balboa, las costas del océano Pacifico fueron
sistemáticamente recorridas con barcos ensamblados en Panamá o el archipiélago de Las Perlas. Por una
década las costas del Pacifico de Colombia, Ecuador y Perú serán recorridas antes del desembarco
definitivo de 1531, La primera expedición de 1522 a cargo de Pascual de Andagoya, la segunda de 1524
a 1525 que reconoció al igual que Andagoya hasta el rio del Biru, La tercera expedición fue la más
extensa, entre 1526 y 1527 llego hasta la costa norte del Perú. La cuarta expedición en 1532 desembarco
en Tumbes y alcanzo la captura de Atahualpa (Gómez y Marchena, 1999).
Balboa descubridor del Pacifico y la política local.
Los conquistadores Francisco Pizarro, Diego de Almagro, Sebastián de Benalcázar y Pedro de Alvarado,
emprendieron su expedición a las tierras del Birú
, siguiendo la estrategia política iniciada por Balboa y
perfeccionada por Cortés. El juego político consistía en entender intereses étnicos en competencia para
aprovechar las estrategias locales, así la línea entre enemigos y aliados de los españoles era muy
dinámica, por ejemplo los puneños primero duramente combatidos en lo posterior se volvieron aliados
clave de Pizarro.
En lo militar, los españoles actuaron como una fuerza de elite, por ejemplo, durante la maniobra para la
captura de Atahualpa, mientras en los combates subsiguientes fueron los ejércitos indígenas los que
llevaron el peso mayor de la guerra (Spalding, 2008).
Cañizares-Esguerra (2017) ha llamado la atención sobre el rol de los auxiliares indígenas que
desembarcaron con las fuerzas españolas, retratados en la historiografía como guías, lenguas o caníbales.
Los indígenas actuaron con intereses propios por eso también fueron conquistadores, explorando nuevas
materias primas, bienes de prestigio, conocimientos sobre la navegación en carabela, en los ingresos a
los puertos costeros indígenas de Ecuador y el Perú, donde la arqueología ha reportado importantes
ocupaciones: Atacamez, Coaque, Jocay, Santa Elena, La Puna, Tumbes, Paita.
En el contexto previo a la conquista del imperio de los incas, entre los colonizadores españoles, sobresalía
el afán por expediciones en el Oano Pacifico rumbo al oriente. Andrés Niño desde el astillero en
Panamá en 1520 y Hernán Cortés desde el astillero de Zihuatanejo en 1527, ambos tenían la meta de
establecer la ruta al oriente hasta el archipiélago de las Molucas.
El otro interés de los colonizadores, era aprovechar al máximo las estrategias productivas prehispánicas,
así por ejemplo los españoles en México y Centro América habían organizado circuitos de comercio a
partir de las antiguas rutas terrestres; se había introducido de manera masiva la crianza de gusanos de
seda, aprovechando formas tradicionales de organización de los indios mixtecos, como luego lo harían
los obrajes de México y la Audiencia de Quito (Espinosa, 2008).
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Los conquistadores españoles y los intereses indígenas.
Pizarro, Benalcázar, Almagro y Alvarado, llegaron al nuevo mundo entre 1502 y 1514. Pizarro y
Almagro participaron en las expediciones en Panamá, el norte de Colombia y el Ecuador. Mientras Pedro
de Alvarado acompaño a Cortés en la conquista de México, estando bien familiarizado con la campaña
en la Sierra Madre, en el valle de México (2.250 msnm) y Oaxaca (1.550 msnm) en la Mixteca Alta,
mientras Benalcázar participo en expediciones en Panamá y la conquista de Nicaragua.
Los españoles estaban bien aclimatados a las condiciones geográficas de América, ya sean los bosques
tropicales o la sierra andina, tenían conocimiento de las condiciones del terreno que tenían que enfrentar,
solo a se explica su rápida evolución en los territorios ecuatoriales, además es probable que los
traductores o lenguas tuvieran un rol de mayor peso en la planificación de la estrategia de conquista, a lo
que usualmente se ha reconocido en la documentación temprana.
Al revisar la experiencia de colonización de México, ahí aprovecharon la organización de la población y
el interés en establecer astilleros en el océano Pacifico para la búsqueda de rutas hacia las especies en
Oriente. Por lo tanto, la visión de conquistadores enloquecidos por el oro para alcanzar títulos de nobleza
en una España feudal, no se ajusta a la realidad de 1531.
El contexto social de los conquistadores es de un naciente capitalismo no solo dirigido a la acumulación
de oro, sino a la búsqueda de consolidar relaciones mercantiles ventajosas, de ahí el temprano interés de
la corona en formar cecas para la acuñación de macuquinas que agiliten la monetización de la sociedad
americana.
La imagen de americanos inermes ante el vasallaje colonial, también puede ser matizada, al revisar la
rapidez como los españoles accedieron a conocimientos de especies vegetales, rutas terrestres, corrientes
oceánicas, patrón de vientos alisios, la localización de los puertos prehispánicos, tecnología para el
rediseño en la quilla de las naves, la cultura local, etc., sugiere un rol mucho más activo de los indígenas,
hasta el punto de reconocer agendas que continuaban políticas de expansión previas a la conquista
española.
La guerra entre Huáscar y Atahualpa.
Spalding (2008) ha sugerido desde una perspectiva andina, que eliminados Huáscar y Atahualpa, los
líderes de las principales facciones, la guerra se volvió un confuso mosaico de intereses multiétnico, en
donde los españoles aparecían ante Manco Inca el nuevo gobernante, como un grupo más, él los pudo
equiparar con una fuerza similar a los cañaris, guerreros de elite a favor del imperio.
Spalding (2008), analiza un asalto a una comunidad del Perú de parte un grupo de españoles exigiendo
tributo a los indígenas debido a que eran hijos de Huayna Cápac”, esta extraña declaración se podía
entender mejor, en el contexto de las represalias usuales en las guerras andinas, de parte del bando
ganador contra las comunidades y sus huacas “derrotadas”.
Manco Inca siguiendo un patrón tradicional buscaba recomponer la compleja red de alianzas de un
imperio multiétnico. Los incas sacralizaban la política equiparando relaciones de parentesco con una
genealogía de huacas regionales, como el oráculo de Pachacama (Makowski 2015), los nevados
Pariacaca (Astuhuaman 2007), Chimborazo, el volcán Pichincha (Del Pino, 2017), la laguna de
Culebrillas (Castro, 2018), etc.
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En sitios estratégicos se construían callancas (grandes salones) junto a canchas (plazas) con usnus
(plataformas), las cuales funcionaban como centros para los convites, grandes ceremonias donde se
consumían abundantes alimentos, bebidas y se intercambiaban a manera de dones los regalos suntuarios
que sellaban compromisos políticos bajo el liderazgo de los caciques y shamanes. En Agua Blanca en el
gran salón de reuniones se pudo identificar sillas de piedra en forma de U con rostros humanos o de
felino que representaban la autoridad política y sacra. (Spalding 2008).
Elaborados rituales en piscinas con sistemas de canales de agua con sacrificio de spondylus y aríbalos,
eran parte de esa estrategia de consensos políticos para la asignación de recursos productivos. La
legitimidad de la autoridad imperial se asociaba al poder de las huacas, como representación mítica de
extensos grupos familiares. En el contexto de la rebelión de Atahualpa, se aceleró el proceso de
renegociación de poder, que continúo con la participación española (Spalding 2008. Bray 2017, Wernke
2013).
La conquista del Ecuador una revisión de la imagen tradicional.
La denominada conquista del Ecuador no es posible de entenderla como la epopeya de un puñado de
conquistadores, es necesario estudiar el contexto multiétnico de una serie de sociedades en proceso de
reorganización, las cuales implementaron diferentes agendas políticas en el marco de sus relaciones
culturales tradicionales. Una de ellas era el rol de bienes de prestigio como el mullu, proveído por los
navegantes en balsa que los obtenían de sus pares mesoamericanos, para su redistribución en ceremonias
políticas del imperio de los incas.
En Cajamarca, Pizarro repartió las primeras encomiendas a sus más allegados, inmensos grupos étnicos
quedaron bajo la responsabilidad de un español con la asistencia de un cacique, imitando de alguna
manera la situación con los gobernadores incas (Spalding, 2008).
La serie de fundaciones de villas andinas con su complemento de puertos costeros, y las nuevas
reparticiones de extensas encomiendas, buscaban asegurar la movilización de los grupos indígenas en
apoyo a la causa española. Francisco Pizarro y sus capitanes, entre 1532 y 1534, En el año de 1534, se
organizaron las fundaciones de San Miguel de Piura, San Francisco de Paita, Santiago de Quito
(Riobamba), San Francisco de Quito, Santiago de Guayaquil y San Gregorio de Portoviejo, algunas de
las fundaciones serán objeto de reubicaciones hasta su consolidación definitiva como el caso de
Guayaquil que se consolida en 1547. Otro es el caso de Santiago de Quito fundada en Liribamba por
Diego de Almagro para consolidar su jurisdicción frente a otros conquistadores.
La “pacificación”, aseguraba controlar población, recursos naturales, puertos marítimos, vías terrestres,
a través de villas que a futuro serían los núcleos económico, político y religioso para el naciente gobierno
colonial.
En el Perú, una fuerza combinada inca, huanca y española logró expulsar a las fuerzas de Quito fuera de
los Andes centrales, obligándolos a regresar al norte, al actual Ecuador. Quizquiz y Rumiñahui, de
manera sucesiva serán derrotados por los españoles, sus aliados cañaris y otros grupos reclutados en la
costa (Spalding, 2008; Espinosa, 2008).
El reino de Quito fue conquistado por Sebastián de Benalcázar en 1534, la villa de San Francisco de
Quito fue fundada el 6 de diciembre de ese año, según acta de cabildo (AMQ 1 LCQ, 1534-1537), esta
fundación ha sido vista como la consolidación del esfuerzo de conquista, la evidencia que el territorio
entre Quito y Cuenca estaba pacificado (Espinosa, 2008; Gómez y Marchena, 1999).
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Sin embargo, tres años después del ajusticiamiento de Atahualpa, la conquista del incario estaba lejos de
estar consolidada, en 1535 Manco Inca rompió la alianza con Pizarro iniciando el asedio del Cuzco y
Lima. Al final no conseguirá la victoria, se tendrá que retirar a Vilcabamba en las estribaciones orientales,
desde donde continuaran una guerra de hostigamiento a los aliados indígenas de los españoles, hasta
1572 cuando los españoles logran la captura y posterior ejecución de Túpac Amaru (Spalding, 2008).
Las políticas locales seguían marcando el ritmo del conflicto, en el ataque de Manco Inca, la facción de
Paullu Inca no se unio al asedio del Cuzco, más bien con Pizarro retomaron su alianza resultando un
poderoso socio, inclusive en su disputa posterior con Almagro. Pizarro se esforzará en construir desde
Lima el gobierno en los Andes, liquidando la guerra con el bando de Manco Inca, mientras sus capitanes
Benalcázar y Almagro, continuaban la estrategia de expansión hacia Colombia y Chile (Espinosa 2008
y Deler 2007).
La ciudad de Quito, como antes Cuba y el Istmo de Panamá, se convirtió en la plataforma para las
expediciones a la región Muisca en Colombia (1534 a 1538), lideradas por Benalcázar. A partir de 1538
Gonzalo Días de Pineda dirigió expediciones contra los Yumbos, Cayapas y Niguas en las estribaciones
occidentales, como hacia los Quixos en la pendiente amazónica. Desde Quito también partió Gonzalo
Pizarro y Francisco de Orellana en 1541 con rumbo al rio de las Amazonas, alcanzando Orellana en 1542
el Atlántico (Espinosa, 2008 y Deler, 2007).
Pedro de Alvarado y sus intereses en la costa del Ecuador.
Pedro de Alvarado, diriguna bien planificada incursión en el Ecuador, de forma simultánea, entre 1533
y 1534, construyo sus naves en los astilleros de Itztapa, Realejo y Panamá, su nave capitana desplazaba
300 toneladas, (León, 2009). Alvarado y su ejército, siguió una ruta entre Mesoamérica y la costa del
Ecuador, que arqueólogos e historiadores sugieren como una vía tradicional para la navegación en balsas,
en la colonia será un importante circuito comercial entre Acapulco y Guayaquil (Marcos, 2005).
El interés de Alvarado en la costa del Ecuador y el Perú, determino desembarcar en los puertos marítimos
de las contrapartes sudamericanas de las redes prehispánicas de sus aliados indígenas mesoamericanos.
Sus afanes no se limitaban a la conquista de territorios, quería asegurar su participación en futuras
empresas comerciales a través del Pacifico, complementadas con las redes tradicionales en tierras
ecuatoriales para la provisión de variados productos, como el cacao (Marcos, 1986).
No sorprende que la expedición de Alvarado al Ecuador termine como una transacción comercial entre
conquistadores con la venta de navíos, alimentos, armas, transporte y provisión de soldados españoles e
indígenas, la mayoría de ellos se unirán a Benalcázar, permaneciendo aliados a la corona en las
posteriores guerras internas (Espinosa, 2008).
¿Benalcázar, capitán de mar y tierra? Los otros rostros de la conquista.
Lo actuado por Benalcázar hasta la fundación de Quito, es concordante con la estrategia global de Pizarro,
ya que sus acciones bélicas derrotando a los generales del bando quiteño aseguro a favor de los españoles
el frente norte del Tahuantinsuyo. La expedición al norte de Quito hacia Colombia, se explica en el
contexto de los intereses españoles e indígenas de las etnias quitu, caranque y pasto (Espinosa, 2008).
Almagro con apoyo de Manco Inca retomo la política de expansión hacia el sur de Chile y la quebrada
de Humahuaca, un estratégico puente terrestre con el norte de Argentina, el rio de La Plata y los puertos
del Atlántico. Mientras las expediciones de Benalcázar coincidían con las rutas terrestres de los
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mindaláes de la sierra norte del Ecuador hacia las cuencas del Cauca y Magdalena (Espinosa, 2008 y
Deler, 2007).
El oro de Cajamarca sin duda acelero las incursiones que se venían generando desde la costa de Colombia
con Gonzalo Jiménez de Quesada y desde Venezuela a cargo de Nicolás Federmann, delegado por los
banqueros acreedores de la corona española. Estos conquistadores coincidieron con Benalcázar en la
sabana de Bogotá, en un incidente de características parecidas al protagonizado por Almagro, Alvarado
y el propio Benalcázar en la llanura de Liribamba (Gómez y Marchena, 1999).
Una vez colapsado de forma definitiva el imperio inca, con la derrota del asedio de Manco Inca al Cuzco,
cada uno de las etnias recupero sus agendas previas a la conquista incaica, pero en nuevo contexto, donde
las alianzas con los españoles eran esenciales. El resultado general de la política imperial inca, fue el
fortalecimiento de las identidades étnicas regionales, surgiendo estructuras políticas jerárquicas más o
menos estables surgidas a lo largo de la ocupación Incaica (Wernke, 2003, p. 20).
Los grupos de Quito, Caranque y Pasto, apoyaron a los españoles en sus expediciones hacia territorios
con los que tenían fuertes vínculos culturales: Colombia, la amazonia a través de los Quixos, el norte de
Manabí, las costas de Esmeraldas y Tumaco. Es probable que, de no caer el Tahuantinsuyo, siguiendo el
ejemplo de la participación cañari en las guerras caranquis, hubieran sido los señoríos del norte la punta
de lanza en la incanización de Colombia.
Conclusiones
Cuando arqueólogos e historiadores se enfocan a un mismo periodo de estudio, sus interpretaciones
pueden ser contrapuestas, para algunos arqueólogos la expansión incaica se centró a las provincias
andinas, por la ausencia de evidencia material en la región costera, mientras los historiadores defienden
la valides de documentación relativa a un gobierno indirecto de los incas visible en la Isla Puna y de La
Plata y en general en la zona de dispersión de la cerámica Manteña-Huancavilca.
En este ensayo la combinación de datos arqueológicos e históricos sobre el conocimiento que implica la
navegación oceánica y las rutas terrestres, permite revalorar el rol de los indígenas en la conquista del
imperio de los incas. La superposición entre las rutas usadas por los españoles y los circuitos tradicionales
de intercambio sugiere que las agendas políticas de los distintos grupos étnicos que formaban el imperio
se fueron reactivando conforme progresaba la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa y la conquista
española, formando parte de un mismo proceso de reorganización social.
Queda pendiente la discusión de las similitudes y diferencias entre la organización social del imperio de
los incas y la monarquía española, que no fueron procesos homogéneos sino que estuvieron
condicionados al proceso político regional y sus posibilidades locales.
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Contribución de los Autores
Autor
Contribución
Gerardo M. Castro Espinoza
Concepción y diseño, redacción del artículo y
revisión del artículo, Adquisición de datos,
análisis e interpretación