
ReHuSo: Revista de Ciencias Humanísticas y Sociales ISSN 2550-6587
ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
© Facultad de Ciencias Humanísticas y Sociales. Universidad Técnica de Manabí. Portoviejo, Ecuador.
acuerdo a normas, creencias, valores y costumbres que la cultura
prescribe o proscribe, según sea el caso, como adecuados para
cada cual. De este modo, y a través de agentes socializadores
como la familia, la educación, y la comunicación, se forman
rasgos, actitudes y actuaciones compartidas, no conscientes, que
modelan al individuo determinando, estereotipos basados en el
sexo biológico.
Los estereotipos como factor de socialización, sustentan la
conformación de identidades diferenciadas, en la medida, que
establecen atributos, cualidades y valores que caracterizan a
cada grupo social (González Gabaldón, 1999). De ahí, su
importancia capital en términos de pertenencia, adaptación e
integración. Se debe reconocer que estas creencias generalizadas,
estrechamente vinculadas a los prejuicios y discriminaciones,
poseen generalmente, connotaciones negativas que se convierten en
cargas sociales, restrictivas y persistentes en el tiempo, tanto
para un sexo como para otro, puesto que perpetúan roles de forma
sistémica (Cook y Cusak, 2009).
Gidens y Sutton (2013) advierten de la importancia del
aprendizaje de ciertos roles que se interiorizan y son distintos
para hombres y mujeres. En este orden de ideas y en términos
socioculturales, la sociedad enseña a los primeros a edades
tempranas, una serie de particularidades como dinamismo,
agresividad, dominio, valentía, estabilidad, objetividad y
fuerza; mientras que a las segundas se les atribuye intuición,
afectividad, dependencia, sumisión, debilidad y cuidado
(Chodorow, 1978).
Estereotipaciones que van más allá de lo privado y se extienden a
los campos de la formación y el empleo. Precisamente, hoy en día,
se puede distinguir en ciertos sectores educativos y
profesionales el sesgo de género. En inclinaciones a carreras y
profesiones que orbitan alrededor de una división sexual de las
ocupaciones. Es decir, de elecciones que subyacen a determinadas
dinámicas culturales relacionadas con el ser hombre y ser mujer
(Whitehead, 1996). Así, el cliché de que las secretarias son
habitualmente mujeres, se halla fuertemente extendido, y como se
ha visto, es producto de un sistema forjado en la cultura.
Ello no ha impedido que en esta labor profesional se pueda
encontrar alguna minúscula representación masculina, pese a que
la historia señala que se constituyó en feudo varonil hasta bien
entrado el siglo XIX. Ante lo expuesto, se pretende examinar la
influencia del género en el ámbito del empleo secretarial,
desvelando las estrategias masculinas que han ayudado a romper
paradigmas ligados a la profesión femenina por excelencia: la
secretaria.