
Carlos Bulnes Goicochea, Mailin Trujillo Rodriguez
ReHuSo. Publicación cuatrimestral. Vol. 1, Año 2016, No. 3 (Septiembre – Diciembre)
naturales y, por tanto, extinguir especies, es él mismo el que
debe hacer frente a tal situación. No es posible continuar con la
idea de que la naturaleza puede hacerse cargo de revertir los
daños causados por la civilización humana. Juegan entonces un
papel importante las instituciones culturales y educacionales
como transmisoras de cultura y conocimiento. Se debe enseñar al
hombre no solo a hacer las cosas sino a hacerlas de la mejor
manera posible. A ellos se refiere Guerra (2006) cuando expresa
la necesidad de establecer un equilibrio entre desarrollo y
respeto a la naturaleza, y considera que ello justifica la
premura por educar a las presentes generaciones en la
responsabilidad que tienen respecto a la conservación, protección
y cuidado del medio ambiente.
Se hace necesario, y en ello las universidades tienen
responsabilidad, que “todo ciudadano reciba una enseñanza y,
fundamentalmente, una educación ambiental, que forme y desarrolle
una personalidad que permita a los dirigentes, los profesionales,
los trabajadores de la producción y los servicios, la
manifestación práctica de la política, el desarrollo científico,
técnico y económico, así como social, que tengan en cuenta la
protección del medio ambiente. Se necesita, y es impostergable,
formar y desarrollar valores y cualidades en la personalidad
mediante la Educación Ambiental, que garanticen una cultura sobre
medio ambiente, y contribuya a conservar la identidad cultural”
(Yabeta, 2004, p.8).
“La Universidad es un espacio formativo claramente estratégico,
un entorno que ha de adaptarse en todo momento a las nuevas
necesidades y expectativas sociales y a la evolución de los
conocimientos científicos, ofreciendo respuestas coherentes,
estructuradas y efectivas”. (Melendro et al., 2008, p. 16). Así,
en el debate sobre la Universidad del futuro, los resultados de
la reflexión en torno a los grandes temas de interés social
habrán de constituir una parte esencial de sus contenidos, a la
vez que supondrán, en muchos casos, importantes cambios en las
orientaciones metodológicas de la enseñanza universitaria
“La universidad como institución juega un papel fundamental en la
formación de valores, conciencias y éticas que se correspondan
con el contexto en que se desarrolla el individuo” (Veloso y
Regalado, 2010, p. 2). En este contexto, la universidad ofrece
innumerables formas para la realización de la educación
ambiental, pero, a la vez, es un trabajo muy complejo e
integrador, por el amplio significado que tiene el concepto de
medio ambiente y necesita sensibilización, responsabilidad,
interiorización, dinamismo y entusiasmo por el docente, capaz de
motivar, como requerimiento inicial, a los estudiantes (FAO,