Introducción
Definir la familia no resulta una tarea simple sobre todo si tenemos en cuenta que no existe un
concepto unívoco de familia. Es decir que, a lo largo de la historia se ha dado cierta diversidad
de familias humanas y factores distintos han influido en su estructura y evolución. En la
actualidad, estamos frente a una sociedad que como nunca intenta ser más inclusiva y
respetuosa de las diferencias, por tanto, las alternativas que perfilan las nuevas formas
familiares también son mayores (Benítez, 2017). Sin embargo, Ruiz et al. (2017), la definen
como un proceso complejo en el que intervienen múltiples factores. Las características de los
individuos, el contexto social y el momento histórico hacen de la familia un fenómeno único,
cambiante y complejo.
Mientras que, la Organización de Naciones Unidas (ONU, 1994), considera a la familia como
una entidad universal y tal vez el concepto más básico de la vida social; las familias se
manifiestan de muy diversas maneras y con distintas funciones. El concepto del papel de la
familia varía según las sociedades y las culturas. No existe una imagen única ni puede existir
una definición universalmente aplicable, es así como, en lugar de referirnos a una familia,
parece más adecuado hablar de “familias”, ya que sus formas varían de una región a otra y a
través del tiempo, con arreglo a los cambios sociales, políticos y económicos.
El constructo “ambiente familiar” se centra en el clima sociofamiliar resultante de las
relaciones, crecimiento personal, organización y control del sistema familiar. Por clima
relacional familiar, se comprende la calidad de las relaciones interpersonales dentro de su
familia, teniendo en cuenta el grado de expresividad, conflicto y cohesión del ambiente
familiar. No obstante, la familia debe de estar ligada a esa unidad sociofamiliar (Moos &
Trickett 1997).
La familia, según Moos y Moos (1981), puede tener hasta seis clasificaciones: (a) familias
orientadas hacia la expresión, (b) familias orientadas hacia la estructura, (c) familias
encaminadas hacia la independencia, (d) familias encaminadas hacia obtención de metas y
logros, (e) familias orientadas hacia la religión, y (f) familias constituidas hacia el conflicto y
poco ordenadas. Las relaciones que determinan el rendimiento académico son multivariables
y complejas, pudiendo distinguir factores que influyen en el rendimiento académico
relacionados al individuo y a su contexto, con relación a los factores relacionados al individuo.
Ferragut y Fierro (2012), consideran que tradicionalmente se ha asociado el rendimiento a la
capacidad intelectual, pero que el equilibrio personal es un factor clave para lograr un mejor
rendimiento. El rendimiento académico es “el grado de conocimientos que posee un estudiante
de un determinado nivel educativo a través de la escuela”, de acuerdo con Gutiérrez y Montañez
(2007), se ve afectado por diferentes factores, entre ellos clima familiar que aporta a través de
las buenas relaciones del estudiante en un ambiente de desarrollo y máximos niveles de
estabilidad.
La Institución Educativa es responsable de garantizar el aprendizaje y evidenciar los resultados
obtenidos mediante la evaluación del rendimiento académico en los adolescentes, sin embargo,
para el logro de niveles sobresalientes en cuanto al rendimiento es necesario que en los hogares
se promueva un adecuado clima social familiar, debido a que si existe un ambiente familiar
saludable, es decir si hay buena interacción familiar y acompañamiento en sus actividades
académicas, los adolescentes se desarrollarán exitosamente obteniendo resultados
sobresalientes, los cuales serán expresados en sus calificativos bimestrales; mientras que los