(2020) ha señalado que la lectura puede contribuir a la reconstrucción de uno mismo cuando
estamos enfrentándonos a una crisis personal o colectiva, independiente si es un niño,
adolescente o adulto. Con relación a los estudiantes universitarios, los beneficios de la lectura
en los más pequeños, ya sea a corto o largo plazo, es razón suficiente para acercarlos a ella.
Aguilera (2020) señala que la lectura debe fomentarse pese a las limitaciones y para ello cita
un informe de UNICEF en el que se señala que en Ecuador, solo el 37% de los hogares tiene
acceso a internet, lo que significa que 6 de cada 10 niños no pueden continuar sus estudios a
través de plataformas digitales. La situación es más grave para los niños de zonas rurales, solo
el 16% de los hogares tiene este servicio. No obstante, en el país 9 de cada 10 hogares sí cuenta
con televisor o teléfono celular, lo que supone una alternativa para llegar a los niños a través
de estos medios.
En este contexto, Cáceres (2020) manifiesta que en esta pandemia se ha evidenciado las
enormes diferencias en que vivimos. Una segregación siempre ocultada, siempre
menospreciada, pero que ahora se hace más preocupante cuando las mayorías populares de la
sociedad se ven afectadas en todos los ámbitos.
Para Jenkins, Peters-Lazaro y Shresthova (2020), con el impulso de la lectura digital se
pretende construir colectivamente visiones para un mejor mañana, conjuntamente con la
actualización de procesos de cambio, basados en la agencia cívica de las personas y, en base a
alianzas de cooperación y solidaridad, también de confrontación y contestación económica,
política, social y cultural.
El objetivo es que la educación no se detenga, debido a la emergencia sanitaria. Esto supone
un reto y una oportunidad para repensar la educación y plantear propuestas y otras formas de
enseñar, según la perspectiva de Luque (2020). Se aconseja también que las familias incentiven
actividades que puedan hacer juntos en el hogar como cocinar, limpiar y organizar la casa. A
su vez, para las familias que viven en el campo, o tienen un patio o terreno, pueden cultivar en
los niños conocimientos sobre la naturaleza y seguridad alimentaria. Este tipo de actividades
permiten construir proyectos de vida y desarrollar las habilidades y capacidades que cada ser
humano tiene. En este tipo de actividades también se puede fomentar la lectura.
Según Rodríguez Romero (2020), a partir de la pandemia y la suspensión de clases
presenciales, se modificaron abruptamente los parámetros de la educación a lo largo y a lo
ancho del país. No hay vínculo presencial estudiante-docente ni tampoco de los alumnos entre
sí; el dictado de las materias se alteró, no hay recreos ni horarios, casi no hay conversación
directa y tampoco posibilidades de observar integralmente conductas o actitudes.
Por otro lado, Nóbile y Luna (2015) señalan que el reducido tiempo de lectura que dedican los
estudiantes para fines académicos o recreativos (por placer), en el aula y en el hogar constituye
una de las variables principales que incide en el bajo desempeño de la comprensión lectora.
Álvarez, Alejaldre, y Valle (2019) consideran que el tiempo que dedican los estudiantes a la
lectura es uno de los factores que incide en el desarrollo de la comprensión lectora. La cantidad
de tiempo de lectura que dedican los estudiantes se ve afectada por el limitado cumplimiento
de los 30 minutos diarios de lectura libre de textos, en esta actividad cognitiva.
Actualmente vivimos en una sociedad de cambio conocida, como la era de la Información y de
la comunicación, y que afectan a los ámbitos de la vida cotidiana. Por ello, Valls (2015)