Torre, Munguía y Torres (2018) entre los estudiantes universitarios de Quito, Ecuador, sus
representaciones sociales acerca del empleo y el desempleo. El primero de estos conceptos lo
visualizan positivamente como “una ocupación y un derecho que se realiza a cambio de un
salario, requiere de experiencia, conocimientos, compromiso, esfuerzo, motivación,
responsabilidad, deseos de superación, además de contar con suerte para encontrarlo”. Sin
embargo, “en forma negativa implica inversión de tiempo, puede ser agotador y generar
insatisfacción, sobre todo cuando no es acorde a sus necesidades y expectativas. Además, se le
asocia al desempleo”. Asimismo, “el desempleo representaría un tiempo libre, desocupado y
desperdiciado que genera pobreza, deudas y precariedad” que se debe enfrentar con “esfuerzo
y humildad”, sin descartar la posibilidad de “migrar a otros países”.
Elizalde y Reyes (2019) emplean la teoría de las relaciones sociales para conocer cuál es la
percepción que tienen los jóvenes ecuatorianos acerca de la violencia, lo que les permitió
asegurar que “a pesar de los esfuerzos gubernamentales hechos sobre la violencia, su dimensión
simbólica no ha sido considerada en la estrategia gubernamental, por ende, encontramos una
población temerosa e insegura”.
La investigación de Ortega y Meza (2020) acerca de las representaciones sociales sobre la
escuela en estudiantes y docentes de la Institución Educativa Morindó Santafé de la ciudad de
Montería, “llevó a revisar el Proyecto Educativo Institucional y los planes de estudio, donde
logró evidenciarse que ninguno de estos dos importantes documentos, que son la columna
vertebral de la escuela, tienen en cuentan la importancia del entorno rural” (p. 137).
Mahauad y Córdova (2015) abordan el bajo interés de los bachilleres ecuatorianos por el
estudio de la agronomía. El punto de partida para ambas autoras es un análisis comparativo
entre México, Brasil y Chile, “ya que son considerados como países representativos en los
grandes cambios de América Latina y porque generan más del 60% de la matrícula en las
Instituciones de Educación Superior” (p. 2).
En esto tres escenarios diversos desde todo punto de vista el objeto de estudio se comporta de
una forma muy similar y que reafirma la idea del poco interés que existe acerca de aquellas
carreras cuyo perfil profesional se asocia a la agronomía y sus especialidades. El Ecuador no
revierte tal situación, en tanto “la población nacional de estudiantes que cursan una carrera en
el área agropecuaria es de 10.200 estudiantes aproximadamente, es decir, representa el 6,36%
de los programas universitarios y politécnicos” (Mahauad y Córdova, 2015, p. 3).
Ante esta estadística también resalta que “más del 55% de la población es rural, de la cual el
25% se dedica a actividades agropecuarias, sin embargo, los clientes de estas carreras son
citadinos con poca vocación” (Mahauad y Córdova, 2015, p. 3).