Fernández Carlos, Ruiz José. Instrumento para la evaluación del impacto de programas de posgrado a partir de
la dimensión egresados desde el Centro de Estudios de la Educación Superior Agropecuaria.
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Introducción
Entre las funciones sustantivas que desarrolla la Educación Superior en Cuba, la formación de
posgrado es una de las funciones fundamentales a través de la cual se articulan como un sistema
la formación, investigación y la extensión tributando al desarrollo territorial. Esta, “como nivel
más alto del sistema de educación, garantiza la superación permanente de los graduados
universitarios” (Resolución, No 140 de 2019, p.2) y responde a las demandas de capacitación
de los profesionales de las entidades laborales, estableciendo de esta forma alianzas que
tributan a fortalecer la relación universidad-empresa (Concepción Toledo et al., 2020).
A su vez, contribuyendo al cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), la
formación de posgrado tiene entre sus prioridades garantizar una educación inclusiva,
equitativa y de calidad, así como, promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida.
Para esto entre sus principios destaca la participación de los estudiantes en el desarrollo social
a través de procesos de investigación con un carácter multi, inter y transdisciplinar, que den
respuesta a problemáticas de carácter regional, nacional e internacional, desde la generación,
adaptación y aplicación de conocimientos.
Para lograr resultados eficientes y el impacto esperado en la sociedad, el posgrado debe dotar
a los egresados de conocimientos, habilidades y valores que les permitan contribuir a la
transformación de las diferentes esferas de la economía, la producción y los servicios en
correspondencia con las demandas de la sociedad (Morales, 2017; Ortega et al., 2017). Lo
anterior implica la planificación, organización, ejecución y control de la docencia, la
investigación y la extensión por parte, tanto del profesor en ejercicio como de los directivos de
las Instituciones de Educación Superior, lo que deriva en un proceso de calidad.
En el presente artículo se enfatiza en el control del proceso, orientado hacia la evaluación del
impacto que se deriva del seguimiento al desempeño de los egresados del posgrado, con el
propósito de elevar la calidad del proceso formativo.
En la revisión de referentes teóricos se reconoce la calidad, como “el grado en el que un
conjunto de características inherentes (en este caso al proceso formativo) cumple con las
necesidades o expectativas establecidas por todas las partes interesadas en el desempeño del
proceso” (Ramos Azcuy et al., 2016, p. 116), además es entendida como la conjunción de la
excelencia académica y la pertinencia social manifiesta en sus aportes concretos y dada por los
fines del proyecto sociocultural y económico ( Junta de Acreditación Nacional, 2019a; Junta
de Acreditación Nacional, 2019b). Siguiendo esta misma línea, (Hernández et al., 2017, p.132)
hacen referencia a la calidad de los servicios de posgrado “como la capacidad para dar respuesta
a las necesidades sociales de referencia, de acuerdo con el nivel de desarrollo de los
conocimientos científicos y técnicos aplicables a la utilización de los recursos humanos,
financieros, materiales y técnicos”. Así también, Pino-Sera et al., (2021) coinciden en que la
búsqueda de la calidad de la educación, entre otras aristas, debe estar orientada al incremento
de la pertinencia e impacto al dar solución a problemáticas de alta demanda social.