crecimiento económico y social, con respeto pleno a la
integridad étnica y cultural (local, nacional y regional) y el
fortalecimiento de la participación democrática de la sociedad,
en convivencia pacífica y en armonía con la naturaleza, de
modo tal que se satisfagan las necesidades de las generaciones
actuales, sin poner en riesgo la satisfacción de las necesidades
y aspiraciones de las generaciones futuras (Montesinos Larrosa
Alejandro, 2010).
El petróleo y los combustibles nucleares aparecieron y se
arraigaron en la cotidianidad del hombre como los elementos
que propiciarían la solución eterna de los problemas humanos
en cuanto a sus necesidades energéticas; sin embargo, ni
siquiera podrán asegurar la sustentabilidad, entendida como la
capacidad de un sistema para desarrollarse con los recursos
propios, de manera tal que su funcionamiento no dependa de
fuentes externas, aunque se consideren (Montesinos Larrosa
Alejandro, 2010).
Se ha demostrado que la responsabilidad del hombre frente al
proceso de pérdida de la diversidad biológica y el agotamiento
de los recursos naturales, está dada en un ritmo que oscila entre
mil y diez mil veces más rápido que el proceso que se da de
forma natural. Sobre esta base se calcula la perdida durante el
siglo XXI de las dos terceras partes de todas las especies
existentes y el agotamiento de los hidrocarburos y otros
recursos minerales necesarios al desarrollo, lo que en materia
de las especies vivas equivale a la desaparición producida en la
época cretácea y que tardó cinco millones de años para que se
lograra el equilibrio ecológico, es decir cinco veces la edad del
hombre en la tierra (Eulalia, 2007).
El andamiaje económico y el comercio actuales se sustentan
sobre el abuso intensivo de las fuentes convencionales de
energía, que afectan la sostenibilidad de la vida terrestre,
asumida como el uso de la biosfera por las generaciones
actuales, al tiempo que se mantienen sus rendimientos
potenciales para las generaciones futuras (Montesinos Larrosa
Alejandro, 2010).
Pero a pesar de los extraordinarios avances tecnológicos
experimentados en el campo de la generación de electricidad,
su transmisión y distribución, en la actualidad existen en el
mundo más de 1300 millones de seres humanos que no
disponen de servicios eléctricos y África concentra cerca de la
mitad de esas personas, además de que en ese territorio
conviven aproximadamente, una cuarta parte de los 2600
millones que siguen recurriendo al tradicional uso de biomasa
para cocinar (AIE, 2013).
Las personas que residen en áreas rurales donde no ha llegado
el servicio eléctrico, llevan una vida difícil con serias
limitaciones para realizar tareas de orden social en las noches,
no tienen acceso a los medios de difusión y durante la mitad de
las 24 horas del día impera el silencio y la oscuridad para su
vida social (Rodríguez G. María, 2015).
El acceso a la electricidad genera potencialidades de mejora
de la calidad de vida y la incorporación activa de las personas a
una vida social saludable e integrada. El acceso a los servicios
eléctricos permite reducir la marginalidad, incrementar la
seguridad ciudadana, así como mejorar la salud pública y la
educación entre otras ventajas (Rodríguez G. María, 2015).
Las posibilidades de estar bien informados y el esparcimiento
que propicia el uso de la radio y la televisión, permite que la
vida se torne diferente. El almacenamiento adecuado e
higiénico de los alimentos con el uso de refrigeradores
incrementa el confort de la vida de las personas (Rodríguez G.
María, 2015).
En los actuales lineamientos del programa energético del
Ecuador, el cambio de la matriz está llamada a constituirse en
una herramienta política, para el trabajo de planeamiento
direccionado a cambiar la composición de la generación
eléctrica con la incorporación de las fuentes de recursos
renovables y poder garantizar la autonomía energética, teniendo
como meta la consolidación de una base energética de
indudable sostenibilidad (Parrondo José L, 2012).
La voluntad del cambio está enfocada en aprovechar al
máximo el potencial hidráulico que posee el país; pero
técnicamente tendrá que ponerse miras en las posibilidades de
diversificación del servicio eléctrico, con el aprovechamiento
de otras fuentes renovables que al igual que la hidráulica
presentan una formidable disponibilidad, e incluso en algunos
casos es superior, como resulta el potencial solar en las zonas
costeras (Rodríguez G. María, 2015).
La electrificación rural constituye un importante reto para el
gobierno ecuatoriano, en función de lograr los objetivos
trazados para el buen vivir de las personas del campo. El
suministro de energía contribuye a reducir los índices de
pobreza, la marginalidad y se logran mejorar las condiciones
sanitarias, propiciando el crecimiento económico mediante la
competitividad y el incremento de las producciones agrícolas
(Rodríguez G. María, 2015).
El objetivo del trabajo consiste en demostrar mediante un
estudio realizado en las zonas rurales del municipio Chone, la
factibilidad sobre la utilización de la tecnología fotovoltaica
para garantizar la electrificación rural, en función de lograr una
mayor eficiencia y calidad del servicio eléctrico en zonas
aisladas.
.
II. MATERIALES Y MÉTODOS
Actualmente existen diferentes formas de llevar la
electricidad a los hogares de comunidades rurales aisladas, una
de ellas es la extensión de red, las microrredes o redes aisladas
y los sistemas domiciliarios (Parrondo José L, 2012).
Electrificar el medio rural conlleva proveer de suministro
eléctrico a todas las comunidades, independientemente de la
tecnología, las fuentes de energía que se utilice y la forma de
generación empleada. La electrificación rural se caracteriza
principalmente por una baja densidad de carga local, por lo que
se deben realizar estudios de factibilidad que satisfagan
económicamente la variante tecnológica que se emplee
(Rodríguez G. María, 2015).
Existen experiencias en países como España, donde se han
realizado estudios en vivienda patrón unifamiliar de cuatro
individuos, ubicada en diferentes lugares geográficos del
territorio español (Huelva, Zaragoza y Vitoria) para establecer
comparaciones. Se evaluaron con el objetivo de abastecer tanto
de una instalación solar térmica, como de una instalación
fotovoltaica (Andara, 2010; Pascua P. I, 2012).
En el Centro de Investigaciones Energéticas,
Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), han