Gabriela Luna, Olmedo Farfán. Emociones y sentimientos de padres que recibieron
diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista en sus hijos.
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Introducción
El Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) según el DSM-V (2014) se caracteriza por
presentar deficiencias en la comunicación e interacción social en diversos contextos y patrones
restrictivos y repetitivos de comportamiento, actividades o intereses. Por lo general, es
detectado en la primera infancia, generando en los padres (madre y padre) incertidumbre con
respecto a las acciones a tomar, expectativas sobre el futuro y por ende dificultad para entender
y aceptar la condición de autismo.
A pesar de que en el DSM-V están definidos los criterios de diagnóstico de esta condición,
todavía es difícil llegar al diagnóstico de forma clara, el proceso es largo en la mayoría de los
casos, debido al peculiar funcionamiento de las personas con TEA (Martos, 2015). En
Ecuador, esta realidad se intensifica por diferentes factores. En un estudio realizado por López
y Larrea (2017), titulado Autismo en Ecuador: un Grupo Social en Espera de Atención,
concluyeron que los procesos diagnósticos demandan gastos económicos y varían según la
inserción social y ubicación espacial, esto hace que durante el proceso se incrementen
sentimientos negativos en los padres, con respecto al diagnóstico.
Alrededor de los 18 meses, los padres se encuentran ilusionados con los cambios que su hijo/a
debería ir presentando, y es en esta edad donde comienzan a observarse las alteraciones en el
desarrollo de los niños con TEA. Bowlby (1979) indica que los padres tienen la capacidad de
adaptarse a las necesidades de su hijo intuitivamente, cuando hay una amenaza de pérdida del
vínculo (en este caso las alteraciones en el desarrollo) se generan sentimientos de ansiedad,
pena e ira.
Para las personas con TEA, la familia es su principal fuente de aprendizaje y apoyo. Silberman
(2016), expone que “uno de los errores que se cometen con más frecuencia con respecto al
autismo es pensar que separa a las familias”. Si bien, se comparte la idea planteada por
Silberman, también es cierto que se genera un cambio de vida en la familia. Puesto que, como
señala Bechara (2013) cualquier diferenciación o cambio que se ocasione en algún miembro
de la familia impactará sobre los otros. Es por ello que “es imprescindible que las familias estén
informadas, debidamente asesoradas y apoyadas, para conseguir el mayor bienestar y
desarrollo posible de todos sus integrantes” (Monsalve, 2015).