Cindy Navarrete y Enrique Santos. Estrés docente en tiempos de confinamiento: estudio de caso en el cantón
Santa Ana de Manabí, Ecuador
99
buena parte de ellos experimentó distrés, con la ansiedad, temor y frustración asociadas a
este. Las repercusiones del confinamiento en la salud mental de la población están bastante
documentadas (Balluerka et al., 2020; Christakis, 2020; Muñoz et al., 2020; UNESCO &
CEPAL, 2020; Zizek, 2020), teniendo características diferentes según el sexo, grupo de
edad, actividad ocupacional y marco cultural. Los más afectados, sin duda, fueron los pobres
de las áreas urbanas, que vieron constreñidas aún más sus fuentes de ingreso. Pero, también,
en la clase media se vivieron situaciones altamente estresantes, como la pérdida de empleo,
disminución de ingresos, convivencia con familiares contagiados y pérdida de algunos de
estos, así como de amigos, colegas y conocidos.
Como se señaló antes, el sexo y el grupo etario producen diferencias en la forma de enfrentar
y procesar el confinamiento. Así, las maestras dedican gran parte de su tiempo tanto al
trabajo en la institución educativa, como en el hogar (hijos y pareja, limpieza, cocina y
cuidados a miembros del entorno). En la modalidad de teletrabajo, ambas labores se realizan
en el mismo espacio (la vivienda). Esta coincidencia espacial produce solapamiento de
tareas de ambos dominios; solo como ejemplo, uno muy cotidiano y visual: se ha visto
mujeres que, en la mitad de una reunión o tarea, debían interrumpirla, para atender demandas
del entorno doméstico. Esto genera inquietud e intranquilidad, así como pérdida de atención
y concentración, creando un bucle de retroalimentación negativa en la calidad de la
interacción con sus estudiantes y de la dirección del aprendizaje (Regidor, 2021).
En cuanto a los efectos psicológicos del confinamiento y la pandemia en diferentes grupos
etarios, existiendo una importante bibliografía sobre el tópico (CEPAL, 2020), merece
destacarse la información proporcionada por el gran neuropsiquiatra francés Boris Cyrulnik,
para el caso de los adolescentes: “En un país en paz, un 12% de los adolescentes se
deprimen. En un país después de la covid, según una evaluación, son el 39%. Quienes han
pagado más caro el precio de la covid son los adolescentes” (Bassets, 2021). Por supuesto
que los maestros no son adolescentes, pero interactúan con ellos y, muchas veces,
desconocen este impacto terrible del estar en casa, para chicas y chicos ávidos de contacto
social, emocional y físico.
Es interesante la afirmación de Muñoz y colaboradores (2020), de que personas expuestas
de modo continuo al estrés provocado por el confinamiento y el imaginario de la pandemia
sufrieron trastornos en sus capacidades cognitivas, emocionales y de conducta e interacción
sociales. Como lo afirman estos mismos autores, esto se constituye en un factor que altera
el metabolismo y sistema inmunológico de las personas, incrementando la morbilidad y el
malestar subjetivo. A ello debe agregarse lo que Zizek (2020) llama “virus ideológicos”,
que ya estaban presentes en nuestra sociedad y que se han amplificado: “noticias falsas,
teorías de la conspiración paranoicas, estallidos de racismo”. Estos “virus ideológicos” han
pasado a ser, por sí mismos, factores de inoculación de miedo y, por tanto, de distrés.
Estas formas y niveles de distrés y los síntomas y malestares asociados han ido
disminuyendo desde el 2020 hasta el momento. Ello se debe, en parte, a las exitosas
estrategias epidemiológicas y médica para enfrentarlas. Así, se cuenta ahora con vacunas