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Paternidades, familia y adultez. Reflexiones desde una
perspectiva Sociocultural en Psicología
Development, family and adulthood. Insights from a Sociocultural
perspective in Psychology
DOI: https://doi.org/10.33936/psidial.v2i2.5598
María Alejandra Salguero Velázquez
1
0000-0002-8610-3726
Juan José Yoseff Bernal
2
0000-0002-3735-1168
Elisa Paulina Romero Mancilla
3
0009-0005-5203-8515
Bernardo Ángel Delabra Ríos
4
0000-0002-0384-938X
Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores Iztacala,
México. alevs@unam.mx
1
, joseff@iztacala.unam.mx
2
, elisa.romero@iztacala.unam.mx
3
,
bernardo.delabra@iztacala.unam.mx
4
Recepción: 01 de marzo de 2023 / Aceptación: 07 de octubre de 2023 / Publicación: 08 de diciembre de 2023
Citación/cómo citar este artículo:
Salguero, M. A., Bernal, J. J., Romero, E. P y Delabra B. A. (2023). Paternidades, familia y
adultez. Reflexiones desde una perspectiva Sociocultural en Psicología. PSIDIAL: Psicología
y Diálogo de Saberes, 2(2) 18-30 https://doi.org/10.33936/psidial.v2i2.5598
Salguero, M. A., Bernal, J. J., Romero, E. P. y Delabra B. A. Paternidades, familia y adultez. Reflexiones desde
una perspectiva Sociocultural en Psicología
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Resumen
Este ensayo tiene por objetivo bosquejar un marco teórico que le cobijo a lo que estamos
concibiendo como una realidad a esclarecerse y que requiere indagación, esto es, las relaciones
paterno-filiales con hijas e hijos adultos. El enfoque teórico desde el que abordaremos estas
cuestiones es la psicología sociocultural, heredera de los planteamientos del psicólogo ruso Lev
Vygotsky. Partimos de este planteamiento en tanto empresa interdisciplinaria en diálogo con
disciplinas como la sociología, la antropología social y la lingüística, preocupada por
problematizar y abordar diversos procesos psicológicos tomando en cuenta su especificidad
social, cultural e histórica. Esto permite trabajar desde una perspectiva de desarrollo que lo
asume como un proceso continuo, dinámico e indeterminado en los diferentes ámbitos de
participación, como puede ser el familiar, donde se consideran las relaciones, aprendizajes y la
participación en diversas prácticas en un devenir que implica volverse un cierto tipo de
personas. Es aque llegamos a cuestionamientos que consideramos clave para comprender
cómo se están desarrollando las relaciones entre padres e hijas e hijos adultos, cuestión que ha
quedado mayormente velada para la investigación psicológica desde hace algunos años.
Palabras clave: Desarrollo humano, paternidades, familia, adultez, psicología sociocultural.
Abstract
This essay aims to outline a theoretical framework that shelters what we are conceiving as a
reality to be clarified and that requires investigation, that is, parent-child relationships with
adult daughters and sons. The theoretical approach from which we will address these issues is
sociocultural psychology, heir to the approaches of the Russian psychologist Lev Vygotsky.
We start from this approach as an interdisciplinary company in dialogue with disciplines such
as sociology, social anthropology and linguistics, concerned with problematizing and
addressing various psychological processes taking into account their social, cultural and
historical specificity. This allows working from a development perspective that assumes it as
a continuous, dynamic and indeterminate process in the different areas of participation, such
as the family, where relationships, learning and participation in various practices are considered
in a future that implies become a certain type of person. This is how we come to questions that
we consider key to understanding how relationships between fathers and daughters and adult
sons are developing, an issue that has been largely hidden from psychological research for
some years.
Keywords: Human development, paternities, family, adulthood, sociocultural psychology.
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PSIDIAL: Psicología y Diálogo de Saberes
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Introducción
Este ensayo no es meramente una especulación teórica, es la conformación conceptual de un
marco de referencia en torno del cual se puedan analizar hechos sociales a los que ese marco
teórico hará referencia. Estos hechos, vinculados al desarrollo humano, la adultez, la familia y
la paternidad, son hechos sociales que habrán de imaginarse, en el sentido de la imaginación
sociológica planteada por Mills (1961), para poder establecer las condiciones factuales de su
estudio. Es decir, para establecer el cómo y la situacionalidad de su realidad, y con ello, poder
negociar con esta realidad los tópicos, así como los significados, que de ello podrían
desprenderse.
Dos pues son los objetivos de este escrito: a) Formular un bosquejo de marco teórico
(encuadrado dentro de las posibilidades sociales que hoy existen para lo que se establecerá
como campo de indagación) que le dé cobijo a lo que estamos concibiendo como una realidad
a esclarecerse y que requiere indagación, esto es, las relaciones paterno-filiales con hijas e hijos
adultos; y b) La importancia sociocultural de este marco teórico, así como de su realidad
concreta y factual tendrán que reconocerse como mundos posibles que conlleven la concreción
de su realización. No sabemos si tomando como referencia lo que hay en las relaciones paterno-
filiales o si se están innovando procesos y relaciones, como tampoco podemos imaginar las
implicaciones sociopsicológicas de dichas facticidades.
El enfoque teórico desde el que abordaremos estas cuestiones es la psicología sociocultural,
heredera de los planteamientos del psicólogo ruso Lev Vygotsky; se trata de una empresa
interdisciplinaria en dialogo cercano con disciplinas como la sociología, la antropología social
y la lingüística, y se preocupa por problematizar y abordar diversos procesos psicológicos
tomando en cuenta su especificidad social, cultural e histórica (Pérez y Cuevas, 2015; Delabra
y Romero, 2021).
Situando las relaciones paterno-filiales
Un asunto que parece obviar las relaciones familiares y en este mundo de la organización
familiar, es la intimidad que la modernidad ubicó en el mundo privado de la casa, de los
parentescos sanguíneos. No obstante, por lo que se dirá en un apartado s adelante, estos
pilares ya no son tan firmes, lo que implica que el edificio se ha empezado a construir con otros
materiales, otras amalgamas y que quizá se decore con otros ornamentos, pues es bien cierto
que actualmente tanto el Estado como la Iglesia no tienen ese control de las familias como lo
tuvieron en los siglos anteriores (Donzelot, 1979). Desde la sociología, Giddens (1995) en su
formulación de la democratización de la intimidad, sugiere que la familia, o al menos el modelo
que había sido construido en la sociología clásica de Parsons (ver Bales y Parsons, 1956) ya no
opera más; o, para decirlo de otro modo, se ha diversificado y quizá en esa diversificación se
ha democratizado porque admite la diferencia y la diversidad.
Por consecuencias lógicas sería de esperarse que, puesto el microscopio en las relaciones
paterno-filiales, éstas también se estuvieran diversificando, como intentaremos apreciar en las
consideraciones siguientes. La misma figura familiar sobre la cual se gestó el modelo en
Salguero, M. A., Bernal, J. J., Romero, E. P. y Delabra B. A. Paternidades, familia y adultez. Reflexiones desde
una perspectiva Sociocultural en Psicología
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psicología, vía el psicoanálisis, ya no es tan real o al menos, ya no es tan flexible y dúctil. Por
ello se entiende que para Rogoff (1993) la familia sea más bien una institución no
burocratizada. Y como hemos dicho en otro momento y en otra obra (Salguero y Yoseff, 2020),
es preferible hablar de arreglos familiares, pues este concepto da la oportunidad de abordar
una gama amplia y diversa de posibilidades de realización de las relaciones familiares en la
actualidad. En este sentido, bien se podría sostener que estamos ante un asunto que mostrará
posibilidades quizá no vistas antes de las relaciones paterno-filiales, particularmente desde la
óptica de ciertas perspectivas psicológicas.
La figura del padre
La literatura histórica, social y cultural sobre el ‘padre’ no sólo apela al orden simbólico dentro
de las culturas occidentales, ordenadas patriarcalmente, sino también a lo que ha sido el o los
modelos dominantes de familia, ejemplificada en psicología por el modelo asumido
principalmente por el psicoanálisis. Aunque socialmente uno de los temas relevantes ha sido el
parámetro antropológico de la Unidad Doméstica en donde se organiza la vida de subsistencia,
la cual implica pensar más allá de si los miembros comparten lazos sanguíneos o no.
No obstante, en psicología y desde los años setenta del siglo pasado se asumió como modelo
de familia, el modelo que la sociología parsoniana consideró como ideal para el desarrollo del
mundo industrial. Un modelo que suponía una diferenciación entre los roles ha pasado a un
desdibujamiento de estos, por la horizontalidad y la tendencia a la equidad entre sus miembros
(Giddens, 1995).
A partir de entonces, las organizaciones familiares que desde hace tiempo hemos asumido
como arreglos tienen la característica de ser muy flexibles en su organización, en las relaciones,
así como en los parámetros en juego. Por eso es importante posicionarse teóricamente ante este
asunto, y por ello retomaremos lo que es regla de trabajo práctico: pensar cómo están
ocurriendo estos entramados relacionales entre padres e hijos/as a edad mayor en nuestro
ámbito citadino, cotidiano y en el contexto mexicano, tomando en cuenta su profunda
pluralidad en términos sociales, culturales e incluso económicos.
Que nos interesen las relaciones paterno-filiales, como mexicanos, es porque la familia es un
pilar y soporte importantísimo para sortear las vicisitudes económicas, pero también para
nuclear, estructurar y dinamizar las relaciones sociales de dentro, primero, y de fuera,
posteriormente. Aunque como dice un seguidor de Pierre Bourdieu, Lahire (2007), actualmente
otras instituciones vienen a competir y complementar los procesos de socialización que ocurren
en el seno familiar. Asunto que había sido ya también formulado por Bronfenbrenner (1979)
de otro modo en su obra clásica, La Ecología del Desarrollo humano: que la familia, una vez
que los descendientes salen del núcleo familiar, para entrar en relación con otras instituciones,
es altamente permeable a lo que ocurre en esas instituciones extrafamiliares (escuela, trabajo,
institutos o centros religiosos, etc.).
De hecho, la vida cotidiana de las personas en su trayectoria de vida se va interrelacionando
con otros mundos o instituciones más o menos formales para ir conformando lo que será su
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forma de ser. Esferas que, desde la lógica del planteamiento de Dreier (2017), son las diversas
prácticas sociales en las que las personas participan y lo que ellas signifiquen en sus vidas,
cuestión que va configurando aspectos de su forma de ser persona-en-el-mundo.
Ahora bien, antes de abordar de lleno las relaciones paterno-filiales con hijas e hijos adultos,
precisaremos dos premisas aclaratorias: 1) Por entramados relacionales entenderemos aristas
que entran en juego cuando estamos queriendo abordar esta “semi-estructura familiar”, para
poder centrar la atención en los padres varones y sus hijas e hijos adultos. Tales aristas
comprenden la relación económica, las obligaciones domésticas, la convivencia y el trato, así
como aspectos ético-morales; 2) la adultez que, apelando de inicio a lo que la ONU asume,
cumplidos los 18 años las y los hijos son responsables de sus propios actos a pesar de que sean
económicamente dependientes y vivan en el lugar de residencia o compartan el hogar.
Lo anterior quiere decir que, como Unidades Domésticas que llegan a ser las familias
(cualesquiera que sean sus elementos composicionales), están en juego, la Jefatura del Hogar,
considerando la Autoridad Familiar, si es una unidad familiar con verticalidad en las
decisiones, o si, como lo ha dicho Giddens (1995), las relaciones familiares se muestran más
equitativas o tendientes a la equidad, con regulaciones más democráticas. O, caso extremo, que
actúan como Unidad Doméstica, pero con fragmentación de las actividades y tendientes a
satisfacer las necesidades individuales antes que las grupales. En síntesis, los entramados
relacionales se pueden catalogar así, sin pretender agotarlos, de la siguiente manera:
1. Económicos (manutención y cuidado, su lado emocional)
2. Trabajos domésticos (no se hace puramente instrumental)
3. Convivencia y Trato (comunicativo-afectivas)
4. Morales y éticas (confrontaciones, contradicciones; marcos democráticos de crear
civilidad)
En cuanto terminemos de aclarar los asuntos siguientes, retomaremos estos entramados
relacionales. Es importante aclarar que los paréntesis son tan importantes como lo que está
fuera de ellos; y en el mejor de los casos, los paréntesis no quieren obviar esto que a menudo
se obvia social y políticamente.
Arreglos familiares
Actualmente, por medio de manipulación genética, de bancos de espermas o de alquiler de
vientres, es posible que los arreglos familiares cuenten con un reconocimiento aunque no
entiendan que la diversidad está ampliándose en la conformación de estructuras familiares.
Cabe mencionar que pueden llegar a ser estructuras que cuenten con un reconocimiento en
el Derecho Familiar en México. No es esta arista lo que se tratará aquí, aunque en su momento
y dependiendo de las mismas relaciones, el derecho puede ser un recurso de legitimidad y
legitimación (Lave y Wenger, 2007).
Lo que es claro para este escrito es que un arreglo padre-varón e hija(s)/hijo(s) es posible
como punto de partida; sin que necesariamente pensemos en un modelo. Éste se ha venido
Salguero, M. A., Bernal, J. J., Romero, E. P. y Delabra B. A. Paternidades, familia y adultez. Reflexiones desde
una perspectiva Sociocultural en Psicología
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desdibujando porque ni la Iglesia ni el Estado están siendo Instituciones de peso para las
decisiones de los individuos que conforman o pueden llegar a conformar un arreglo.
Teóricamente esta situación se parece a lo que en su momento fue una variante del modelo de
Familia Occidental. Pero que hoy adquiere otras características en las que el Derecho de
Familia sale sobrando en cuanto a Custodia de las Hijas/hijos.
La realidad de la figura paterna está adquiriendo un tratamiento singular de facto. Y que, a falta
de imaginación, se podría pensar que dicha ‘figura’ tendría que ser “cuidadora, protectora,
proveedora de bienes materiales y psicológicos”. Esto es lo que enuncian los Derechos de la
Infancia. Y dentro de las responsabilidades según la normativa familiar existente, de
cumplimiento del bienestar de su prole, para proveer educación y amor. Estos hechos también
son consignados en lo dilucidado por Salguero (2002), al evidenciar que la paternidad se había
empezado a ejercer en esos otros dominios que no son los económicos (ser proveedores) ni el
ejercicio del poder (como autoridad, como pater-familias, según la legislación romana que aún
pervive). Empezaban a involucrarse en cuidado y crianza de los hijos.
Parece estar ligado a la sanguinidad de las relaciones paterno-filiales que configuraron el
modelo moderno de familia que venía operando desde hace siglos. No obstante, hoy la
paternidad no necesariamente será una apelación sanguínea, con lo que empieza a dejar de
tener sentido. Se puede ser padre de una familia reconstituida, como muestran Mena,
Hernández y Delabra (2020), de un hijo o hija adoptada(o); padre de un(a) hija(o) de madre
soltera y a podemos imaginar otros tantos casos parecidos. Lo que parece quedar claro
entonces es que la “funcionalidad”, o lo que en su momento fue considerado como el
estereotipo o el rol del padre es lo que hemos dicho arriba de las “aristas relacionales”. Se será
padre de facto por cumplir con esas aristas: proveedor económico, protector, participantes de
las actividades domésticas y de apoyo ético-moral.
A pesar de que este es un asunto nodal que conforma la paternidad, no es el único pero puede
llegar a ser importante ante la legitimidad de la custodia, ante la garantía de los Derechos de la
Infancia y otros aspectos que contempla la ley, como el caso de que los hijos en mayoría de
edad seguirán contando con tales derechos si se extiende la dependencia por los estudios de los
hijos mayores. A pesar de este aspecto de la ley, hay otras circunstancias que en su momento
se verán, también contribuyen a que la dependencia se extienda más allá de los dieciocho años.
Cuando se vive bajo el amparo del padre, siendo estudiante mayor de edad, por ejemplo, la
obligación de los padres se extiende y la proveeduría se convierte en un derecho de los hijos.
Inclusive, como muestra la investigación de Delabra (2021), en algunos arreglos familiares en
México, especialmente aquellos que se ubican en clases medias bajas, cuando los estudiantes
universitarios concluyen sus estudios y buscan insertarse en el mercado laboral, viviendo una
transición hacia la adultes, las familias continúan apoyándoles en aspectos básicos como la
alimentación y los servicios.
Podemos decir pues que la proveeduría es un resabio de la familia industrial y parte funcional
de este arreglo familiar, que ha significado un elemento sustantivo que es asumido por los
propios padres como su principal actividad y obligación. No obstante, las madres que, desde
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mediados del siglo XX en México, han ingresado al mercado laboral, han llegado a compartir
la proveeduría y con ello, el peso de la dependencia económica del padre se ha aligerado y le
ha restado peso en importancia a la funcionalidad paterna, por lo que ésta ha tendido a irradiarse
a las otras aristas de este entramado relacional.
Como se dijo, la intimidad de las aristas relacionales está en el juego de los afectos.
Retomaremos una metáfora que parece apropiada para imaginar el vaivén de los afectos: el
carrusel de los sentimientos. Carrusel porque suben y bajan, porque se entiende que los
sentimientos tienen esa naturaleza dual que como pueden ser buenos pueden ser malos; que
tienen doble signo y que no es sino su situacionalidad lo que nos hará admitir que la polaridad
es un hecho a considerar a la hora de observar su ocurrencia (Yoseff, et al., 2018).
No podemos evitar señalar que en estos tiempos de pandemia por COVID-19 han estado
ocurriendo fenómenos interesantísimos que justo hacen aparecer las intimidades en la esfera
pública en donde parecen gestionarse las intimidades. Previamente a estos fenómenos sociales
histórico sanitarios que han afectado al orbe entero, la intimidad tenía su resguardo y
manifestación privada. La empatía, que se daba por sentada en la vida íntima, familiar, hoy es
un recurso gubernamental para “cuidándote, cuidas a los demás”, tal como hemos señalado en
otro texto (Salguero, et al., 2021).
Si la anomia ha sido un fenómeno de despersonalización de la vida pública, y un fenómeno de
desinterés por el otro; hoy es una alerta gubernamental que se pretende prevenir con lo que en
su momento fue un recurso de intimidad, como lo era la empatía. Quizá éste ‘entramado social’
haya sido el suelo de donde o el terreno con el que se construyeron las sociedades, y hoy es
volver al terreno perdido. Vygtosky podría llevarnos a pensar en una de las implicaciones de
su postura en torno a las emociones, que estas, siendo de origen social, se ven modeladas por
la vida social como es el arte; y que ahí se encuentran dando cuenta de su carácter y que las
personas las vivimos compartiendo y re-viviéndolas a cada acto nuestro.
Y precisamente es la problemática de las relaciones íntimas las que han salido a la luz con la
pandemia, pues se constituyen en un terreno para testimoniar lo que nos ocurre en torno a las
desgracias familiares o los avatares socioemocionales en los que nos debatimos para actuar
ante nuestras responsabilidades y obligaciones contraídas con los mundos no familiares: el
trabajo, la escuela, las relaciones sociales, profesionales, de amistad o camaradería.
¿Acaso sería decir que cuando en circunstancias excepcionales, como en esta pandemia, la vida
íntima se ve aireada en la vida pública a modo de parapeto o justificante de nuestro proceder y
que además nadie ponga en duda?
Ahora procederemos a ahondar en el otro eje de reflexión que constituye este escrito. Nos
referimos al desarrollo humano, tema central para la psicología desde sus distintas escuelas de
pansamiento, pero diverso en sus planteamientos e implicaciones analíticas y prácticas. Por
ello es que a continuación enunciamos de manera general nuestra postura respecto al tema, para
poder precisar también que entendemos por adultez, por ser un aspecto central en este escrito,
la paternidad con hijas e hijos adultos.
Salguero, M. A., Bernal, J. J., Romero, E. P. y Delabra B. A. Paternidades, familia y adultez. Reflexiones desde
una perspectiva Sociocultural en Psicología
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La concepción del desarrollo desde una perspectiva sociocultural.
Una aproximación a la adultez
Desde una perspectiva sociocultural en psicología, se concibe al desarrollo como un proceso
continuo, dinámico e indeterminado en los diferentes ámbitos de participación, como puede ser
el familiar, donde se consideran las relaciones, aprendizajes y la participación en diversas
prácticas en un devenir que implica volverse un cierto tipo de personas (Pérez, 2014).
Sugarman (2005) considera que las posibilidades de ser persona se encuentran en los
contextos diarios en los cuales nuestras acciones y experiencias están situadas y en las cuales
se construyen significados, incorporan creencias sociales y culturales, donde las prácticas
constitutivas de nuestras formas de vida siempre integran el aspecto relacional con las y los
otros.
En este sentido, consideramos que, como padres e hijos/as, se van construyendo identidades a
través de sus formas de participación en la práctica cotidiana. Una posibilidad es el ser madre
y ser padre, no como algo dado sino negociado y construido con la pareja y los hijos/as,
involucrándose en un proceso continuo de desarrollo y cambio (Salguero, 2012). Así, como
señalábamos previamente, ser padre va más alde la reproducción biológica, tener un hijo o
una hija implica un proceso de transición y cambia por completo la vida.
Cabe mencionar que hay en el desarrollo humano también expectativas sobre la conformación
de ciertas trayectorias de vida, con momentos de transición importantes, como el paso de la
juventud a la adultez. Expectativas fundadas, por ejemplo, en la idea de hacer familia, como
ha señalado Salguero (2012), esto es, formalizar una relación de pareja, vivir juntos, organizar
la distribución de actividades familiares, laborales, la decisión de tener hijos y la crianza y el
cuidado permanente, los usos del tiempo libre, etc., donde la negociación de significados,
dilemas y conflictos a los que se enfrentan y la manera de resolverlos va dando sentido a sus
vidas.
En ese sentido, podemos argumentar que los arreglos familiares, al igual que el desarrollo
humano, no son algo acabado, sino que se están rehaciendo y reestructurando constantemente
a través de la acción y grado de implicación de los participantes. El desarrollo es continuo y da
paso a la historicidad y diversidad de estructuras familiares como lo han planteado Elias (1994)
y Flandrin (1979) en sus obras ya clásicas, quienes consideran que la vida familiar ha asumido
formas diversas no solo en la conformación y funciones, sino al interior en los múltiples
significados en las relaciones familiares.
Esta concepción de desarrollo rompe con la visión tradicional estructurada por etapas o
periodos de edad definidos, para dar paso a un proceso constante de cambio que, además, no
está determinado sino que es abierto y diverso en relación al origen socioeconómico y cultural
de las personas, así como las particularidades del momento histórico donde se sitúan, las
prácticas de las que son partícipes y la estructuración de su vida cotidiana, así como los
múltiples contextos en los que participan, algunos más institucionalizados que otros, como es
el caso del propio arreglo familiar, la escuela, los espacios laborales y demás (Pérez, 2012;
Dreier, 2017).
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Así, llegamos a otro concepto fundamental para nuestro planteamiento en este escrito, la
adultez. Decíamos líneas atrás que la perspectiva sociocultural en psicología permite concebir
al desarrollo sin recurrir a etapas o periodos claramente definidos, de acuerdo con una
organización basada en la edad. Si bien es cierto que la importancia de la dimensión biológica
y fisiológica es innegable, nos interesa enfatizar la relevancia de las dimensiones sociales,
culturales, políticas e institucionales. Señala Pérez (2012) que no se es adulto de manera
general ni abstracta, sino que “…nos convertimos en tales a través de un proceso relacional
controvertido.” (p. 8), proceso que, de acuerdo con el mismo autor, implica ser persona de una
manera histórica y socioculturalmente situada. Lo anterior quiere decir que estar siendo adulto
(en un sentido heideggeriano, donde el ser está abierto y nunca concluido), implica un proceso
profundamente social, donde la persona está atravesada por expectativas, discursos e
intenciones en un conjunto de relaciones, familiares, laborales, afectivas.
Decíamos también en las primeras líneas que, una manera de aproximarnos a la adultez es
partiendo de lo propuesto por Organismos Internacionales como la ONU, o por dimensiones
legales. En ese sentido, asumiríamos que una persona es adulta al cumplir la mayoría de edad,
que en México son los dieciocho años. Pero esta, aunque puede ser un punto de partida, es una
forma limitada de abordar esta cuestión.
Decimos lo anterior, porque ser adulto no se define a partir de un solo criterio, ni tampoco un
conjunto de criterios a cumplir, como la conformación de un hogar y un arreglo familiar propio,
la independencia económica o asumir cierto tipo de responsabilidades. Al respecto más bien
plantearíamos cuestionamientos como ¿hacer familia define a una persona como adulta? ¿en
qué aspectos de la vida cotidiana es independiente una persona? Partiendo del supuesto de que
dicha independencia no es total y, por último, ¿qué responsabilidades están las personas
dispuestas a asumir y la familia de origen a ceder?
Asimismo, señalábamos la importancia de analizar las condiciones sociales, culturales,
políticas y económicas del estar siendo adulto. En ese sentido, hay que tomar en cuenta distintos
niveles contextuales que den cuenta de las estructuras sociales y económicas amplias, pero
también de la constitución de subjetividades, todo para comprender las formas de participar de
las personas en un mundo complejo, cambiante y demandante. En ese sentido, coincidimos
plenamente con los planteamientos, como los propuestos por Corica, Freytes y Miranda (2018),
quienes señalan, a partir de amplias investigaciones realizadas en distintos países de América
Latina, incluido México, que la transición hacia la adultez “…se da en un contexto de mayor
incertidumbre e inseguridad…” (p. 13), sobre todo por la precariedad e inestabilidad de los
mercados laborales, la desigualdad en el acceso a niveles de educación como el superior y las
posturas de las personas en relación a la procreación y la conformación de familias.
Lo anterior da elementos para pensar al proceso de convertirse en adulto como un proceso
relacional, sumamente plural, que implica reconocerse y ser reconocido (dentro del arreglo
familiar de origen, en relación con personas e instituciones particulares) como una persona
adulta. Este proceso, como señalábamos con Pérez (2012), es también controversial, es decir,
no necesariamente armónico, y conlleva negociaciones implícitas y explicitas con esos otros
que son relevantes. Es aquí donde articulamos esta cuestión con las paternidades. A
Salguero, M. A., Bernal, J. J., Romero, E. P. y Delabra B. A. Paternidades, familia y adultez. Reflexiones desde
una perspectiva Sociocultural en Psicología
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continuación, para dar cierre a este escrito, planteamos algunas ideas y cuestionamientos que
nos parecen sumamente relevantes en la actualidad.
Conclusiones
Lo dicho hasta aquí nos lleva a un cuestionamiento sumamente relevante para nuestro escrito,
con el cual daremos cierre: ¿por qué en la investigación social se ha enfatizado el desarrollo
familiar en la infancia y adolescencia, desdibujándose en la adultez de los hijos/as y en los
padres en edades mayores? ¿será que se considera que en la adultez ya se alcanzó el desarrollo
total? Si retomamos la propuesta sociocultural de desarrollo en el proceso de hacer familia,
tendríamos que preguntarnos en relación a los padres varones y sus hijos/as adultas, cómo
continúan dicho proceso de desarrollo, qué actividades comparten, como se construye la vida
emocional, a qué problemáticas se enfrentan y cómo las resuelven; pues es a partir de lo que
las personas deciden, negocian y hacen, que van dando sentido a sus vidas y existencia.
Podemos afirmar pues que la pretendida naturaleza y universalidad de la concepción de familia,
no existe. Solo necesitamos ver la compleja e intrincada red de relaciones y prácticas sociales
que se desarrollan en su interior, por ejemplo, lo que significa ser padre cuando los hijos/as son
adultos. Wenger (2001) considera que los significados no parten de cero, forman parte del
mundo social en el que vivimos, de ahí que, los discursos sobre la(s) familia(s) y la paternidad
lleguen a influir en las formas actuación y participación en las prácticas sociales, ya que si bien,
el significado no es preexistente, tampoco es simplemente inventado, es histórico, dinámico y
contextual. Valsiner (2005) señala que las personas en sus “relaciones con el mundo”
involucran la reflexión sobre las construcciones psicológicas presentes, pasadas y futuras, que
hacen posible la capacidad de construir nuevos significados, relaciones y sentimientos.
Las personas no están determinadas por su historia, las personas se desarrollan a través de sus
formas de participación en las prácticas socioculturales como hacer la familia o llegar a ser
madre/padre, incorporando un proceso reflexivo sobre sus acciones, lo cual les lleva a asumir
una clase de compromisos, responsabilidades y preocupaciones que van formando su identidad
personal.
En ese sentido, consideramos que la forma en como los hombres asumen su paternidad y el ser
padres, está influido por los discursos sociales y la cultura de pertenencia, pero a su vez,
participan activamente en su creación, transformación y resignificación (Ortner, 2005).
Nuestro trabajo como psicólogos desde una aproximación sociocultural del desarrollo, tendrá
que dar cuenta de ese proceso, sus posibilidades de acción, adaptación o resistencia en el
proceso de construirse en un determinado tipo de padre, presente o ausente en la relación con
sus hijos/as.
Asumiendo responsabilidades y compromisos, participando en un proceso de desarrollo y
aprendizaje constante, creando historias de compromiso mutuo y responsabilidad compartida,
conformando una forma de ser y estar en esa nueva situación con sus hijos e hijas en la adultez,
construyendo identidad como padre en la participación, involucración y compromiso conjunto,
en ocasiones con miedo e incertidumbre, pues no está dado, aún y cuando se destener hij@s
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la interrogante y el cuestionamiento siempre se hacen presentes sobre todo cuando se toman
decisiones que involucran el proceso de construcción y resignificación familiar en la adultez.
Referencias bibliográficas
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PSIDIAL: Psicología y Diálogo de Saberes
e-ISSN: 2806-5972
https://revistas.utm.edu.ec/index.php/psicologia
Vol. 2 Núm. 2
psidial@utm.edu.ec
Universidad Técnica de Manabí
DOI: https://doi.org/10.33936/psidial.v2i2.5598
Contribución de los Autores:
Autor
Contribución
María Alejandra Salguero Velázquez
Concepción del escrito, coordinación del
proyecto de investigación desde el que se
gestó el escrito, PAPIIT IN307821 “El
significado y la doble mirada de la paternidad
con hijas e hijos adultos” de la Universidad
Nacional Autónoma de México.
Juan José Yoseff Bernal
Elisa Paulina Romero Mancilla
Redacción de los apartados correspondientes
a la concepción de familia. Co-responsable
del proyecto.
Búsqueda bibliográfica, redacción de
apartados correspondientes a desarrollo
psicológico y adultez.
Bernardo Ángel Delabra Ríos
Búsqueda bibliográfica, redacción de
apartados correspondientes a desarrollo
psicológico y adultez.