Nullius: Revista de pensamiento crítico en el ámbito del Derecho e-ISSN 2737-6125
José Gregorio Wagner Albujas
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defenestración de las causas sociales y de sus exponentes y propulsores para la inserción de las
doctrinas de las clases dominantes.
En la práctica, su rango de acción es sumamente amplio, parece existir acuerdo que se
fundamenta en la utilización de la ley de forma ilícita, arbitraria, para la consecución de propósitos,
en primer lugar políticos, no obstante, su aplicación puede darse conjuntamente en espacios de la
geopolítica, lo militar, la propaganda, la información, el uso de los medios masivos de información,
combinando estos elementos en mayor o menor grado de acuerdo a los objetivos trazados.
Las ideas expuestas sacan a relucir la existencia de diversas dimensiones o categorías que podrían
dar lugar a variadas clasificaciones o tipologías del lawfare, este tópico no lo consideramos como
tema a desarrollar dentro de este ensayo, solo nos limitaremos a señalar que dentro de esas
categorizaciones, se suele hablar del lawfare político, militar, comercial y geopolítico, dependiendo
en cada caso de los objetivos propuestos y los distintos ámbitos en que lleva lugar su aplicación.
El lawfare como Doctrina
En el campo doctrinario, Atilio Borón (2018) enmarca lo que podría ser su origen y su
fundamentación al año 1947, cuando da inicio la guerra fría con el rompimiento de los acuerdos
posteriores a la finalización de la segunda guerra mundial y nos aclara que, para la fecha, los EEUU
percibieron el peligro de contagio de lo que para ellos era el virus soviético en la Europa de
postguerra, advirtiendo el peligro inminente de su expansión, no solo en Europa, sino en el resto del
mundo. Época en la que se da por primera vez el surgimiento de conversaciones entre el sector
empresarial, el Estado y el movimiento obrero, principalmente la izquierda obrera, dialogo orientado
a un compromiso de una política de clases o de inserción de políticas Keynesianas, vislumbrándose
la posibilidad de alianzas tripartitas, expresadas con directrices orientadas a la redistribución del
ingreso, fortalecimiento del sector obrero, avances en la legislación laboral y la expansión de
derechos sociales, esto impulsado por la proximidad de la Unión Soviética y su influencia sobre los
países de Europa, particularmente en los de la Europa Oriental. Tales ideas fueron catalogadas como
lesivas a los intereses de quienes detentaban el poder en Norteamérica.
Como resultado, los EE.UU llevan a cabo una política de contención de lo que calificaron como la
amenaza soviética, por medio de la suscripción de tres acuerdos para conformar bloques para frenar
su avance. Con Europa, dando lugar a la creación de la OTAN, con el sudeste asiático se suscribe con
la firma de la SEATO y con América Latina se materializa por medio del TIAR.
Para el caso concreto de América latina, se emprendió una estrategia que consistió en identificar
actores claves para detener la expansión de la izquierda en la región, distinguiendo en primera
instancia a los militares y en segundo lugar a los intelectuales y académicos, a partir de ahí, se crean
una serie de programas especiales de entrenamiento para ambos grupos. Con el sector castrense,
adquiere su máxima expresión con la creación de la Escuela de las Américas, la realización de
ejercicios militares conjuntos y la venta de equipos militares y; en el campo de la batalla de las ideas,
se efectuó con ambiciosos programas de becas y convenios de cooperación con universidades y otras
instituciones, al cabo de unos años los beneficiaros de estos programas, llegarían a conformar los
estamentos militares, políticos y empresariales encargados de la conducción de sus respectivos
países, por supuesto, alineados con los intereses de Norteamérica.
Sumado a estas iniciativas, Borón (2019) relata que desde hace aproximadamente dos décadas se
ha instrumentalizado la aplicación de un conjunto de acciones bajo el nombre de programa de
Buenas Prácticas, dirigido a otros estamentos de la sociedad, priorizando en este caso el
adoctrinamiento del sector judicial (jueces, fiscales), del sector legislativo (legisladores,
asambleístas) y finalmente del sector comunicacional (periodistas, editores). Esto permitió
conformar una triada constituida por miembros del poder judicial, comunicadores sociales y
legisladores que, a juicio de Borón, se han confabulado para defenestrar los liderazgos de sectores
progresistas en nuestra región, muestra de ello, son las acciones iniciadas a partir del año 2009,