Nullius: Revista de pensamiento crítico en el ámbito del Derecho e-ISSN 2737-6125
Publicación semestral. Edición continua. Año 2020, Vol. 1, No 2. pp. 70-89. (Julio-diciembre, 2020).
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Facultad de Ciencias Humanísticas y Sociales. Universidad Técnica de Manabí. Portoviejo, Ecuador
presidente. En junio de 2012, nuevamente con sectores mediáticos generando una interferencia a la
figura presidencial, en Paraguay es derrocado el presidente Fernando Lugo, a través de un
mecanismo de juicio político express que violó el debido proceso (Gaudichaud, Webber y Modonesi,
2019). Este procedimiento sería similar al utilizado posteriormente en Brasil, contra Dilma Rousseff
en 2016, quien también fue expulsada de la presidencia por medio de un juicio político amañado y
carente de elementos probatorios, en medio de una campaña mediática y con el acompañamiento de
sectores judiciales asesorados por funcionarios estadounidenses. A esto se agrega la posterior
condena dictada contra el ex presidente Lula Da Silva, quien de manera arbitraria fue detenido con
el accionar de sectores judiciales que le impidieron ser candidato en las elecciones de 2018 en las
cuales se convierte en presidente a Jair Bolsonaro, representante de los sectores golpistas del país
(Gentili, 2016; Proner, Cittadino, Ricobom y Dornelles, 2018).
En Ecuador, el fenómeno adquiere características muy especiales, en tanto el sector que
impulsa el proceso de lawfare es el comandado por el actual presidente Lenin Moreno, heredero
político del expresidente Rafael Correa, perseguido y proscrito por quien fuera durante años su
vicepresidente (Gutiérrez Colantuono, 2018). Moreno, una vez en la primera magistratura,
abandonó por completo los lineamientos políticos de su mentor (Luque, Poveda y Hernández, 2020).
En tanto, en Bolivia, de manera permanente el expresidente Evo Morales vivió en carne propia
operaciones mediáticas que agredieron su figura sin pruebas, por ejemplo, en ocasión del
referéndum en 2016 cuando se produjo el conocido como “Caso Zapata”, por el cual un periodista
inventó que Morales tenía un hijo no reconocido antes de los comicios. Finalmente, en 2019 Evo
Morales tuvo que abandonar el país asediado por fuerzas militares, policiales y sectores golpistas que
interrumpieron su mandato constitucional iniciando un período de gobierno de facto (Moldiz,
2020). En Argentina, igualmente, durante los años de Cristina Fernández de Kirchner en el Poder
Ejecutivo han sido continuas las operaciones mediáticas, si bien el lawfare como tal encuentra su
momento más intenso entre 2015 y 2019, durante el mandato presidencial de Mauricio Macri, como
veremos a continuación.
Es decir, la historia reciente de América Latina exhibe que el siglo XXI trajo, en reacción al
ciclo de gobiernos progresistas golpes de Estado, irregulares procesos de impeachment, lawfare y
operaciones mediáticas constantes sobre los liderazgos políticos populares y no sólo contra ellos,
sino también, contra dirigentes intermedios o regionales, quienes han sufrido persecuciones de
distinto tipo (Filmus y Rosso, 2019). Si bien estas situaciones no son nuevas, en tanto la historia
política de la región muestra innumerables golpes antidemocráticos, la novedad es el uso principal
que se da en este momento al Poder Judicial como herramienta vertebral para acusar, perseguir,
difamar, encarcelar, proscribir y/o dañar a figuras políticas representantes de proyectos populares y
progresistas. Anteriormente, eran las fuerzas militares las caras visibles de estos procesos golpistas;
en esta época, los militares pasan a un segundo plano o no participan de estos mecanismos, siendo
los servicios de inteligencia, los medios de comunicación hegemónicos, los partidos políticos
neoliberales y funcionarios judiciales influyentes los que actúan de manera directa.
A estos fines se utilizan las llamadas fake news, se trabaja con la instalación de la posverdad, se
vulnera la democracia comunicacional y se articula con la potencia de las redes sociales para
conformar un sentido común que legitima los ataques a los proyectos que pretenden la ampliación y
cumplimiento de derechos humanos. Si bien las fake news son tan viejas como los rumores
periodísticos, lo concreto es que con las redes sociales se aprovechan las fake news para ganar en
alcance publicitario y para influir en la subjetividad de las personas, con intereses políticos
(Fernández-García, 2017). Los discursos de odio y la permanente construcción de escenarios de
confrontación (llamada “grieta” en Argentina), son moneda corriente para desvirtuar lo que debería
ser una discusión democrática y políticamente razonable en ámbitos legislativos, sociales,
universitarios, sindicales, etc. El lawfare además es negado por quienes lo ejercen en aras de la
libertad de expresión, en el caso de los medios, y mediante el uso de institutos jurídicos irregulares,