región, como han sido los casos de Lula Da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador o Cristina
Fernández de Kirchner en Argentina (Estepa & Maisonnave, 2020; Casado & Sánchez, 2020). Una
vez que las mismas dan resultado, comienza la catástrofe. Endeudamientos lesivos; políticas de
exclusividad que dejan afuera a la mayor parte de la población, fundamentalmente a grupos
vulnerables como niños, niñas y adolescentes, jubilados y jubiladas, inmigrantes, pueblos
originarios, mujeres y colectivos LGBTIQ+ y personas en situación de discapacidad; limitación
en el acceso a la educación y posibilidad de trabajo. Éstas son sólo algunas de las consecuencias
que se pueden vislumbrar cada vez que se imponen gobiernos que no están interesados en el
desarrollo positivo de su población, como han sido los casos de los gobiernos de Jair Bolsonaro en
Brasil, Lenín Moreno en Ecuador y Mauricio Macri en Argentina.
Históricamente han existido operadores cuyos intereses ajenos buscan sacar su propio
beneficio, y su forma de lograrlo ha variado. De los creadores de la ocupación territorial, del
dominio por las oligarquías locales y la imposición de gobiernos por la fuerza mediante la doctrina
de la seguridad nacional, llega el Lawfare como una herramienta para apartar gobiernos populares
y fomentar el ingreso al poder de operadores que representan todo lo contrario de aquellos
proyectos que han desplazado. “El término Lawfare proviene de la combinación de dos palabras
de la lengua inglesa con gran fuerza retórica: law (derecho) y warfare (guerra)” (Zanin y Martins,
2019); y su funcionamiento
nos pone de cara a dos sentidos del uso del derecho: uno, el sano, como medio de
coexistencia democrática y pacífica, es decir, racional, en el marco de un Estado más o
menos de derecho; el otro, el perverso, como un medio de ejercicio del poder arbitrario
hegemónico, irracional, como pulsión de un Estado de policía. (Zaffaroni, 2019)
Se entiende a este fenómeno como una práctica colonialista a partir de la cual se interrumpe el
ciclo de los gobiernos populares de la región. Corresponde poner en eje aquellas cuestiones que
consideramos permiten que se lleven a cabo las mismas: el poder judicial y los medios de
comunicación son los principales actores, sin embargo, corresponde resaltar que esto es posible a
partir de insuficiencias en la Constitución de Argentina; en este sentido, no se pueden dejar de
recordar aquellas palabras expresadas por John William Cooke cuando, en su intervención como
diputado en la sesión en la que se dio media sanción al proyecto que declaraba la necesidad de la
reforma constitucional en el año 1949:
nosotros no creemos que los males del país fueran fruto de la Constitución. Sabemos
que ella no pudo evitarlos. El hecho es que esa Constitución, bien o mal interpretada, sirvió
siempre para justificar las grandes entregas de la soberanía. (En Duhalde, 2007, p. 177)
Más de 70 años han pasado de estas declaraciones, y aún hoy, dicho instrumento sigue
justificando las grandes entregas de soberanía. Al no existir un adecuado control sobre el poder
judicial y al no existir regulación sobre los medios de comunicación, se permite que se lleven a
cabo las maniobras de Lawfare que desechan a los proyectos populares, como son los casos de los
países antes mencionados. Cuando esto sucede, las políticas públicas destinadas a los sectores más
vulnerables suelen quedar sin efecto, suspendiéndose así los procesos de creación de