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e-ISSN 2737-6125
https://revistas.utm.edu.ec/index.php/revistanullius
Vol. 3 Nº. 1 (59-67): Enero - Junio 2022
nullius@utm.edu.ec
Universidad Técnica de Manabí
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.5816203
El contexto político del lawfare en América Latina
Lawfare’s political context in Latin America
Ignacio Dueñas García Polavieja
Investigador sin afiliación actual
nachodue@hotmail.com
ORCID: 0000-0002-5635-3505
Recepción: 22 de agosto de 2021 / Aceptación: 09 de diciembre de 2021 / Publicación: 02 de enero de 2022
Resumen
El lawfare es el brazo judicial de la estrategia golpista de las oligarquías latinoamericanas, cuya la
finalidad es intentar desalojar a los gobiernos anti-neoliberales que tratan de redistribuir la riqueza
para combatir la pobreza. Tras los golpes de estado cruentos de los años 60 y 70, y el consiguiente
descrédito generado por éstos, se procede a unos métodos más sutiles (las denominadas
revoluciones de colores”), entre los cuales figura el lawfare, aplicado principalmente en Brasil,
Argentina y Ecuador. Sin embargo, no creemos que esta tipología vaya a tener gran éxito a largo
plazo en el marco latinoamericano, pese al daño ya causado.
Palabras clave: lawfare, América Latina, oligarquía, gobiernos antineoliberales.
Abstract
Lawfare is the strategy of Latin American oligarchies to try to dislodge anti-neoliberal
governments that try to redistribute wealth. After the bloody blows of the 60s, and the discredit
generated by them, we proceed to some more subtle models (the color revolutions), among which
is lawfare, suffered mainly in Brazil, Argentina and Ecuador). However, we do not believe that
this typology will be very successful in the Latin American context, despite the damage already
caused.
Keywords: Lawfare, Latin America, oligarchy, anti-neoliberal governments.
1. Introducción
Lula fue procesado en 2017 en Brasil y posteriormente condenado cuando, al final de la
presidencia de Dilma Rousseff, era el primer candidato en las encuestas, a 20 puntos del siguiente
contendiente (Hernández, 2021). Rousseff fue a su vez depuesta por presunta corrupción. Se trata
del caso Lava Jato, del que a día de hoy consta la falsedad procesal y jurídica (Idem). Por esto,
Lula fue excarcelado, su proceso declarado nulo y, según sentencia del Tribunal Supremo,
desbloqueada su opción a presentarse a las elecciones de 2022 (Ibídem). Sin embargo, la
catastrófica gestión de Bolsonaro es su consecuencia directa, con todo el daño causado a la
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sociedad, tanto por el aumento del hambre y la pobreza, como por la pésima gestión, prácticamente
genocida, frente a la Covid (González, 2021).
En Argentina, Cristina Kirchner fue igualmente procesada por el asesinato del juez
Nisman, sin pruebas y en base a recortes de prensa, tal como luego se supo, dictaminándose
finalmente la “inexistencia de delito” (Calero, 2015). Pero a fue allanado el camino para la
victoria de Macri, presidente neoliberal de nefasta gestión, durante la cual se elevaron las tasas de
la pobreza hasta en 10 puntos (Bonfiglio et al., 2020), de modo que el peronista Fernández, su
sucesor en la Casa Rosada, ha recibido una herencia envenenada.
En Ecuador, la resistencia a la traición de Lenín Moreno fue reprimida por éste mediante
la condena a Jorge Glas por un delito no demostrado y aplindosele un digo penal derogado
(Casado y nchez, 2020). A su vez, el expresidente Correa fue condenado por una supuesta
irregularidad de 6.000 dólares, mediante una prueba falsa construida ad hoc y con la ridícula
acusación de influjo psíquico, para inhabilitarlo políticamente. No en vano, la Interpol negó
hasta 3 veces la solicitud de busca y captura (2020). Por lo demás, otros miembros de Revolución
Ciudadana, como Fernando Alvarado, Ricardo Patiño, Gabriela Rivadeneira o Paola Pabón, por
poner solo algunos ejemplos, fueron también perseguidos judicialmente.
El significado de esta estrategia se advierte al reparar que, sin ella, en Brasil, el PT,
mediante Lula o Dilma, estaa en el poder en lugar de Bolsonaro; en Argentina, la nefasta gestión
económica de Macri (Sader, 2021) no hubiese existido; y en Ecuador, la Revolución Ciudadana
tal vez estaría hoy en el gobierno, pues caso de haberse podido presentar Rafael Correa, es más
que probable que hubiese ganado las elecciones, y en primera vuelta.
Podemos afirmar, por tanto, que el mapa político de América Latina sería otro sin dicho
lawfare, por lo que nos encontramos ante un instrumento de desestabilización política de
naturaleza golpista que, no obstante, no creemos que vaya a tener demasiado futuro.
2. Desarrollo
2.1 Las dictaduras de los 60 y 70
En pleno contexto de guerra fría, EEUU consideró como su patio trasero a toda América Latina.
Así, pudo introducir en el subcontinente “manu militari” a sus multinacionales (ITT, United Fruit
Company…), que expolian los recursos de los países en los que operan (Martínez Díaz, 1985),
apenas pagan impuestos, y explotan a los trabajadores, siendo la praxis de tales transnacionales
una de las principales causas del subdesarrollo del tercer mundo.
Para ello, han impuesto y sostenido en el poder a todo tipo de dictaduras afines a sus
intereses, como Somoza en Nicaragua, Duvalier en Haití o Hugo Bánzer en Bolivia (Dabene,
2000); o retirado del poder a los contrarios a las políticas de las multinacionales, casos de Goulart
en Brasil, Bosch en Reblica Dominicana o Árbenz en Guatemala (2000).
Esta apertura “manu militari” de mercados asimétricos consistió, inicialmente, en la
invasión abierta, a veces triunfante (República Dominicana, 1965), a veces fracasada (Cuba, 1961).
Posteriormente, se sustituyó la invasión por el golpe de estado clásico (Chile, 1973 o Argentina,
1976). En ambos casos, y por lo general, se utilizó una violencia intensamente cruenta. Valga como
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ejemplo, el golpe de estado de Guatemala fue una de las causas que derivó en una guerra civil de
varias décadas de duración que dejó cerca de 200 mil muertos (Martínez Díaz, 1985). El caso de
Chile fue dantesco: miles de asesinados y torturados, así como unos 11 mil desaparecidos y 250
mil exiliados (Dabene, 2000).
Ahora bien, esa barbarie se pudo aplicar mediante la DSN (Doctrina de la Seguridad
Nacional), la cual sostiene que el golpismo y la represión son necesarios en lo que considera una
guerra contra el comunismo (recuérdese que nos encontramos en plena guerra fa) para defender
la civilización occidental cristiana, en un esquema maniqueo y apocalíptico (Halperin Donghi,
2005), excusa para evitar que los gobiernos izquierdistas, que desde el poder tratan de redistribuir
la riqueza, lesionen los privilegios de las respectivas oligarquías nacionales y norteamericana.
Para aplicar dicha doctrina, se apliel Plan Cóndor, operativo de coordinación militar y
policial de las numerosas dictaduras pro-norteamericanas, con la finalidad de sistematizar la
represión contra toda resistencia a tales dictaduras (Martorell, 1999). Dicho operativo dejó un
incontable saldo de decenas de miles de muertos, torturados, violados, desaparecidos y exiliados.
Sin embargo, el anticomunismo que apliel Plan Cóndor y la Doctrina de la Seguridad
Nacional era una mera propaganda o ideoloa justificativa, puesto que no se ejerció única ni
principalmente contra regímenes comunistas (los únicos existentes fueron Cuba, Nicaragua y
Chile). Así, tanto Brasil, República Dominicana como Guatemala, y otros más, eran gobiernos con
programas capitalistas moderados, qué únicamente deseaban aplicar prudentes medidas
redistributivas (Dabene, 2000), en la nea de la socialdemocracia o del propio New Deal de
Roosevelt.
En este marco, los golpes de estado eran altamente cruentos, e instalaban dictaduras
militares intensamente represivas, con la finalidad de abrir mercados a las multinacionales
(Capilla, 1993), mediante la aplicación de medidas neoliberales, tales como privatizaciones,
adelgazamiento del Estado, descenso de la inversión social, o caída de las tasas impositivas a las
grandes fortunas (Estefanía, 2000), disparándose la desigualdad y la pobreza. Dichas medidas
económicas, fueron teorizadas en la Escuela de Chicago por el economista neoliberal Milton
Friedman (Capilla, 1993) e impuestas no por las urnas sino por las armas, una vez s beneficiaron
a las minorías oligárquicas.
No obstante, a largo plazo, el carácter altamente sanguinario de dicha represión, y el hecho
de que la opinión pública haya tomado conciencia de este tipo de atentado sistemático a los
derechos humanos, se ha vuelto contra los represores. El juicio contra Pinochet, y la condena de
algunos genocidas y torturadores argentinos, desaconsejaron persistir en dicho modelo tan poco
mediático o popular. La caída del bloque soviético, de la URSS y del telón de acero, por lo demás,
constataron la necesidad de un nuevo modelo más sutil y aceptable, y por tanto menos violento,
de cara a la opinión pública; pero siempre dentro del objetivo de poner y quitar gobiernos para
seguir expoliando recursos y, por consiguiente, perpetuando el empobreciendo de la población de
dichos países.
2.2 Las democracias neoliberales de los 90
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Una vez caída la Rusia soviética, repetimos, ya no fue necesario ni conveniente el recurso al
golpe de estado clásico y a las dictaduras puras y duras. Ya no existía la excusa de la amenaza
comunista y, además, el discurso de las libertades, por muy propagandístico que fuese, tea su
peso. En dicho marco, se procedió a una transición que de hecho había comenzado ya en los 80:
un proceso ordenado de las dictaduras neoliberales a las democracias neoliberales, donde la
izquierda podría concurrir pero no ganar (Capilla, 1993).
Así, se impuso el credo neoliberal de la Escuela de Chicago, mediante el Consenso de
Washington y la Comisión Trilateral (Estefaa, 2000). Ello fue posible por el descrédito, a nivel
mundial, del pensamiento de izquierda, y por el fracaso del socialismo real. En dicho marco, no
faltaron los defensores de esta revolución conservadora que, o bien sostean que las futuras
guerras serían no por economía ni ideoloa, sino por diferencias irreconciliables entre las diversas
civilizaciones (Huntington, 1997), o bien certificaban el triunfo del paradigma de las democracias
liberales y capitalistas (Fukuyama, 1992).
Esta transición resul sencilla: los militares en el poder (Stroessner en Paraguay, Banzer
en Bolivia, Videla en Argentina o Pinochet en Chile), a la vez que impusieron el modelo
económico neoliberal, exterminaron a la militancia de izquierdas (mediante el asesinato, tortura o
exilio de los líderes y el terror de las bases). Tal sería dicho exterminio que, en el discurso de la
toma de posesión del presidente argentino Néstor Kirchner, ya en el siglo XXI, éste afirmó venir
en nombre de una generación diezmada” (Forster, 2016).
Por ello, ya en los 80 y los 90, se pudieron convocar elecciones con la garantía de la victoria
de los presidentes neoliberales (Menem en Argentina, Aylwin en Chile, Chamorro en Nicaragua,
Pérez en Venezuela, Fujimori en Perú, Febres Cordero en Ecuador…), pues ya no quedaba
alternativa alguna de izquierda (Dabene, 2000).
Así, sin alternativa opositora de peso, se intensificaron las medidas neoliberales propuestas
por el FMI y el Consenso de Washington: flexibilidad laboral, privatizaciones de los servicios
públicos, cda de la inversión estatal, moderación del sueldo de los trabajadores, bajada de tasas
impositivas a las grandes rentas y fortunas, y concesión de todo tipo de facilidades a las inversiones
extranjeras (Estefaa, 2007).
Todo esto, que beneficiaba a las oligarquías y perjudicaba a las clases populares, resul
socialmente letal. Tales medidas ya en los os 80 habían colapsado Venezuela, recuérdese el
paquetazo aplicado por Carlos Andrés Pérez, cuya represión a la respuesta popular que generó, el
caracazo, pudo dejar hasta 10 mil muertos (Aznárez, 2000). América Latina se vio sacudida en los
90, como consecuencia de las políticas neoliberales, por numerosas crisis económicas y sociales
que se sucedieron como un castillo de naipes: Brasil (efecto Samba), México (efecto Tequila),
Argentina (efecto Tango), entre otros (Stiglitz, 2003).
A nivel social, aumentó el hambre, la desnutrición, la migración, la delincuencia, la
prostitución y la mendicidad. Valga como ejemplo que, tanto en Ecuador como en Venezuela, a
finales de esa década, quebró todo el sistema bancario y las tasas de pobreza se elevaron en torno
al 70% de la población (Estefanía, 2000).
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De este modo, lo sucedido en América Latina fue la expresión en el subcontinente del auge
del paradigma neoliberal, que en el marco del entonces mundo unipolar de la globalización, careció
de contrapeso alguno, contando con la absoluta hegemonía interdimensional de los EEUU y del
mundo anglosajón.
2.3 La hegemonía de las izquierdas latinoamericanas
La primera década del siglo XXI conoció un auge inesperado de la izquierda subcontinental,
que sorprendió a las oligarquías y anuló totalmente su capacidad de reacción. De este modo, y
mediante la vía electoral, una serie de figuras honestas y capaces se fueron haciendo con el
gobierno de diversos países: Chávez (Venezuela, 1999), Lula (Brasil, 2002), Kirchner (Argentina,
2003), Correa (Ecuador, 2006), Evo (2006), Lugo (Paraguay, 2008), Zelaya (Honduras, 2006), y
Ortega (Nicaragua, 2007), entre otros.
Toda esta novedad supuso un salto cualitativo en la integración de América Latina,
posibilitando la ruptura del Alca (o tratado de libre comercio con EEUU, que ya había resultado
desastroso para México) y su sustitución por el Alba. Además, se creó Telesur como alternativa a
CNN, la UNASUR como alternativa a la OEA, el Banco del Sur como alternativa al FMI, etc., de
modo que, según Chomsky, el subcontinente llegó a ser la zona de mayor virulencia revolucionaria
a nivel mundial (Dueñas, 2020).
Todo esto fue causa y efecto de la refundación de algunos países (Venezuela, Ecuador,
Bolivia…) mediante novedosos procesos constituyentes de naturaleza altamente participativa, y
de los que salieron nuevas cartas magnas. Y, lo que es más importante, mediante el término de
“socialismo del siglo XXI” (que según el sociólogo François Houtart de facto no pasa de políticas
anti-neoliberales), se aplicaron medidas sociales y redistributivas. Es decir, se aumentó la
inversión social, así como la tasa impositiva a las grandes fortunas, y se subieron los sueldos de
las clases populares, a la vez que se procedió, no sin gran moderación, a la nacionalización de
algunos sectores económicos clave. Así, en Bolivia los hidrocarburos, en Paraguay la negociación
de la represa de Itaipú, en Argentina las aerolíneas y la seguridad social, y en Venezuela el
petróleo, entre otros (Canelas, 99).
Mediante estas políticas se logró el mayor bienestar disfrutado por la ciudadanía
suramericana en su historia, si se atiende a la fuerte caída de la pobreza registrada por la CEPAL.
Como ejemplo, según dicho organismo, entre 1998 y 2013, la pobreza en Venezuela pasó del 70%
al 23%; y en Ecuador, entre 2007 y 2016, del 38% al 22% (Dueñas, 2000). Y, seguimos citando a
la CEPAL, hasta 100 millones de latinoamericanos han salido de la pobreza. Así, dicho flagelo,
entre 2002 y el 2014, descendió del 43.9% al 28% (Moreira, 2016).
Se debe reseñar que todo este bienestar se levantó de modo absolutamente democrático,
de modo que, aunque se hubiera producido la aniquilación de las izquierdas en la década anterior,
éstas ganaron cerca del 95% de todas las consultas electorales.
2.4 La reacción conservadora
A lo largo de la primera década del siglo XXI, las distintas oligarquías, así como el
establishment norteamericano, se quedaron sin capacidad de reacción frente a un proceso tan
rápido como intenso. Dichas oligarquías perdían las elecciones (Paraguay, Nicaragua…), fallaban
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los golpes de estado (Venezuela, Ecuador, Bolivia…), aunque a veces éstos triunfaban (Honduras,
Paraguay…), y la sistemática manipulación mediática parecía no rendir beneficio alguno.
Sin embargo, a la par del inicio del reflujo de este auge de las izquierdas, ya en la segunda
mitad de la presente década se fue desarrollando lo que Rafael Correa (2017) denomina Nuevo
Plan Cóndor”. Éste consiste en el juego sucio de las oligarquías para recuperar el poder político y
revertir las medidas de redistribución de la riqueza.
Así, durante la década dorada de la izquierda en el poder, dicha reacción era bil e
inconexa. Sin embargo, de modo progresivo fue tomando fuerza e implementando otras
estrategias, teniendo en cuenta el contexto mundial multipolar y la novedosa mentalidad de la
humanidad (que ya no permite tan fácilmente golpes sangrientos ni dictaduras militares). Además,
a la larga, los golpes sangrientos de los 60 y 70 se volvieron en contra de sus protagonistas, ya que
algunos responsables penales han sido juzgados y condenados.
Todo esto requiere un nuevo modelo de golpe de estado. A se impone la denominada
revolución de colores” o “golpe suave” (El 19, 2008). Teorizada por Gene Sharp y aplicada (no
siempre con éxito) en Ucrania, Georgia, Nicaragua, Venezuela o Irán, ya no consiste en reprimir
a la ciudadaa mediante militares golpistas que inauguren una dictadura, sino, de modo más sutil,
fingir actitudes cívicas e incluso de no violencia (Golinger, 2005). En consecuencia, se sustituye a
la CIA por la NED y la USAID, quienes utilizan a la prensa para manipular a la gente y echarla a
la calle en lugar de reprimirla, para, tras demonizar al gobierno scolo a sus intereses, expulsarlo
y presentarse como alternativa cívica de gobierno, previa nuevas elecciones. La intención oculta
siempre es revertir las políticas sociales y virar hacia el neoliberalismo, tal y como conviene a su
agenda económica.
De esta manera, la violencia es menor, y no hay desaparecidos ni torturados que en un
futuro supongan una molestia mediática, política o electoral. Para ello, el golpe suave” requiere
de una intensa manipulación mediática, valga Venezuela como ejemplo de libro (Casado, 2015).
Y un elemento más novedoso: el lawfare. Éste complementa a la manipulación mediática. (Casado
y Sánchez, 2020). El lawfare se aplica para neutralizar a los políticos molestos para la oligarquía.
Una vez que la prensa ha realizado la previa campaña de desprestigio a la persona en cuestión,
desde instancias corruptas del poder judicial se le amaña un proceso mediante pruebas falsas o
inexistentes, y violando la limpieza procesal, para posibilitar una condena que permita su
destitución del poder (Dilma), o su inhabilitación como candidato (Lula).
Como podemos advertir, el lawfare es un complemento de la manipulación mediática para
aplicar el “golpe suave”. Éste, su vez, se asemeja al golpe clásico (Videla, Pinochet…) en que
retira del poder al gobierno no afecto, cuyas políticas económicas atentan contra los intereses de
las oligarquías. Pero, a su vez se diferencia en que, al manipular en lugar de reprimir, no deja
secuelas mediáticas y políticas a largo plazo, al no sembrar el reguero de muerte, sangre y tortura
propio de los golpes clásicos.
3. Conclusiones
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Álvaro García Linera, sociólogo marxista y vicepresidente boliviano de Evo Morales, sostiene
que nos encontramos ante un reflujo temporal de la hegemonía de las izquierdas latinoamericanas,
pues en los últimos dos años, de un espíritu general de época caracterizado por la ofensiva hemos
pasado a la defensiva política y electoral (2017). Y tiene razón. Pero desde el supuesto
estancamiento de las izquierdas, éstas han ganado en Argentina y México, y han revertido de modo
asombroso el golpe racista de Bolivia. A la vez, la derecha parece descomponerse en Brasil. Y, a
lo largo del presente año, es más que posible que tanto Perú por la vía electoral como Chile por la
vía constituyente, pasen a engrosar los gobiernos de izquierda.
No obstante, la reacción oligárquica no ha dejado de lograr sus frutos. Es curioso que
prácticamente los únicos países donde han ganado el gobierno de modo limpio sean Uruguay y
Chile. Por consiguiente, de no haber aplicado el juego sucio, es posible que Brasil, Honduras,
Paraguay y Ecuador, al menos, tuviesen gobiernos de izquierda. La violencia contra Nicaragua y
Venezuela no ha tenido consecuencia golpista exitosa. Y en Bolivia y Argentina el efecto fue
temporal, pues las oligarquías perdieron por las urnas lo que ganaron mediante el golpe y el
lawfare. A sensu contrario, todos los gobiernos de izquierda llegaron al poder mediante el juego
limpio. Si ese juego limpio lo hubiesen aplicado las derechas, el mapa político suramericano
tendría casi tanta hegemonía de izquierda como durante la década dorada.
El lawfare es un elemento nuclear de la reacción conservadora. Es una versión no cruenta
ni sanguinaria, pero insustituible para el acoso y derribo de los gobiernos anti-neoliberales. Sin
dicho elemento, repetimos, el mapa político sería otro. Por tanto, forma parte del intento del
neoliberalismo por acabar con la redistribución de la riqueza y la lucha contra la pobreza, e
imponer, como en los felices noventa (Stiglitz, 2003), políticas de concentración de la renta, donde
los ricos son más ricos y los pobres son más pobres.
Por lo demás, el lawfare ha resultado un terrible fracaso: se ha demostrado el juego sucio
en Brasil, por lo que ya no se podrá impedir que Lula se presente a las elecciones en 2022, y
probablemente gane. Tampoco logró evitar el retorno del kirchnerismo peronista en Argentina. Y
a punto ha estado de contemplar la victoria de la Revolución Ciudadana en Ecuador, donde contra
todo pronóstico Lasso se impuso a Arauz.
Fracasado el lawfare, los procesos anti-neoliberales deben tratar de buscar estrategias
para neutralizar dicha práctica. Y lo mismo cabría decir de la manipulación mediática. Ambos son
los principales instrumentos de la ofensiva conservadora. Se debe intentar desdentarles y cortarles
las zarpas, por usar una metáfora, a los perros de presa para atenuar su peligrosidad.
Por último, consideramos que el fracaso actual del lawfare es el primer paso del fracaso de
la presente ofensiva neoliberal. De aquí a un par de os, probablemente Perú, Chile y Brasil viren
hacia la izquierda. Pero ya no sela década de los gigantes (Chávez, Correa, Lula, Evo…), sino
de los movimientos sociales, por lo que urge crear marcos de formación política.
Es fundamental, más allá de ocupar los distintos gobiernos, intensificar medidas
económicas radicales de redistribución de la riqueza, de cara a acabar con la pobreza y el hambre
en el continente más desigual del mundo. Igualmente, intensificar la lucha del feminismo, la
diversidad sexual, el ecologismo y el Sumak Kawsay con mayor radicalidad. Y aplicar la ética a
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la técnica y a la política. La lucha contra la pobreza nos recuerda al sueño de Rafael Correa de ver
una patria sin miseria y sin niños en la calle (…), una patria sin opulencia, pero digna y feliz,
repartida entre todos y todas”..
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Contribución de los Autores
Autor
Contribución
Ignacio Dueñas García Polavieja
Concepción y diseño, investigación;
metodología, redacción. Revisión del artículo,
corrección de estilo.
Aportes secundarios y referencias.
Citación/como citar este artículo: Dueñas, I. (2022). El contexto del Lawfare en América Latina.
Nullius, 3(1), 59-67. DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.5816203