Por otro lado, la certera amenaza de contagio y el consecuente pánico social han provocado
una inesperada demanda de intervención estatal en materia de seguridad (Santos, 2020, p. 40; von
Bogdandy/Villarreal, 2020, p. 9). Este empoderamiento bélico-estatal ha rehabilitado la mitología
hobbesiana del Estado-Leviatán (Svampa, 2020, 2020a, p. 18), “en cuanto poder lato, crudo y
duro” (Palermo, 2020, p 41). Mitología que a su vez acarrea las sombras totalitarias de un Estado
hegemónico y condujo entonces a (un probablemente algo apresurado) Agamben (2020) a
denunciar un apremiante estado de excepción. Aunque debido a la contundente legitimidad social
de las intervenciones haya luego debido aclarar que su advertencia recaía ante todo en la crítica a
un permanente estado de emergencia limitante de las libertades (Agamben, 2020a, p. 255; von
Bogdandy/Villarreal, 2020, p. 20). Libertades que de cualquier modo, frente a la desesperación
terminan reclamando por una “vuelta a la época de la soberanía: el soberano es quien decide en
tiempos de excepción” (Han, 2020, p. 98).
La creciente preponderancia del Estado frente a la pandemia ha habilitado entonces una
doble lectura, “dos caras del Estado-Leviatán” para Svampa (2020, p. 19). A la sombra del
Leviatán-bélico - caracterizado por el discurso de la seguridad, la vigilancia y el Estado de derecho,
la figura del estado de excepción, la militarización territorial y la represión de las disidencias - se
le contrapone un “buen Estado” - protector, doméstico, hospitalario, anfitrión: “maternal” (Segato,
2020, p. 87) -. Este Estado “sustentador de vida” viene a reivindicar de pronto y en el contexto
menos imaginado un discurso ‘pro-vida’, pro comunidad y pro-localidad, poniendo en cuestión los
postulados hasta ahora poco discutidos acerca del capacitismo, la competitividad y la globalización
comercial.
El capacitismo (Santos, 2020, p. 55) y la funcionalidad mercantil que atraviesan el modelo
liberal ha conducido, en todos los niveles, a la minusvaloración o incluso desvalorización de la
vida no funcional al mercado - desde los no nacidos, a los ancianos, los niños, las amas de casa,
los desocupados, las personas con discapacidad -. Marginales del sistema que pueden identificarse
con el concepto de “personas descartables” del Papa Francisco (2015, n. 158), o incluso con “el
sur” de Sousa Santos, y que, por su vulnerabilidad tanto económica como social y sanitaria,
finalmente terminan siendo los más más afectados por la pandemia (Sousa Santos, 2020, p. 45,
Barruti y Shiva, 2020, p. 3). Tal vulnerabilidad ha venido siendo reforzada sistemáticamente por
la narrativa de la competitividad y el emprendedurismo (Santos, 2020, p. 25; Alarcón, 2020, p.
158) que además ha afianzado una dinámica de prevalencia del más fuerte a nivel social,