la acumulación primitiva denota este proceso violento por el que el capital se acumuló
inicialmente. Sin embargo, el concepto de “expropiación” avanza al designar el fenómeno como
un proceso confiscatorio continuo, esencial para sostener la acumulación en un sistema
propenso a la crisis. Estudiando la acumulación capitalista basada en la depredación, el fraude
y la violencia, David Harvey afirma que la limitación de este análisis clásico de la teoría general
de la acumulación de capital de Marx reside justamente en considerar estos mecanismos
astrictos a una “etapa originaria” y que, por tanto, deja de ser considerada relevante en el
capitalismo maduro/avanzado. Así el autor inaugura el concepto “acumulación por
desposesión” para señalar que este ha sido un proceso central para el mantenimiento de la
dominación, pero que aún está en curso por ser parte de su metabolismo. Harvey defiende que
una mirada más atenta a la descripción de Marx sobre la acumulación primitiva/originaria revela
un abanico amplio de procesos, pero en todos la mercantilización y privatización de la tierra,
seguida de la expulsión forzosa de las poblaciones campesinas, son elementos fundamentales.
La acumulación por desposesión, según el autor, se observa también en la conversión
de diversas formas de derechos de propiedad – común, colectiva, estatal, etc.– en derechos
de propiedad exclusivos; la supresión del derecho a los bienes comunes; la transformación de
la fuerza de trabajo en mercancía y la supresión de formas de producción y consumo
alternativas; los procesos coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de activos,
incluyendo los recursos naturales; la monetización de los intercambios y la recaudación de
impuestos, particularmente de la tierra; el tráfico de esclavos; y la usura, la deuda pública y,
finalmente, el sistema de crédito. El estado, con su monopolio de la violencia y sus definiciones
de legalidad, juega un rol crucial al respaldar y promover estos procesos (Harvey, 2005, p. 113).
De esta manera, es posible identificar como la acumulación originaria se expresa
mediante la continuación de la separación violenta entre las personas y no solamente sus medios
de producción, sino de sus condiciones de vida como un todo, en definitiva, una ruptura radical
con lo común. Por ello, es fácil observar como en el capitalismo de hoy el avance sobre
organizaciones comunitarias, territorios y relaciones sociales que rechazan, en alguna medida,
la lógica del mercado sigue siendo una estrategia de confrontación política presente. Además,
Harvey destaca la importancia del apoyo del Estado en las continuas expropiaciones, lo que es
fundamental para estudiar las dinámicas de desposesión llevadas a cabo en la
contemporaneidad, cuando el capital extranjero - muchas veces encarnado en las empresas
transnacionales - ya no es el único acaparador de tierra, sino más bien este poder corporativo
global formado por empresas transnacionales, instituciones financieras internacionales, élites
locales y Estados.
Guilherme Gonçalves, a su vez, reitera que en la acumulación de capital la ocupación
capitalista de territorios en los que determinadas necesidades se encontraban
desmercantilizadas es fundamental. Como esa dinámica implica restructuración espacial, ella
genera al mismo tiempo expulsión y precarización de las poblaciones locales que, al ser
retiradas de sus espacios comunes, se ven obligados a venderse al mercado de trabajo
(Gonçalves, 2017). Además, el autor revela que estas personas necesitan ser disciplinadas para
su nuevo papel en la esfera productiva y para tanto, aparte de participar en los instrumentos de