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Nullius: Revista de pensamiento crítico en el ámbito de Derecho
e-ISSN 2737-6125
https://revistas.utm.edu.ec/index.php/revistanullius
Vol. 4 N.º. 2 (15-32 ): Julio Diciembre 2023
nullius@utm.edu.ec
Universidad Técnica de Manabí
DOI: 10.33936/revistaderechos.v4i2.6112
Crisis sistémica del capitalismo y el conflicto capital- vida: una ofensiva al
derecho a la tierra
Systemic crisis of capitalism and the capital-life conflict: an offensive on land
rights
Autor:
Amanda Dias Verrone
Universidad Pablo de Olavide
amandaverrone@gmail.com
ORCID: 0009-0007-8749-243X
Gisele Ricobom
Universidade Federal do Rio de Janeiro
giselericobom@hotmail.com
ORCID: 0000-0001-6634-818X
Recepción: 17 de mayo de 2023/ Aceptación: 05 de julio de 2023 / Publicación: 22 de septiembre
de 2023
Resumen
La manutención de la estructura heteropatriarcal y racista de poder, recuperada y perfeccionada
por el capitalismo, conlleva a una intensificación de la crisis sistémica de este modelo
caracterizado por el conflicto insuperable entre la acumulación por desposesión del capital y la
sostenibilidad de la vida. Una crisis permanente que en territorios como América Latina se inicia
con la colonización y es sostenida actualmente por los representantes del capital transnacional,
responsables por la perpetuación de una estructura agraria latifundista y concentradora de la
propiedad de la tierra. Frente a este histórico escenario contrario a los derechos humanos, de los
pueblos y de la naturaleza, se observa que el no acceso a la tierra presenta su dimensión s nefasta
en las zonas rurales, donde el avance de la necropolítica es tan visual como necesario a la
manutención de este modelo de organización social incapaz de generar la vida por mismo.
Utilizando del análisis interdisciplinario y buscando aprehender la realidad como totalidad, el
presente estudio propone un dialogo entre la teoría crítica del derecho, la sociología jurídica, la
cuestión agraria y el feminismo para comprender las bases territoriales del modelo de dominación
y revelar la actualidad del control de la tierra para su manutención.
Palabras clave: derecho a la tierra; desposesión; acumulación primitiva; heteropatriarcado;
derechos humanos
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Abstract
The maintenance of the heteropatriarchal and racist power structure, recovered and perfected by
capitalism, leads to an intensification of the systemic crisis of this model characterized by the
insurmountable conflict between the accumulation by dispossession of capital and the
sustainability of life. A permanent crisis that in territories such as Latin America began with
colonization and is currently sustained by the representatives of transnational capital, responsible
for the perpetuation of a latifundist agrarian structure that concentrates land ownership. In the face
of this historical scenario contrary to human, peoples' and nature's rights, it is observed that the
lack of access to land presents its most nefarious dimension in rural areas, where the advance of
necropolitics is as visual as it is necessary for the maintenance of this model of social organization
incapable of generating life for itself. Using interdisciplinary analysis and seeking to apprehend
reality as a whole, this study proposes a dialogue between the critical theory of law, legal
sociology, the agrarian question and feminism to understand the territorial bases of the model of
domination and to reveal the actuality of land control for its maintenance.
Keywords: right to land; dispossession. primitive accumulation; heteropatriarchy; human rights
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INTRODUCCIÓN
Para revelar las relaciones existentes entre la centralidad de la tierra en la actual
dinámica de reproducción del capital, inicialmente es primordial demarcar algunas de las
características de la manera de comprender el modelo de dominación sobre las que esta
investigación está amparada. En sintonía con Nancy Fraser (Fraser, 2020, p. 26), obsérvese que
para los estudios contemporáneos de bases materialistas críticos al actual estado de cosas ya no
es suficiente seguir entendiendo el modelo de dominación como una agudización de un
“sistema económico” pautado en la acumulación de riqueza que, a su vez, es obtenida
exclusivamente a través de la propiedad privada de los medios de producción. Aunque es cierto
que el capitalismo trata sus relaciones sociales estructurantes - como pueden ser las relaciones
entre las personas o las relaciones entre sociedad y naturaleza - como si fueran “económicas” a
la hora de obtención del plusvalor, es urgente desvelar lo que la autora denomina “condiciones
primordiales de posibilidad no económicas”
1
que, históricamente, han sido ocultadas en la
esfera de la reproducción social y que han posibilitado la existencia de este aparente “sistema
económico” que, lejos de configurar solamente una “economía capitalista”, estructura más bien
todas las esferas de la organización social, conformando una compleja y polifacética “sociedad
capitalista”.
Por otro lado, la bastante difundida comprensión de que la dominación en el capitalismo
se da a raíz de la cosificación de la vida al mercantilizar y monetizar todo que le rodea, tampoco
parece ser bastante para entender el capitalismo de hoy. Esto porque, desde una perspectiva
histórico- dialéctica, esta forma de entender la dominación parece ocultar, por un lado, lo que
Fraser titula las “zonas no mercantilizadas”
2
y, por otro lado, ignora la imposibilidad de esta
continua tendencia a la expansión del capital en un mundo de bases materiales finitas y cada
vez más resentidas. Intentando caracterizar este complejo modelo de dominación, repleto de
entrecruces de sistemas de opresión, Amaia Pérez Orozco, siguiendo a Donna Haraway se
pregunta: “¿de qué otra manera podríamos llamar a esa cosa escandalosa?” (Pérez, 2019, p. 38).
Profundizando en esta caracterización polifacética, en el presente estudio se observa que uno
de los elementos definitorios de este modelo es que los mercados capitalistas están en su
epicentro porque sus mecanismos definen cómo funciona la estructura socioeconómica y
porque el proceso socialmente garantizado es la acumulación de capital a través del
mantenimiento del heteropatriarcado
3
racista y antropocéntrico que controla los procesos
1
Ibidem, p. 55.
2
Zonas sociales, ecológicas y políticas no mercantilizadas con principios normativos y ontológicos
propios que a la vez que son consecuencias esperables de la propia existencia del capitalismo, cuestionan
la universalidad de la mercantilización del todo. Ibidem, p. 27.
3
Concepto que reúne los conceptos “heterosexualidad” y “patriarcado” para revelar la centralidad que
tiene la heterosexualidad en la estructuración de la dominación patriarcal. El concepto fue sugerido
primeramente por el feminismo lésbico radical, especialmente por Sheila Jeffreys quien lo define como
un sistema político sexual que impone el dominio masculino, la cosificación y la misoginia a través de la
imposición naturalizadora de la heterosexualidad. Siendo la heterosexualidad la base del patriarcado,
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vitales.
En este artículo será fundamental, por tanto, desestabilizar el paradigma del capital,
poniendo luz en la crisis sistémica en la que se encuentra para que, tal y como enseña Joaquín
Herrera Flores, se pueda resituar los derechos humanos como un proceso de luchas por
socialización de la dignidad humana
4
que está impregnado de fuerzas materiales en constante
disputa y que deben ser considerados para evitar la representación de los derechos como
“ideales abstractos universales” (Herrera, 2008, p. 26).
A continuación se propone un análisis de la actual configuración del modelo capitalista,
como el “telón de fondo” sobre el que las élites geopolíticas dominantes siguen utilizando el
control de las tierras y del territorio como parte central de su estrategia de acumulación por
desposesión. Una dinámica que afecta, en especial, a las mujeres, cuyo derecho a acceder y a
bien vivir la tierra se encuentra mediado por la división sexual del trabajo que, en el marco
de este modelo, parece utilizar las tierras y las mujeres como territorios de conquista.
METODOLOGÍA
El presente estudio entreteje un análisis pluridisciplinario y una metodología cualitativa,
amparada en la revisión documental de fuentes bibliográficas secundarias elaboradas por
autoras y autores referentes en la temática y cuyos marcos teóricos relacionan constantemente
la crítica marxiana del Derecho con las contribuciones de los estudios feministas, ecologistas y
decoloniales. Con ello, esta investigación busca superar el formalismo conservador,
característico del positivismo jurídico, y priorizar la materialidad histórica y dialéctica de la
vida en el sembrar de las ideas. Se propone, por tanto, establecer un diálogo entre la teoría
crítica del derecho, la sociología jurídica y la cuestión agraria, permeado por las aportaciones
del pensamiento científico crítico feminista.
DISCUSIÓN
Anteriormente se ha señalado la importancia de comprender el capitalismo no solo
como un sistema económico y tampoco como “un modelo que monetiza todo”, una vez que la
lógica del capital trasciende las esferas económicas y la territorialización de sus efectos no es
igualmente socializada entre las tierras, cuerpos, colectivos o pueblos alrededor del mundo. En
este sentido, Nancy Fraser presenta una comprensión ampliada sobe el modelo de dominación
ambos conceptos no pueden disociarse, por ello hablar de heteropatriarcado connota una mayor
precisión conceptual, bien como un posicionamiento epistemológico lesbocentrado. Para más
información: JEFFREYS, Sheila. La herejía lesbiana: una perspectiva feminista de la revolución sexual
lesbiana. Madrid: Cátedra, 1996.
4
Para el autor la dignidad humana no puede resumirse a un concepto ideal o abstracto. La dignidad
es un fin material, un objetivo que se concreta en el acceso igualitario y generalizado a los bienes que
hacen que la vida sea “digna de ser vivida”.
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capitalista de hoy, considerando que este debe ser concebido como un orden social
institucionalizado que se mantiene a través de tres divisiones fundamentales de la vida misma
y que no son accidentales, sino más bien estructurantes de este modelo de dominación mundial.
La primera fractura promovida por el capital, según la autora, es la división institucional
entre la producción económica y la reproducción social: “una separación de género que
establece formas de dominación masculina específicamente capitalistas” (Fraser, Op. Cit.,
2020, p. 27). En seguida está la separación institucional entre la economía y la organización
política la cual divide el territorio de la agenda política del Estado, posibilitando que el capital
pueda circular libremente en la esfera trasnacional donde los límites del Estado Nación están
más delimitados. Finalmente, una tercera división igualmente necesaria para el mantenimiento
del capitalismo sería lo que Fraser denomina como “división ontológica” entre su fondo natural
(no humano) y su primer plano (humano) aparentemente no natural
5
.
Esta división conceptual presentada por Fraser es interesante porque permite
comprender las violencias históricamente ejercidas contra las mujeres, la naturaleza y las
organizaciones político- sociales pautadas en la realización de valores otros, más allá de
los mercados, no como una consecuencia accidental de este modelo, sino como lógicas de
funcionamiento necesarias para el mantenimiento de este y que asumirán formas concretas
según el momento histórico del régimen de acumulación, la geopolítica y la correlación de
fuerzas de las luchas sociales.
La lectura de la autora sobre el capitalismo como un orden social institucionalizado
permite, además, elaborar críticas a este desde dentro, una vez que tanto la organización
política, la sociedad y las relaciones con la naturaleza, tal y como se dan hoy en a, han
evolucionado en simbiosis con la economía capitalista. Es decir, el modelo de dominación no
se transforma en algo ajeno con el solo hecho de criticarlo, sino que su lógica atraviesa a todas
y a todo como parte integrante del proyecto de la modernidad
6
. Por lo tanto, esta comprensión
a la vez que permite reducir el siempre presente riesgo de elaborar idealizaciones utópicas de
vidas, procesos y organizaciones aparentemente puros” a los que buscar en momentos de
desesperación ante a la perversidad expresa por la hegemonía, también incrementa complejidad
al demostrar que, incluso desde la crítica, irremediablemente, en alguna medida se sigue
5
Ibidem, p. 28.
6
Laura Mora Cabello de Alba presenta una definición cercana y fácilmente digerible sobre este complejo
fenómeno. Básicamente, expresa que la modernidad se inauguró con la culminación de un proceso de
concentración violenta del poder en manos de los hombres y se asentó a través del exterminio sistemático
de muchas mujeres (las brujas en Europa) y algunos hombres que lograron alcanzar cotas altísimas de
independencia simbólica del patriarcado. Como los patriarcas de la modernidad eran una clase social
la burguesa tenían que despojar la aristocracia del poder para generar riqueza, ya que no la tenían de
nacimiento. Por tanto, este proyecto patriarcal burgués de la modernidad necesitó “dotarse de una nueva
forma de economía que explotara al máximo la capacidad de trabajo de hombres y mujeres de clases
sociales subalternas y los recursos naturales en forma de materias primas de los pueblos conquistados.
Además, a través del imperio de la razón, ocupar el lugar de dios y jugar a dominar la naturaleza, los
territorios y, si podía ser, la creación de la propia vida” (Mora, 2019).
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estando inmersa en ambos polos de poder. Una comprensión que, lejos de ser cómoda para los
análisis académicos - profundamente marcados por la linealidad del pensamiento cartesiano ,
es más bien un desafío que necesita ser asumido para entender la complejidad del modelo y,
sobre todo, para proponer alternativas reales y mundanas a ello.
Al identificar estas tres divisiones implementadas por el capital para la reorganización
de la vida: economía y control de la sociedad, economía y control de la naturaleza y economía
y control de la organización política, en contraposición a las “tendencias a la crisis” teorizadas
por Marx, se observa que estas crisis” no derivan de contradicciones internas presentes en la
economía capitalista. Se basan, por el contrario, en contradicciones entre el sistema económico
y lo que Fraser sitúa como “condiciones de posibilidad primordiales” (Fraser, Op. Cit., p. 31).
De esta manera, es la convergencia de estas tres tensiones multidimensionales: la social, la
ecológica y la política lo que caracteriza la crisis del capitalismo actual no como algo
meramente económico, sino como una crisis más compleja y generalizada que a la vez se
relaciona con el propio sentido de ser de este modelo. Una crisis social, de los ecosistemas, de
los cuidados, una crisis de los derechos humanos, en definitiva: una crisis sistémica realmente
profunda.
En este sentido, Saskia Sassen, estudiando la tendencia a expulsiones generalizadas en
el marco del capital, formula la hipótesis de que debajo de las especificidades nacionales de las
diversas crisis globales se encuentran “tendencias sistémicas emergentes” conformadas por
algunas dinámicas básicas que, pese a las evidentes particularidades, es posible que diferentes
territorios expresen lógicas contemporáneas que organizan la economía para impulsar la
especulación y la búsqueda por hiperbeneficios. Además, la autora reitera que: “a un nivel más
profundo, es posible que esos "paralelismos" sean las materializaciones en muchos lugares de
tendencias que son más profundas que la especulación y los hiperbeneficios, pero que todavía
son invisibles en cuanto que no hayan sido detectadas, nombradas o conceptualizadas” (Sassen,
2015, p. 18).
Sobre esta necesidad de revelar los factores estructurales que caracterizan el carácter
de las crisis del modelo capitalista, desde la Economía Feminista
8
7
, autoras como Amaia Pérez
Orozco enseñan que esta crisis sistémica implica la degradación generalizada de las condiciones
de vida y la multiplicación de las desigualdades sociales, que reinventa y/o refuerza el control
heteropatriarcal y capitalista sobre los cuerpos y las vidas.
Esta perspectiva invita a la reformulación de la idea clásica de que el centro de la crisis
es el conflicto capital-trabajo y destaca que la crisis actual es mucho más amplia, una crisis
7
Según Astrid Agenjo, la Economía Feminista surge de un profundo cuestionamiento de la construcción
de la Economía que, históricamente, ha supuesto una doble exclusión de las mujeres: como sujeto y como
objeto de estudio. Entre tales enfoques androcéntricos se encuentran discursos de diversos tenores:
neoclásicos, institucionalistas, marxistas y muy diferentes en cuanto a su epistemología, metodología y
conclusiones políticas, pero, según la autora, todos coinciden en no otorgar significancia económica
relevante a las relaciones de género y en utilizar discursos dicotómicos basados en la invisibilización de las
esferas económicas feminizadas, asociadas a lo no monetizado (Agenjo, 2011).
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amparada en el conflicto capital-vida. Para la autora
El conflicto no es sólo con el trabajo asalariado, el conflicto es con todos los
trabajos. El conflicto es con la vida misma y la vida no es reductible a nuestra faceta de
trabajo. El conflicto es con la vida del planeta y con la vida humana, porque la vida
humana en este sistema se convierte, en el mejor de los casos, en un medio para el proceso
de acumulación. Cuando la vida es un medio, supone una amenaza permanente contra la
vida. No todas las vidas están igual de amenazadas en este sistema. Cuando hablamos del
conflicto capital- vida, detrás de capital también hay vidas. A veces usando otra metáfora
decimos que el rostro que se esconde detrás del capital es el del BBVA, el de Blanco
Burgués Varón Adulto, heterosexual, urbano. Es un sistema biocida y suicida del cual
algunas vidas salen muy bien paradas y el resto de vidas recibimos ataques de gravedad
radicalmente desigual (Pérez, 2017).
Situar el conflicto primordial de la crisis sistémica del modelo de dominación en el
conflicto capital-vida refuerza, portanto, la comprensión de que este modelo está asentado sobre
una tensión estructural entre la acumulación de capital y los límites de la vida como un todo.
Además, permite entender como determinadas vidas la humana, masculina, blanca, urbana,
empresarial y heterosexual - valen más que otras y, por tanto, como la protección de sus
intereses y, por ende, de sus derechos, se estructuran de manera igualmente desigual y violenta.
Esto porque, tal y como afirma Herrera Flores, las normas jurídicas no son más que un
instrumento a partir del cual se establecen procedimientos, tiempos y lenguajes para satisfacer
las necesidades y demandas de la sociedad. Por esto, el autor insiste en que las normas no
crean realidades por solas, sino que constituyen medios que prescriben comportamientos e
imponen deberes, siempre interpretados desde el sistema axiológico y económico dominante
que pueden facilitar u obstaculizar el acceso a derechos o, en términos del autor: “a la
satisfacción de los bienes exigibles para poder luchar plural y diferenciadamente por la
dignidad” (Herrera, Op. Cit., p. 54). De ahí que, según Juan Hernández Zubizarreta, la crisis
sistémica en análisis está enmarcada en un contexto de ofensiva mercantilizadora a escala
global, en la que las dinámicas capitalistas, patriarcales, coloniales, autoritarias e insostenibles
se exacerban y sus efectos se hacen evidentes en el campo de los derechos humanos. Para el
autor: “las personas se están convirtiendo en una mercancía más y, por tanto, susceptibles de
ser desechadas, lo que implica situar la mercantilización de la vida en el vértice de la jerarquía
de las normas jurídicas" (Zubizarreta, 2018).
Esta crisis sistémica pautada en el conflicto entre capital-vida que desasocia la economía
de la sociedad, de la naturaleza y de poticas que no refuerzan los valores individuales y
productivistas de la organización social, agudiza la asimetría normativa actualmente presente
en el campo de la protección de derechos. Según Zubizarreta, esta asimetría se constituye a
través de la creciente protección jurídica de los derechos del capital, materializado hoy en día
en el derecho de las corporaciones transnacionales que
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cuentan con reglas de obligado cumplimiento y con tribunales privados que aplican las
mismas con una eficacia absoluta. Mientras tanto, los derechos humanos se mueven entre
la fragilidad de las normas internacionales, las recomendaciones de los comités
encargados de su aplicación, y la impunidad de los gobiernos ante el incumplimiento de
los textos de derechos humanos. Esta asimetría pone en evidencia la fractura de sus
sistemas de garantía y demuestra cómo evolucionan hacia territorios de la retórica
jurídica
8
.
En este sentido, los contratos de explotación y comercialización firmados por las
grandes corporaciones, los tratados comerciales y los acuerdos de protección de inversiones
negociados entre los estados, las políticas de ajuste promovidas por el Fondo Monetario
Internacional, los préstamos condicionados otorgados por el Banco Mundial y las disposiciones
impulsadas por la Organización Mundial del Comercio, entre otros muchos ejemplos
caracterizan la denominada “lex mercatoria”. Fenómeno integrante de lo que Zubizarreta y
Ramiro caracterizan como: “el nuevo Derecho Corporativo Global con el que se proporciona
seguridad jurídica a las operaciones de las grandes corporaciones, al mismo tiempo que se dejan
sus obligaciones sociales, laborales y ambientales en manos de la buena voluntad empresarial
y la ética de los negocios” (Zubizarreta y Ramiro, 2015). Una estructura que, en ámbito global,
parece blindar los derechos empresariales a través de una extensa producción jurídico-
normativa para reenviar sus obligaciones a las legislaciones nacionales, crecientemente regidas
bajo la poderosa égida neoliberal frente al marco del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, caracterizado, desde una perspectiva crítica, por su interesada insuficiencia en la
efectiva protección de los derechos de los pueblos y de la naturaleza. Lo que Fraser denomina
“un nuevo régimen de gobernanza y dominación global” (Fraser, Op. Cit., p. 09).
Esta profunda asimetría entre la lex mercatoria y el sistema internacional de derechos
humanos parece revelar la orquestación de, en términos de Zubizarreta, una “arquitectura
jurídica de la impunidad” con efectos complejos en diferentes ámbitos de la reproducción de la
vida, entre ellos lo que el autor denomina como un “nuevo feudalismo global” impuesto por el
poder corporativo que ofrece graves perjuicios a la consolidación del Estado de Derecho y de
la propia democracia. María José Fariñas Dulce, sobre la crisis actual, añade las consecuencias
de los cambios tecnológicos que, según la autora, responden a un cambio estructural promovido
por una contrarrevolución neoconservadora” que profundiza la inseguridad económica sentida
por gran parte de las personas como parte del efecto de choque de la crisis. Para Fariñas, el caso
más emblemático es Brasil y su profunda sumersión en discursos de odio, misoginia, xenofobia,
homofobia y racismo a partir del Golpe de Estado en 2016. Un proyecto de radicalización
neoliberal y neoconservador anti-derechos, financiado por las grandes corporaciones
trasnacionales que, en definitiva, reavivan un neofascismo como estrategia de corrupción de la
democracia en cuanto el gobierno de la mayoría mediocre, representado por las tradicionales
élites dominantes (Fariñas, 2019).
8
Ibidem, s/p.
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Finalmente, la sistemática violación de derechos humanos por el capital transnacional
9
,
aliada a la sustitución normativa del Estado por regulaciones privadas, hace con que no sea
difícil comprender que la elaboración de propuestas orientadas a la responsabilización jurídica
de las empresas transnacionales constituye uno de los mayores desafíos del pensamiento
jurídico contemporáneo comprometido con la minimización de las desigualdades y con la
realización de la justicia social. Una vez identificadas algunas de las características del actual
modelo de organización social de la dominación mundial, resta por indagar las razones por las
que la explotación de las personas y de los procesos de privatización viene acompañada por una
creciente disputa por los bienes naturales, que, a su vez refleja realidades como comunidades y
personas que son expulsadas de sus casas y de sus tierras para generar beneficios en la
agroindustria, en la minería, en las petroleras, entre otros sectores productivos, especialmente,
pero no exclusivamente
10
, en contextos (neo)coloniales en los que estas lógicas remontan a
tiempos pretéritos.
En lo que se refiere a la expansión del agronegocio en América Latina, la lógica de la
expropiación y del despojo territorial es una constante. Blanca Rubio destaca que la
transformación de los alimentos y materias primas en objetos de especulación convertidos en
commodities - no constituye un proceso económico que provenga del funcionamiento mecánico
del sistema, sino que responde “a una estrategia de dominio, razón por la cual la crisis
alimentaria ha beneficiado ampliamente a las empresas agroalimentarias, energéticas y
financieras anglosajonas” (Rubio, 2014, p. 19).
En este sentido, Polanyi en el siglo pasado demostró como la mercantilización de la
naturaleza se da a través, sobre todo, de la incorporación de la vida social y de la tierra a la
economía de mercado (Polanyi, 2000). Al concebir el trabajo, la tierra y el dinero como factores
de producción, estos elementos se convierten en mercancías y, por tanto, pasan a estar sujetas
al mecanismo de oferta y procura intermediada por el precio. De esta manera, el dominio
privado de la tierra, en el marco del capitalismo, será traducido en riqueza y, consecuentemente,
en poder que deberá ser mantenido tanto por la violencia directa, como jurídico-institucional.
9
Luciana Ghiotto denuncia que gran parte de las demandas se relacionan con los sectores económicos
donde se concentran las inversiones extranjeras: el sector extractivo, el petrolero y el minero. En el sector
del petróleo, destaca el caso de Ecuador y la petrolera estadounidense Occidental Petroleum (Oxy) y el
“Caso Chevron”, cuando Ecuador ha sido sentenciado a pagar 700 millones de dólares a la también
estadounidense Chevron. Según la autora, aunque la empresa haya sido demandada por las comunidades
locales por el daño ambiental causado en la zona amazónica, Chevron no sólo desconoció el fallo de la
justicia nacional en su contra, sino que llevó a Ecuador al arbitraje internacional debido a la rescisión de
su contrato (Ghiotto, 2016).
10
Sassen enseña que el carácter, el contenido, el lugar y los canales para la expulsión son varios y recorren
todo el mundo. Incluyen desde políticas de austeridad que han contraído economías como, por ejemplo,
la del Estado Español, el empobrecimiento de las clases medias en los países ricos, la expulsión de
pequeños agricultores en países empobrecidos debido a las tierras adquiridas por el capital transnacional,
hasta políticas ambientales depredadoras en actividades mineras en Norilsk (Rusia) o en el estado de
Montana (EE. UU.). Sassen, Saskia. Op. Cit., p. 13.
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La tierra aparece, por tanto, como un elemento interesante de conexión entre las tres
divisiones vitales instituidas por el capital, señalada anteriormente por Fraser, en la medida en
que su dominio parece ejercer influencia tanto en las relaciones entre las personas, como en el
sentido político y jurídico que se construye sobre su pose y propiedad y, evidentemente, en las
relaciones entre sociedad y naturaleza.Urge, por tanto, analizar qué papel ocupa la tierra en esta
crisis sistémica del capital y cuáles son los intereses por tras del dominio territorial en un
momento de elevada celebración de los mercados, difusión del conservadorismo y persecución
de la vida como un todo.
En este caminar, la teoría de la acumulación primitiva/originaria marxista, bien como
sus consecuentes revisiones y reformulaciones, se presenta como uno de los métodos de análisis
fundamentales, ya que esta constituye una de las principales tradiciones teóricas que desarrolla
una teoría de la desapropiación, destacando la importancia que tiene la historia como matriz
científica de análisis interdisciplinario en estudios críticos como el presente.
Partiendo de la construcción teórico-metodológica de Marx que entiende que “la
estructura económica de la sociedad capitalista nació de la estructura económica de la sociedad
feudal, en la medida en que la descomposición de esta liberó elementos para la formación de
aquella” (Marx, 2013, p. 836), es importante recuperar algunos elementos de esta transición
que inciden especialmente sobre el valor que se le atribuia la tierra en este “nuevo orden”
mundial. En este sentido, investigando sobre las relaciones entre patriarcado y acumulación
primitiva, Maria Mies explica que es precisamente la propiedad de la tierra la que va a convertir
el feudalismo europeo en un método especifico de producción. Una propiedad que, además, se
constituyó gracias al empleo exhaustivo de la violencia y de la guerra que, a su vez, contribuyó
para la diferenciación de clases en las sociedades campesinas. La autora reitera que la
manutención de la propiedad de las tierras por el señor feudal, que antes se ejercía mediante la
violencia directa hacia los y las campesinas, con el paso del tiempo se va transformando en una
“pacífica relación de violencia estructural”, característica de la relación siervo/señor que solo
se pudo consolidar porque los señores feudales jamás abandonaron sus armas o su poder militar
como método de expansión, dominación y defensa de sus tierras y riquezas. Para Mies: “esto
no es más que el mantenimiento del paradigma del hombre-cazador/guerrero como base y
último recurso de este modo de producción”
11
.
Cuando la acumulación del capital pasa a ser la expresión dominante de la actividad
productiva, los usos de la tierra direccionados al cuidado y al mantenimiento de la vida -que
serán denominados por el capital como producción o economía de subsistencia” pierden valor
y el trabajo asalariado asume el protagonismo del control laboral y la naturaleza asume la
dimensión de “explotable, fuente de materia prima y en seguida de mercancía, reforzando las
tres compartimentaciones de la vida misma a las que se refería Fraser en el apartado anterior.
Por otro lado, Michael Levien enseña que la acumulación primitiva de Marx se refiere a la
“acumulación que no resulta del modo capitalista de producción, antes constituye su punto de
partida” (Levien, 2014, p. 26). Para Nancy Fraser, Marx elabora este concepto mirando a los
11
Ibidem, p. 141.
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inicios del capitalismo comercial, entre los siglos XVI y XVIII, para señalar que el principal
impulsor de la acumulación en esta fase del capitalismo no fue la explotación, sino la
expropiación.
En este punto merece destaque lo que en la sociología del desarrollo se titula “abordaje
externalista” de la teoría de la acumulación primitiva marxista que, aparte de la lectura clásica
de los cercamientos
12
de tierras inglesas, analiza el carácter de las relaciones capitalistas
establecidas también con las tierras en otros continentes más allá del Europeo. Marx expresa
que:
A descoberta de ouro e prata na América, a extirpação, a escravização e o sepultamento
da população indígena nas minas daquele continente, os inícios da conquista e do
saqueio da Índia e a conversão da África uma reserva para a caça comercial a peles
negras tudo isso são coisas que caracterizam a aurora da era da produção capitalista.
Esses procedimentos idílicos são os momentos principais da acumulação primitiva
(Marx, Op. Cit., p. 915).
Levien, pautado en la ampliación teórica elaborada por Rosa Luxemburgo sobre la
centralidad de una apropiación exterior a los locales de producción a esfera mundial, enseña
que en el abordaje externalista la acumulación primitiva no se refiere al establecimiento de
relaciones sociales capitalistas en Inglaterra, sino a “un acúmulo inicial de riqueza a través del
saqueo colonial, de la esclavización y de la conquista genocida” (Levien, Op. Cit., p. 28). Por
lo tanto, mientras el abordaje internalista” de la acumulación primitiva enfoca en la función
de la expropiación para establecer relaciones sociales capitalistas, es decir, el surgimiento del
proletariado, la teoría “externalista” entiende el despojo como estrategia fundamental de
absorción de bienes vitales en un mercado capitalista global. A partir de este abordaje es posible
visualizar, entonces, la expropiación de tierras y de vidas humanas como uno de los
fundamentos del imperialismo colonial. Observase, por tanto, que antes de la explotación de
los operarios en las fábricas ocurrió una expropiación masiva de cuerpos, trabajo, tierras y
bienes naturales, sobre todo en el mal llamado “Nuevo Mundo”, que permite identificar que
la expropiación superaba en mucho a la explotación en el capitalismo comercial y que este
puede haber sido un factor preponderante para la jerarquía de estatus entre territorios que aún
se observa en la geopolítica actual.
Sobre los intereses expansionistas del capital en América Latina, la teoría Marxista de
12
Para entender la centralidad de la tierra para la acumulación capitalista según los análisis marxistas es
fundamental acercarse a la historia de la estructura agraria inglesa, ya que esta ha sido la principal base
material de observación de Marx sobre el surgimiento de la propiedad en el capital. Ellen Wood describe
los cercamientos (“ enclosure “en inglés), resumidamente, como grandes olas de expropiación de las
tierras comunales a favor de los terratenientes que ocurrieron en dicho territorio, fundamentalmente,
entre los siglos XVI y XVIII. Para una comprensión más total del fenómeno se recomienda su trabajo:
“Los orígenes agrarios del capitalismo” In: Monthly Review, v. 50, n. 3, 1998.
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la Dependencia elaborada por Ruy Mauro Marini, destaca que son las diferentes composiciones
orgánicas de los sectores que se distribuyen de forma heterogénea entre los países, a través de
la división internacional del trabajo, que originarán un proceso de intercambios desiguales,
responsable por la transferencia de valores producidos en países de menor composición media
hacia los de mayor composición, disimulando los valores en precios de producción (Stédile y
Traspadini, 2005).
Así, es a través de la concurrencia entre capitales, con su movilización e inmovilización
en distintos ramos productivos, que habrá una tendencia, a largo plazo, de ecualización de las
tasas de lucro, a transferencias de valor. La compensación de estas desigualdades en los
intercambios entre países dependientes se dará, según el autor, básicamente por la
superexplotación del trabajo y de los recursos naturales, entre ellos la tierra. José Seoane destaca
que un ejemplo que se acomoda perfectamente a esta discusión es la ofensiva extractivista que
implicó la creciente integración subordinada de las economías de la periferia al circuito de la
gran producción capitalista global, expresando el nuevo carácter de la dependencia y los
procesos de recolonización característicos de las últimas décadas.
Según el autor, es en América Latina donde esta ofensiva, caracterizada por ciclos de
profundos y acelerados avances de la expropiación, mercantilización y depredación de los
bienes comunes naturales de la región, se da con más ímpeto en tanto estrategia del capital
frente a la crisis global de acumulación impuesta también por el propio modelo. Para Seoane:
“el agronegocio, la minería a gran escala, la explotación de hidrocarburos no convencionales,
la industria forestal y la construcción de megaproyectos de infraestructura son actividades
únicas de esta nueva ola de saqueo, dependencia y recolonización característica de las últimas
décadas” (Seoane, 2012). Sin embargo, aunque el abordaje externalista de la acumulación
primitiva permite identificar las expropiaciones como fenómenos continuos y estratégicos en
la transición feudal al capitalismo, Levien destaca que esta llave de análisis no es suficiente
para comprender la relación entre capitalismo y sus formas continuas de saqueo y expulsión
de tierras, ya que las desapropiaciones actuales no inauguran, necesariamente, nuevas
relaciones sociales capitalistas y tampoco representan transiciones entre modos de producción.
Esto se produce porque, para el autor, la desapropiación de tierras no está astricta a una fase
inicial del capitalismo, sino reivindicaciones capitalistas avanzadas sobre las tierras y los
recursos naturales para su propio mantenimiento. Además, en cada sector productivo la
desapropiación de tierras asume formas específicas ya sean latifundios, represas, minas,
usinas siderúrgicas, entre otras que merecen ser analizadas al detalle de sus complejidades y
que, para Levien, no se parecen en nada con el padrón clásico” del cercamiento ingles
mencionado anteriormente. En definitiva: la cuestión no es la función de la desapropiación de
tierras en la transición para el capitalismo, sino la fusión de la desapropiación de tierras en el
propio capitalismo.
Una perspectiva teórica que parece apoyar en la confluencia de muchas de las
complejidades presentes alrededor de la centralidad de la tierra en el capitalismo ha sido
dibujada por autoras como Nancy Fraser que elabora una diferenciación analítica importante
con respecto a la formulación del concepto de acumulación primitiva en Marx. Según la autora,
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la acumulación primitiva denota este proceso violento por el que el capital se acumuló
inicialmente. Sin embargo, el concepto de “expropiación” avanza al designar el fenómeno como
un proceso confiscatorio continuo, esencial para sostener la acumulación en un sistema
propenso a la crisis. Estudiando la acumulación capitalista basada en la depredación, el fraude
y la violencia, David Harvey afirma que la limitación de este análisis clásico de la teoría general
de la acumulación de capital de Marx reside justamente en considerar estos mecanismos
astrictos a una “etapa originaria” y que, por tanto, deja de ser considerada relevante en el
capitalismo maduro/avanzado. Así el autor inaugura el concepto “acumulación por
desposesión” para señalar que este ha sido un proceso central para el mantenimiento de la
dominación, pero que aún está en curso por ser parte de su metabolismo. Harvey defiende que
una mirada más atenta a la descripción de Marx sobre la acumulación primitiva/originaria revela
un abanico amplio de procesos, pero en todos la mercantilización y privatización de la tierra,
seguida de la expulsión forzosa de las poblaciones campesinas, son elementos fundamentales.
La acumulación por desposesión, según el autor, se observa también en la conversión
de diversas formas de derechos de propiedad común, colectiva, estatal, etc. en derechos
de propiedad exclusivos; la supresión del derecho a los bienes comunes; la transformación de
la fuerza de trabajo en mercancía y la supresión de formas de producción y consumo
alternativas; los procesos coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de activos,
incluyendo los recursos naturales; la monetización de los intercambios y la recaudación de
impuestos, particularmente de la tierra; el tráfico de esclavos; y la usura, la deuda pública y,
finalmente, el sistema de crédito. El estado, con su monopolio de la violencia y sus definiciones
de legalidad, juega un rol crucial al respaldar y promover estos procesos (Harvey, 2005, p. 113).
De esta manera, es posible identificar como la acumulación originaria se expresa
mediante la continuación de la separación violenta entre las personas y no solamente sus medios
de producción, sino de sus condiciones de vida como un todo, en definitiva, una ruptura radical
con lo común. Por ello, es fácil observar como en el capitalismo de hoy el avance sobre
organizaciones comunitarias, territorios y relaciones sociales que rechazan, en alguna medida,
la lógica del mercado sigue siendo una estrategia de confrontación política presente. Además,
Harvey destaca la importancia del apoyo del Estado en las continuas expropiaciones, lo que es
fundamental para estudiar las dinámicas de desposesión llevadas a cabo en la
contemporaneidad, cuando el capital extranjero - muchas veces encarnado en las empresas
transnacionales - ya no es el único acaparador de tierra, sino s bien este poder corporativo
global formado por empresas transnacionales, instituciones financieras internacionales, élites
locales y Estados.
Guilherme Gonçalves, a su vez, reitera que en la acumulación de capital la ocupación
capitalista de territorios en los que determinadas necesidades se encontraban
desmercantilizadas es fundamental. Como esa dinámica implica restructuración espacial, ella
genera al mismo tiempo expulsión y precarización de las poblaciones locales que, al ser
retiradas de sus espacios comunes, se ven obligados a venderse al mercado de trabajo
(Gonçalves, 2017). Además, el autor revela que estas personas necesitan ser disciplinadas para
su nuevo papel en la esfera productiva y para tanto, aparte de participar en los instrumentos de
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apropiación/expropiación del espacio común, el Derecho como instrumento jurídico de
manutención del orden dominante vigente - también participa en el control de las vidas
expropiadas
La reprodução sócio-jurídica da expropriação capitalista implica desvalorização
dos direitos sociais, desapropriação de terras coletivas, ampliação e forte proteção dos
direitos de propriedade, incentivos jurídicos à privatização, arranjos institucionais
facilitadores do livre-mercado, criminalização da pobreza e dos movimentos de
resistência. Tem-se, assim, um modelo de direito que explicitamente prescreve a
expropriação, a ocupação de domínios comuns e a colonização de diferentes formas de
espaço e de modos de vida, relações e subjetividades existentes (Gonçalves, 2017, p.
1028-1082).
Debido a las limitaciones materiales de este trabajo, no es posible profundizar en la
construcción moderna del régimen jurídico privado de la propiedad de tierra con el cuidado y
el rigor necesarios. Sin embargo, es necesario mencionar que este modelo jurídico es resultado
de profundas transformaciones legislativas y constitucionales que dotan de legitimidad la
persecución de organizaciones socio-jurídicas colectivas y comunes, sustituyéndolas por
relaciones de naturaleza de régimen jurídico del derecho privado
14
13
que serán extremadas en
el ámbito de la economía transnacional, conforme mencionado anteriormente cuando
presentada la “crisis de los derechos humanos” frente a la ofensiva - también jurídica - del poder
corporativo.
En este sentido, Debbie Guerra pensando la realidad chilena, destaca que la acumulación
por desposesión constituye una estrategia de usurpación, cuyo papel se torna crítico en
escenarios donde las formas asociativas tradicionales limitan la incursión de intereses
extralocales, reiterando la ruptura doble a la que se refiere Harvey: con el medio y con los
semejantes. La autora, citando a Malinowski, destaca que: “al remover a un ser humano de su
ambiente social, ipso facto se le depriva de todo su soporte moral, eficiencia económica e
incluso interés por la vida" (Guerra y Skewes, 2010).
Este elemento permite considerar que el dominio capitalista de la tierra, a parte del valor
que esta ofrece por sí misma al ser mercantilizada, explotada y violada dentro del marco de una
economía globalizada, generando lo que Anneleis Zoomers tomando el ejemplo de las zonas
económicas especiales (SEZ) de India define como “extranjerización del espacio” (Zoomers,
13
Gonçalves entiende que esta alteración de gimen jurídico puede ser comprendida como parte de un
proceso de transición de la comunidad (Gemeinschaft) hacia la sociedad de intercambios de
equivalentes”. Así, grupos sociales que experimentaban vidas comunes y colectivas son despojados de la
tierra y de sus vínculos de reproduccn social a través de un acto expropiador y pasan a ser “libres” para
negociar su fuerza de trabajo. Es decir, el sujeto colectivo se transforma en un sujeto de derecho, dotado
jurídicamente de autonomía para figurar y establecer contratos en igualdad de fuerzas con los propietarios
de las tierras. Ibidem, p. 1054.
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2010, pp. 429- 447) o lo que Sassen apunta como el desmantelamiento del territorio nacional”
(Sassen, 2013, pp. 25-46). En ambos casos, la desposesión territorial parece contar también con
una dimensión de mortificación de las personas y de las relaciones construidas en la tierra
que no pasan por el mercado y, así, desafían los intereses de expansión del capital.
De ahí que Yayo Herrero destaca que: "la economía globalizada asienta el fascismo
territorial a partir de la ingeniería social y la racionalidad económica que considera que las
vidas y los territorios importan solo en función del “valor añadido” que produzcan" (Herrero,
2019). A partir de esta lectura ampliada sobre el modelo capitalista se constata, por tanto, un
carácter dual de acumulación por desposesión. A la vez que los procesos de desposesión son
constitutivos e intrínsecos a la lógica de la reproducción ampliada, es decir, de producción de
plusvalía, el despojo se expresa también en procesos extraeconómicos a través de la
incorporación continua y permanente de nuevos territorios, ámbitos, relaciones sociales y/o
mercados futuros que permitan su realización rentable. Un proceso dual y cíclico que tiende a
la generación de relaciones asimétricas e intercambios desiguales. Sobre los procesos de
opresión extraeconómica, Matthew Sparke, a su vez, destaca que las condiciones sociales para
la emergencia de este régimen de acumulación requieren, necesariamente, la connivencia con
actores locales y las dinámicas de poder, incluyendo las relaciones étnicas y de género que
facilitan la desposesión (Sparke, 2008, pp. 423-440). En este sentido, la asimilación de la
sumisión de la naturaleza, de la tierra, de las mujeres y de pueblos y comunidades, expresadas
por el conflicto capital-vida base de la (dis)función del capitalismo, raramente aparece en el
centro de los análisis.
Sin embargo, en la presente investigación esta ampliación de mirada es central porque
revela pistas importantes sobre los diversos mecanismos de dominación que sostienen este
modelo, entre ellos las razones por las que el dominio capitalista de la tierra viene acompañado
de la formación de lo que Maria Mies describe como “zonas de reproducción de suficiente
ganado humano que se pudiera cazar, apropiar y someter” (MIES, Maria. Op. Cit., p. 142),
señalando alas conexiones entre el control de la tierra con el control de la vida, en especial
de las mujeres.
CONCLUSIONES
El presente trabajo elabora un análisis pluridisciplinario del momento actual de la
estructura de dominación y sus rebatimientos en la cuestión agraria. Se ha podido observar que,
mientras algunos estudios se centran en las contradicciones internas del modelo económico de
producción capitalista para entender su crisis contemporánea, los análisis que geminan,
especialmente desde la Economía Feminista a partir de autoras como Nancy Fraser, Silvia
Federici y Amaia Pérez Orozco, permiten ampliar la mirada fenoménica, revelando las
condiciones primordiales - económicas y no económicas - de este modelo que, invariablemente,
se relacionan con la imbricación entre heteropatriarcardo, capital y colonialismo.
Un modelo de organización social de la dominación mundial que se concibe como un
orden social institucionalizado y se asienta en la disociación de tres importantes frentes de la
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vida: producción económica x reproducción social; economía x organización política y,
finalmente, naturaleza x humanidad. De manera que es la convergencia de estas tres tensiones
polifacéticas lo que caracterizaría la crisis generalizada intrínseca al propio sentido de ser de
este modelo. Una crisis sistémica que implica la degradación de las condiciones de vida y la
multiplicación de las desigualdades sociales a través del refuerzo permanente del control
heteropatriarcal y mercadológico sobre los territorios, trabajos y vidas.
Esta caracterización inicial del modelo ha permitido trascender la formulación clásica
sobre el centro de la crisis reposar en el conflicto capital-trabajo y comprender que la crisis es
mucho s compleja y poliédrica. Esto porque, en la medida en que el capital persigue la
acumulación, ignora la satisfacción de necesidades vitales que no son rentabilizables” y que
no pasan por la dinámicadel mercado, generando un conflicto irresoluble entre el proceso de
acumulación y la sostenibilidad de la vida.
Al situar en el centro de la crisis del modelo el conflicto capital-vida, ha sido posible
dislocar los mercados del epicentro del análisis y pensar la socialización del bienestar, en cuanto
fin último de los derechos, como punto de partida y punto de llegada de esta investigación. En
este caminar, se ha visto como el campo hegemónico de los derechos humanos también está
minado por esta crisis, fácilmente identificable en la asimetría normativa internacional
actualmente presente en el campo de la protección de derechos humanos, donde la
mercantilización de la vida ocupa el punto ápice de la jerarquía de las normas jurídicas.
Buscando entender qué papel ocupa la tierra en esta geopolítica de poder, se ha observado que
el control de esta, históricamente, ha estado en el centro de las dinámicas de acumulación y
diferenciación de clases en el marco del capital. Al comparar los abordajes internalistas con los
externalistas de la teoría de la acumulación primitiva/originaria del capital elaborada por Karl
Marx, se aprehende que la expropiación de tierras y de determinadas vidas humanas y no
humanas ha constituido estrategia fundamental de absorción de bienes vitales. Dinámica que,
en consonancia con David Harvey, revela una acumulación por desposesión que, lejos de
referirse a la prehistoria del capital, es fundamental para el mantenimiento de la dominación
aún en curso.
Sucede que estas dinámicas no afectan a todas las personas y territorios de manera
uniforme y tampoco ningún modelo de organización social que intenta consolidarse
como hegemónico surge desvinculado de los modelos que le anteceden históricamente.
De ahí que este trabajo abra pistas para identificar como el control capitalista de la tierra
rescata el control del trabajo y de la vida de las mujeres, ya existente en sociedades precapitalistas,
y lo perfecciona como base de sostenimiento de las condiciones sicas de reproducción de una
vida a servicio de la acumulación mercantil masculina. Un necesario dialogo entre los análisis
feministas sobre el heteropatriarcado y las teorías sobre la acumulación mundial que, seguramente,
traerá comprensiones impares para la consolidación de importantes derechos en el universo rural.
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Contribución de los Autores
Autor
Amanda Dias Verrone
Gisele Ricobom
Citación/como citar este artículo: Dias, A. y Ricobom, G. (2023). Crisis sistémica del
capitalismo y el conflicto capital- vida: una ofensiva al derecho a la tierra. Nullius, 4(2), 15-32.
https://doi.org/10.33936/revistaderechos.v4i2.6112