Nullius: Revista de pensamiento crítico en el ámbito del Derecho

e-ISSN 2737-6125
Antonio Salamanca Serrano
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pm, en todo Quito y a lo largo y ancho del Ecuador se escuchó, por más de hora y media, un cacerolazo
contra el gobierno. Reventando los altavoces, el grito de la tierra de Mercedes Sosa llegaba a la mitad
del mundo, atravesando los balcones abiertos de par en par: “solo le pido a Dios que la guerra no me sea
indiferente, que, si un traidor puede más que unos cuantos, que esos cuantos no lo olviden fácilmente”.
Se envió un "abrazo de lucha" a los compañeros reprimidos en las inmediaciones de la Asamblea, Casa
de la Cultura y Universidad Salesiana y Universidad Católica. Desde ese día nos quedó más claro que
nunca que realmente: ¡el pueblo unido, jamás será vencido! Pueblo sin miedo a los estados de excepción,
caminando empoderado desafiando el toque de queda. Mujeres y niños en las calles. Un taxista nos dijo
que su hijo había estado junto al joven que mataron la tarde noche del sábado con un tiro en la cabeza,
pero que a la mañana siguiente se levantó dispuesto a salir de nuevo y continuar la resistencia. En Ecua-
dor, se produjo en octubre un levantamiento, no solo de los indígenas, sino de los estudiantes, de los
taxistas, de los trabajadores: un levantamiento popular.
El siglo XXI comenzó en América Latina con una relativa hegemonía de los pueblos frente a los
paquetazos neoliberales de la década de los ochenta y noventa del siglo pasado. Fue el caso de Vene-
zuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Brasil, Nicaragua, y la cimarrona Cuba. Sin embargo, la segunda
década de este siglo padeció una fuerte contraofensiva de la burguesía regional y global, que aún conti-
núa. Evidencias de ello es la criminalización mediática de la protesta social, la guerra jurídica para per-
seguir a los líderes sociales y políticos que optaron por las mayorías populares contra la corporatocracia
mundial y la banca mundial del FMI (lawfare). Una secuencia de golpes de estado “blandos” jalonaron
la década. Frustrados unos, como en el caso de Venezuela, con Chávez en 2002 y Ecuador 2010, con
Rafael Correa en el gobierno. Otros, sin embargo, fueron golpes de estado “exitosos” para el capital,
como son los orquestados contra el presidente Manuel Zelaya, en Honduras, y seguidos por aquellos
contra Brasil, con Dilma; contra Paraguay, con
Fernando

Lugo en el gobierno,

y

contra el proyecto
político mayoritario del pueblo ecuatoriano en 2017, desde dentro del Gobierno y la Asamblea Nacional.
En definitiva, la segunda década del siglo XX terminó, y se inicia la tercera, con la (re)insurgencia
de los pueblos frente a la redición de un terror ya padecido. El capitalismo ha mostrado su verdadero
rostro cuando las democracias liberales representativas no les son suficientes para la enajenación : el
fascismo. Brasil, Chile, Colombia y Ecuador son la punta de lanza. Pareciera que estamos viviendo
momentos semejantes a los de los años veinte y treinta del siglo pasado, cuando el fascismo español,
alemán e italiano se fue preparando contra los pueblos.
Pues bien, la insurgencia en que se encuentran los pueblos tiene también al menos dos manifestacio-
nes en el ámbito jurídico, en el campo del
derecho, entendido este como parte de la praxis (acción)
política. Una primera expresión es la insurgencia continuadora de la lucha social por los derechos de la
naturaleza y los derechos humanos. Es la lucha de las mayorías populares por la vida de la naturaleza,
que clama ser cuidada para mantener el equilibro de nuestro ecosistema. Prueba de ello han sido los
poderes constituyentes que llevaron a la constitucionalización de los derechos de la naturaleza en Ecua-
dor y la defensa de los derechos de la Madre Tierra en Bolivia. Pero, además, lo que está ocurriendo, es
que los pueblos exigen la satisfacción de sus derechos humanos (vivienda, sanidad, educación, etc.) para
poder vivir con dignidad; para poder florecer como personas en comunidad. La segunda expresión de la
insurgencia es el desafío que provoca un viejo (nuevo) paradigma jurídico: el renacer del derecho de los
pobres (el iusmaterialismo) frente a la ideología jurídica burguesa iusnaturalista o iuspositivista. Utili-
zamos la categoría ‘pobres’ en el sentido de pueblos históricamente oprimidos. Los llamados ‘pobres’
son con frecuencia mucho más ricos en humanidad que aquellos a quienes les sobra el dinero. Oprimidos
que buscan la eliminación del sistema que genera la opresión, y no convertirse en nuevos actores de
dominación una vez consiguen el poder político. El “derecho de los pobres” es más que una mera cate-
goría libresca, por el contrario, tiene su historia de la que bebe el iusmaterialismo.