1. Introducción
En México se viven actualmente cambios de gran magnitud en todos
los ámbitos de la vida pública. Por una parte, la dinámica poblacional se
ha visto alterada por el tránsito masivo de personas migrantes, fenómeno
que progresivamente adquiere proporciones inconmensurables y se
conjuga con requerimientos emergentes en materia de atención a la salud,
alimentación y educación intercultural.
Por otra parte, se van configurando espacios transfronterizos que
agudizan las crisis ecológicas y socioeconómicas en varios países
latinoamericanos. De acuerdo con la teoría de la sociedad de riesgo
mundial, tales crisis provocan nuevos desórdenes y turbulencias
mundiales, donde se puede distinguir cierto tipo de peligro global
vinculado a los daños ambientales derivados tanto de la riqueza como de
la pobreza pues, desde un punto de vista ecológico, la desigualdad es el
mayor problema del planeta (Beck, 1998). La solución a esto difícilmente
acontecerá de manera lineal porque su etiología y evolución exige
acciones multisectoriales de gran alcance, factibles de permear hacia
todos los puntos geográficos de la región. En el territorio mexicano, pese
a la difusión de las tendencias hacia una economía verde y al adoptar en
diferentes instancias gubernamentales la Agenda 2030 con los objetivos
de desarrollo sostenible, aún son limitadas las acciones ante los desafíos
ambientales que han alcanzado un punto crítico en el entorno nacional y
a escala planetaria.
Un boletín de divulgación científica recientemente publicó datos
impactantes acerca de las consecuencias del cambio climático, donde se
advierte lo siguiente:
Nos acercamos mucho al punto de no retorno que, aunque se
escuche catastrófico y apocalíptico, somos tal vez las últimas
generaciones que pueden hacer algo para frenar esto: si no lo
iniciamos ahora, las siguientes generaciones vivirán con cambios
climáticos que ya no podrán cambiar (Martínez, 2019, p.1).
Las alteraciones ambientales y climáticas tendrán consecuencias
económicas y sociales de gran impacto, así como el aumento de las
migraciones forzadas por eventos meteorológicos extremos. Según los
datos del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, la mitad de
los municipios mexicanos presentan alta vulnerabilidad a los eventos
atmosféricos graves. Por tanto, los grupos poblacionales requieren
aprender distintas capacidades adaptativas y, en este sentido, resulta
oportuno preparar a los maestros para desplegar protocolos de acción en
caso de desastres, a la vez que sean capaces de organizar estrategias de
apoyo y resiliencia en el entorno social de las escuelas.
En los años venideros la pedagogía ambiental tendrá un papel crucial
y los profesores deberán asumir su rol insustituible de transformadores de
conciencias, mediante una educación para la sustentabilidad que involucre
a los niños y al mismo tiempo a los adultos. Así se justifica un proyecto
amplio de cooperación escuela-sociedad, donde la formación de docentes
representa una de las áreas de oportunidad más relevantes y de mayor
incidencia en la educación socioambiental.
1.1. Antecedentes y experiencias compartidas
Este trabajo alude al desarrollo sustentable desde una visión holística,
más eco-céntrica y menos antropocéntrica, ya que, si bien importa
primordialmente la subsistencia de la humanidad en el planeta, también
se considera esencial el derecho a la existencia de todos los seres vivos
que conforman la enorme biodiversidad terrestre.
En la IX Convención Internacional sobre Medio Ambiente y
Desarrollo: “Urge un cambio trascendental para el futuro que queremos”
(CITMA, PNUD & PNUMA, 2013), se propuso atender la crisis
ambiental bajo el paradigma sostenible; además, se mencionó que para el
año 2030 -en pocos años- la presión hídrica por el incremento de usuarios
del agua será fuerte; la reserva de la biosfera, el microclima, los incendios
forestales y los cambios en la biodiversidad conjuntamente con el ciclo
del agua, sufrirán alteraciones con impacto en la seguridad alimentaria y
el surgimiento de nuevos vectores y riesgos para la salud humana.
Dentro de tal cuestión ética respecto a la vida, la educación de las
generaciones presentes y futuras tendría que basarse más en
intervenciones a favor de la naturaleza. Por consiguiente, las estrategias
de cooperación entre las instituciones educativas y la sociedad, en todos
los países adquieren un estatus de urgencia que ya no es posible postergar.
En cuanto al compromiso a favor de la naturaleza, se ha documentado
un amplio consenso en torno a las expectativas transformadoras de la
educación ambiental, cuyo papel es imprescindible para gestionar el
cambio de valores en la sociedad (Álvarez, 2001; Fuentes, 2008; Súcar,
2011; COEPES, 2013; Peredo, Vázquez & Rodríguez, 2016).
Coincidiendo con lo anterior, en México se pretende actualmente impulsar
proyectos intersectoriales de ciencia para prevenir en salud, alimentación,
agua y ambiente; de igual forma, con los aportes multidisciplinarios de las
ciencias sociales y las humanidades se busca fomentar vocaciones
científicas tempranas, desde la educación básica, a favor del bienestar
social y el cuidado del medioambiente. También se asume la creación de
programas de apropiación social de la ciencia en apego a las necesidades
de la población en materia socioambiental.
Hoy en día muchos foros y publicaciones concentran sus temáticas de
discusión académica en torno al cambio climático y al entorno natural
cada vez más devastado, donde las nuevas generaciones pudieran sufrir
los efectos de catástrofes, incluso bajo la permanente amenaza de un
colapso mundial. En dicho escenario la educación constituye la palanca
impulsora de un cambio de conciencia favorable a la equidad ambiental,
pues como lo anticipa la Carta de la Transdisciplinariedad: “sólo una
inteligencia que dé cuenta de la dimensión planetaria de los conflictos
actuales podrá hacer frente a la complejidad de nuestro mundo y al desafío
contemporáneo de la autodestrucción material y espiritual de nuestra
especie” (Convenio de Arrábida, 1994, p. 1).
Más que nunca está vigente la interdisciplinariedad multisectorial en
los proyectos de cooperación que apliquen la corresponsabilidad y la
participación de los gobiernos, escuelas, empresas y sociedad, ya que los
tiempos actuales se ven superados por problemas cada vez más complejos
y multidimensionales.
Al parecer un amplio conglomerado de la población ignora la
magnitud y trascendencia que atañe al impacto de la crisis ambiental del
presente siglo, tal vez porque no existen los medios idóneos de
divulgación científica para informar oportunamente a la ciudadanía.
El presente trabajo se realizó con el propósito de identificar la
importancia que le otorgan los jóvenes normalistas al cuidado de la
naturaleza como parte del bienestar vinculado al desarrollo humano de la
población, a fin de derivar una propuesta de intervención que se pudiera
implementar en las instituciones formadoras de docentes, considerando el
papel decisivo que juegan los futuros profesores como enlace de
cooperación entre las escuelas y las necesidades más apremiantes de la
sociedad.