RECUS
Revista electrónica Cooperación Universidad Sociedad
e-ISNN 2528-8075
Vol. 9, Núm. 3 (58-77) septiembre- diciembre, 2024.
DOI: 10.33936/recus.v9i3
https://revistas.utm.edu.ec/index.php/Recus
58
Social Asymmetries in the Use of Public Spaces in Cuban Cities
Autores
1
* Maricely Sánchez Quintero
2
* Gerardo Iglesias Montero
3
* Celia Marta Riera Vásquez
1
Universidad Central “Marta Abreu” de Las
Villas, Santa Clara, Cuba.
2
Universidad de Cienfuegos “Carlos Rafael
Rodríguez”, Cuba.
3
Universidad Central “Marta Abreu” de Las
Villas, Santa Clara, Cuba.
Como citar el artículo:
Sánchez, M., Iglesias, G. y Riera, C. (2025).
Asimetrías sociales en el consumo de los
espacios públicos de las ciudades cubanas.
Recus, 10(1), 58-77. https://doi.org/
10.33936/recus.v9i3.7514
Enviado: 02/07/2024;
Aceptado: 21/08/2024;
Publicado: 05/01/2025
Resumen
El presente estudio tuvo como propósito analizar críticamente las asimetrías
sociales manifestadas en los espacios públicos de las ciudades cubanas, en el
contexto de los recientes cambios económicos que han propiciado prácticas
emergentes y nuevas formas de segmentación espacial. Desde una perspectiva
teórica, se abordaron las categorías fundamentales de consumo, espacio
público y segregación urbana, articulando sus interrelaciones con los
imaginarios urbanos y las representaciones sociales. Asimismo, se examinó el
uso diferencial de estos espacios según sus clasificaciones y funciones en el
entramado urbano. La investigación facilitó una aproximación analítica a la
estructura social cubana contemporánea, permitiendo una descripción
detallada de sus ambientes urbanos complejos, en función de las diversas
formas de heterogeneidad presentes. En términos metodológicos, se
emplearon técnicas cualitativas y cuantitativas, tales como encuestas,
entrevistas semiestructuradas a especialistas, observación no participante,
análisis de contenido y cartografía social, esta última con alto valor
interpretativo. Finalmente, se discutió la tensión dialéctica entre lo público y
lo privado, lo que posibilitó la formulación de un criterio prospectivo sobre la
versatilidad, transformación y resignificación de los espacios públicos en el
contexto cubano actual.
Palabras clave: Desigualdad social, urbanismo, percepción del espacio,
cartografía social.
Abstract
The present study aimed to critically analyze the social asymmetries
manifested in the public spaces of Cuban cities, within the context of recent
economic changes that have fostered emerging practices and new forms of
spatial segmentation. From a theoretical perspective, the core categories of
consumption, public space, and urban segregation were addressed, articulating
their interrelations with urban imaginaries and social representations.
Furthermore, the differential use of these spaces was examined according to
their classifications and functions within the urban framework. The research
provided an analytical approach to the contemporary Cuban social structure,
allowing for a detailed description of complex urban environments based on
the various forms of heterogeneity present. Methodologically, both qualitative
and quantitative techniques were employed, including surveys, semi-
structured interviews with specialists, non-participant observation, content
analysis, and social cartography, the latter offering significant interpretive
value. Finally, the dialectical tension between public and private spheres was
discussed, which enabled the formulation of a prospective criterion regarding
the versatility, transformation, and resignification of public spaces in the
current Cuban context.
Keywords: social inequality, urban planning, spatial perception, social
mapping.
Asimetrías sociales en el consumo de los espacios públicos de las ciudades
cubanas
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1. Introducción
El ser humano, como producto de la sociedad en la que se inserta, se encuentra
circunscrito a múltiples escenarios. Las actividades que lo vinculan con la
macroestructura social generan constantemente necesidades diversas, imposibles de
reducir a un único ámbito. La vida cotidiana de los individuos se desarrolla de forma
cíclica, de modo que la reiteración permanente de sus acciones, junto con las de los
demás, origina patrones espaciales de conducta. Estas prácticas, al repetirse, contribuyen
a la regionalización de las acciones y se constituyen como elementos de cohesión social
que reproducen el orden establecido. Para que un espacio adquiera la condición de lugar,
debe estar investido de un sentido metafísico y significativo.
En el contexto urbano, los sujetos metropolitanos, debido a las particularidades
del entorno citadino, tienden a reorganizar constantemente los espacios en los que
desarrollan sus rutinas. Por tanto, la creación de espacios públicos debe reflejar las
vivencias de sus habitantes, incorporando contenidos funcionales, pedagógicos, estéticos
y simbólicos. Sin embargo, en ocasiones, la planificación urbana resulta deficiente en este
aspecto.
La creciente complejidad de la sociedad urbana ha modificado los
comportamientos sociales, el uso del tiempo y las formas de movilidad. En el caso
cubano, el mapa de las relaciones socioespaciales adquiere múltiples significados. Los
espacios públicos, que constituyen una parte esencial de las ciudades, se han convertido
en una expresión condensada de esta realidad, cada vez más volátil. Por ello, la
conformación de dichos espacios debe contemplar la participación ciudadana, en diálogo
constante con las entidades responsables de la toma de decisiones.
En Cuba, se han desarrollado investigaciones relevantes sobre el uso y
aprovechamiento de los espacios públicos. Entre ellas, se destacan los trabajos realizados
por Roberto Dávalos en la Universidad de La Habana, así como por las doctoras en
ciencias Mariana Ravenet y Luisa Íñiguez. Esta última ha abordado en profundidad la
geografía humana y la calidad de vida urbana en obras como Las tantas Habanas, donde
ofrece un análisis exhaustivo sobre el tema. Asimismo, se han ejecutado estudios sobre
pobreza urbana, promovidos por autoras como Mayra Espina y la propia Luisa Íñiguez
Rojas.
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Una investigación de particular relevancia para este estudio es la Propuesta del
plan de reestructuración para el sistema de espacios públicos en el centro histórico de la
ciudad de Cienfuegos, elaborada por la arquitecta Merlyn González García.
Los espacios públicos experimentan una creciente demanda, al constituirse en
escenarios donde se expresan identidades heterogéneas que reafirman su carácter
transicional. Es crucial concebirlos de forma tal que su utilidad persista, incluso ante
cambios en su semiología. Para ello, se requiere una herramienta teórica que permita
comprender este fenómeno desde una perspectiva amplia. Aunque aparentemente existen
en Cuba suficientes espacios destinados a la extroversión social, las asimetrías persisten
y las dinámicas se diversifican. La constante interacción entre lo público y lo privado
exige una elevada capacidad de discernimiento social, necesaria para construir mayores
índices de conformidad y cohesión colectiva.
A partir de esta problemática, se plantea la siguiente pregunta de investigación:
¿Cómo se manifiestan las asimetrías sociales en el consumo de los espacios públicos en
las ciudades cubanas?
Se formula como hipótesis que las asimetrías sociales en dicho consumo se
expresan mediante prácticas heterogéneas, influenciadas por múltiples factores. Entre
ellos, destacan la condición económica de los distintos segmentos poblacionales y
componentes culturales asociados a patrones estéticos, gustos, expectativas y diversas
formas de socialización. Estos elementos actúan como reguladores en las oportunidades
de acceso y validan el carácter fragmentario y paradójico del espacio. Dichas condiciones
generan impactos sociales que se materializan en formas de segregación inherente. Se
establece como objetivo general: determinar las asimetrías sociales en el consumo de los
espacios públicos en las ciudades cubanas.
El presente estudio propone una aproximación a los impactos sociales derivados
de las oportunidades diferenciadas de acceso a los espacios públicos, considerando sus
diversas denominaciones y funciones. Asimismo, puede contribuir al fortalecimiento de
los estudios urbanísticos desde la perspectiva sociológica, al introducir una
fundamentación teórica que aborda la complejidad y mutabilidad del espacio público. El
análisis de las asimetrías sociales, en relación con las formas de consumo de estos
espacios, ofrece una ampliación epistemológica relevante para el estudio de la
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desigualdad social. Esto permitirá el diseño de modelos de intervención acordes con las
exigencias heterogéneas de la colectividad contemporánea.
2. Materiales y métodos
El presente estudio se enmarca en el enfoque cualitativo con base en el método
fenomenológico, cuya finalidad es explorar los significados que los actores sociales
asignan a los espacios públicos en las ciudades cubanas. Estos significados emergen de
prácticas sociales diversas, las cuales reflejan asimetrías sociales expresadas desde
dimensiones objetivas y semánticas hasta manifestaciones subjetivas y simbólicas. El
método permite una inmersión interpretativa en las contradicciones de un escenario social
complejo, en el cual las formas de segregación adquieren múltiples justificaciones
asociadas a las necesidades espaciales de los individuos y a sus formas transitorias de
expresión.
Descripción de los métodos utilizados:
1. Observación no participante:
Permitió identificar la ubicación de los espacios públicos y caracterizarlos según
sus atributos funcionales: atractivos visuales, equipamiento urbano, ubicación, confort,
permeabilidad, mezcla de usos, e índices de concurrencia. Además, se analizaron aspectos
socioculturales de los usuarios como formas de vestir, representaciones sociales, modos
de expresión, agrupación, tipos de relaciones y consumo. También se evaluaron variables
como accesibilidad, legibilidad y conectividad del espacio, integración social, y formas
de segregación vinculadas a edad, género, condición económica y tendencias culturales.
2. Encuesta estructurada:
Facilitó la obtención de datos generalizados sobre las asimetrías sociales,
permitiendo identificar tendencias, jerarquizar formas de consumo, y establecer índices
de accesibilidad, frecuencia de uso y satisfacción. A su vez, se recolectó información
demográfica (edad, género, nivel económico), lo cual favoreció una visión prospectiva
del fenómeno.
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3. Entrevista semiestructurada a especialistas:
Aplicada a cinco profesionales (sociólogos, arquitectos y funcionarios públicos),
permitió profundizar en las características físicas de los espacios, las formas de
manifestación de las asimetrías sociales, los procesos de segregación, la relación público-
privado, los estímulos de uso, así como la estética y funcionalidad del espacio en diálogo
con la heterogeneidad social y la representación de lo comunitario.
4. Análisis de contenido:
Esta técnica documental se utilizó para identificar la presencia explícita e
implícita de asimetrías en los discursos sobre los espacios públicos urbanos. Permitió
realizar un análisis sincrónico que visibilizó dinámicas sociales representadas en medios,
informes y literatura académica.
5. Modelación mediante cartografía social:
Permitió explorar el nivel de conciencia ciudadana sobre el espacio habitado, así
como el reconocimiento de las problemáticas socioespaciales. Este enfoque visualizó las
formas de consumo social diferenciadas, las tensiones entre lo público y lo privado, y los
procesos integradores y desintegradores presentes en la experiencia urbana.
6. Selección de la muestra:
Se aplicaron criterios de inclusión centrados en espacios públicos abiertos,
caracterizados por la presencia continua de personas y una variedad de inmuebles con
funciones heterogéneas. El muestreo aleatorio probabilístico se empleó en la aplicación
de encuestas a individuos de diversas edades, géneros y condiciones socioeconómicas. Se
incluyeron transeúntes, trabajadores del entorno inmediato, visitantes ocasionales y
población flotante urbana. Para las entrevistas semiestructuradas, se seleccionaron cinco
especialistas representativos de sectores clave: sociología, arquitectura y gobernanza
local.
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Tabla 1
Síntesis metodológica
Técnica
Metodológica
Objetivo
Resultados esperados
Observación no
participante
Registrar características físicas
y sociales del espacio
Tipología del uso, formas de
consumo y de segregación
espacial
Encuesta
estructurada
Obtener datos cuantificables
sobre consumo y percepción
social
Jerarquización de espacios,
índices de accesibilidad y
satisfacción
Entrevista
semiestructurada
Profundizar en perspectivas
expertas sobre la problemática
urbana
Interpretación crítica de las
asimetrías y posibles
soluciones
Análisis de
contenido
Analizar discursos y
documentos urbanos
Identificación de dinámicas
sociales explícitas e
implícitas
Cartografía social
Representar visualmente la
conciencia ciudadana y los
patrones de uso
Mapeo de problemáticas y
patrones de segmentación
socioespacial
3. Resultados
El espacio como producto social
El espacio urbano surge como una necesidad de carácter social y cultural.
Independientemente de su función, constituye un elemento creado por el ser humano.
Todo lugar —ya sea abierto o cerrado, público o privado, virtual o real— representa un
espacio donde se inscriben las actividades humanas. Cada acción realizada por los
individuos se encuentra necesariamente contenida en un marco espacial, lo que confiere
al espacio una multiplicidad de significados complejos. Aunque un espacio puede ser
concebido para una función específica, su significado puede transformarse en función de
las prácticas sociales. Son los sujetos quienes le otorgan al espacio su sentido de
indispensabilidad.
La población urbana adopta diversas estrategias y formas de habitar la ciudad,
determinadas por sus condiciones económicas, sociales y culturales. Cada habitante
construye imaginarios particulares y asume prácticas territoriales diferenciadas (Mateo,
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2007). La creación del espacio no es un acto accidental; al apropiárselo, el sujeto
incorpora un “texto” al que otorga sentido y del cual se convierte en su principal
intérprete. La utilización del espacio responde a motivaciones como la funcionalidad, el
placer o la falta de alternativas. En este sentido, los espacios actúan como niveladores
sociales que, a través de su influencia estructurante, favorecen la internalización de
esquemas de comportamiento y reproducen mecanismos de estatus y movilidad social,
evidenciando asimetrías estructurales.
Diversos autores han abordado esta temática desde perspectivas teóricas
heterogéneas. En su ensayo La metrópoli y la vida mental, Georg Simmel propone una
concepción subjetiva del espacio, entendiéndolo como tiempo cristalizado, depositario de
experiencias vividas. Desde su enfoque, percibimos lo que nos rodea en función de sus
dimensiones espaciales, las cuales poseen una significación social: “el espacio no solo es
el marco de la acción, sino que es la condición y el símbolo de la acción entre los
hombres” (Wolff, 1950, p. 372). Para Simmel, el espacio tiene una carga asociativa más
poderosa que el tiempo, debido a su carácter sensible y tangible.
Por su parte, Max Weber introduce una mirada diferenciada al vincular las formas
de relación social con las configuraciones espaciales, subrayando las relaciones de poder
que estas implican. Si bien reconoce el papel de la economía en la organización del
espacio, su análisis adolece de una omisión relevante: el lugar central que ocupan las
clases sociales y su disputa por transformar el entorno urbano (Weber, 1971).
Manuel Castells, uno de los teóricos más influyentes en la sociología urbana,
concibe el espacio como una construcción estructurada. En su análisis, sostiene que:
...el espacio es un producto material en relación con otros elementos materiales,
entre ellos los hombres, quienes contraen determinadas relaciones sociales que
dan al espacio y a los demás elementos una forma, una función y una significación
social. No es, por tanto, una mera ocasión de despliegue de la estructura social,
sino la traducción concreta de cada conjunto histórico en el espacio (Castells,
2007, p. 141).
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Esta afirmación sintetiza múltiples postulados anteriores, al sugerir que un mismo
espacio puede tener valor diferenciado según la perspectiva social desde la cual se
observe. Los espacios no son neutros; son los individuos quienes definen su accesibilidad,
función y sentido.
En una línea similar, David Harvey conceptualiza el espacio como un producto
social compuesto por un sistema de recursos creados por el hombre, cuya relevancia
trasciende lo económico, abarcando dimensiones sociales, simbólicas y psicológicas
(Harvey, 1979).
Sin embargo, como advierte Louis Wirth, el espacio no es un reflejo directo de la
sociedad. Las formas espaciales y sus significados representan procesos sociales
mediados por múltiples factores, lo que genera imágenes incompletas de dichas dinámicas
(Wirth, 1968). Esta consideración destaca que los fenómenos sociales no se manifiestan
necesariamente en correspondencia directa con la funcionalidad del espacio. Los sujetos
tienden a adaptarse a los espacios disponibles, aunque estos no representen su necesidad
ideal. Las condiciones objetivas y subjetivas definen el modo en que se produce esta
adaptación.
La ciudad, en tanto forma particular de organización y reproducción social,
constituye un escenario dinámico donde interactúan múltiples actores, configurando
estilos de vida diferenciados. El geógrafo brasileño Milton Santos define el espacio como
un sistema de realidades: una estructura compuesta por la vida y los elementos que la
animan. En su visión, el espacio obedece a una legalidad interna —una ley de
funcionamiento— cuya comprensión requiere una teoría construida desde categorías
filosóficas capaces de explicar el encadenamiento de los hechos (Santos, 1995).
Desde Cuba, la investigadora Mariana Ravenet considera el espacio como un
hecho social con carácter histórico, que actúa simultáneamente como productor y
producto. El espacio, lejos de ser exclusivamente natural, es una realidad transformada
por la acción humana; en consecuencia, es una naturaleza socializada (Ravenet, 2002).
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Finalmente, el sociólogo Roberto Dávalos caracteriza la ciudad como:
…un entramado complejo, en constante expansión, que se ha caracterizado por ser
no solo una expresión física de cambiante infraestructura, sino también una
manifestación de peculiares relaciones sociales donde están contenidos formas y
estilos de vida, normas y valores que conforman un proyecto social (Dávalos &
Hernández, 1999).
El espacio público y sus significados sociales
El concepto de espacio público puede asumir múltiples funciones dentro del
entramado urbano. En este ámbito, convergen posturas extremas y a menudo
contradictorias que lo interpretan, por un lado, como un espacio de aprendizaje, libertad
y encuentro, y por otro, como un mecanismo de control social. En términos generales, el
espacio público se configura como un escenario contenedor de la conflictividad social,
cuya funcionalidad es mutable y contextual.
Cabe señalar que el espacio no posee un carácter icónico ni inmutable, sino que es
esencialmente flexible, pues admite la coexistencia de múltiples usos y dinámicas
sociales. Esta versatilidad lo convierte en un componente central en la estructuración de
la vida colectiva y en la construcción de su representación simbólica. Desde esta
perspectiva, Borja (2003) afirma:
El espacio público no existe si no es en relación con la ciudad operando como un
sistema. Es un elemento fundamental de la competitividad, porque a partir de él se
desarrolla la infraestructura: servicios, tecnologías, comunicaciones, telefonía,
vialidad, recursos humanos (consumo, producción y administración); es el lugar de
la integración social y cultural (párrafo2).
En este sentido, el espacio público representa a la sociedad y, al mismo tiempo, es
representado por ella. Posee tanto una definición comunicacional —como lugar de
expresión, discurso y visibilidad— como una funcional —en términos de su uso,
accesibilidad y estructura física. En él se produce una constante simbiosis social, al actuar
como punto de encuentro y socialización donde las relaciones se regulan, la diversidad se
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visibiliza y la heterogeneidad se potencia a través de la inclusión. Su carácter se define,
además, por la gratuidad de acceso y su dominio colectivo, elementos que lo distinguen
como espacio de legitimidad ciudadana.
La experiencia urbana en Cuba
El espacio público ha mantenido diferentes funciones en la sociedad urbana. Según
las circunstancias sociales, políticas y económicas de cada momento, se ha constituido en
escenario de la representación colectiva. Este puede ser un instrumento de control
político, de reivindicación o también de expresión y afirmación ciudadana. Tiene un rol
protagónico en el organigrama de la ciudad. Los espacios públicos, cuyo carácter es
definitivamente asociante, deben ser culturalmente representativos e identitarios.
El sistema de espacios públicos, sus atributos y equipamientos, imprimen a la
ciudad valores identificatorios y juegan un papel central en las condiciones de vida de la
población y en la calidad ambiental de la ciudad. El espacio público, principalmente el de
uso recreativo, adquiere vital importancia en las ciudades contemporáneas, pues a través
de su diseño se contribuye a preservar y a hacer un mejor uso de ellos, optimizando la
calidad de vida de sus habitantes. Se asume el espacio y el sentido de lugar a condición
de que evoquen algo.
La semiología de lo urbano es un espejo revelador de la actividad humana y de la
necesidad polifacética llevada al plano del diseño. Los actores sociales están sujetos a
nuevas formas de relación e interacción, promovidas por las realidades que los subsumen.
Los espacios públicos, que forman parte del boceto cubano, constituyen vehículos
socializadores que acentúan este ambiente conflictivo, lo que posibilita la confluencia
permanente de individuos heterogéneos, favorece la coordinación entre ellos y la
reafirmación o búsqueda de acogimiento en medio de un panorama diverso y ambiguo.
Los espacios, teniendo en cuenta los intereses y las demandas de la sociedad, están
continuamente sometidos a cambios. Lo que ayer pudo haber sido un elemento
aglutinante o atrayente, hoy propende a ser sustituido o refuncionalizado; mañana puede
retomar su significado anterior y después convertirse en escenario de una trama diferente.
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Los actores sociales, aunque tengan semejanzas idiosincrásicas, son empujados por
dinámicas que se niegan periódicamente, de acuerdo con lo que la realidad vigente les
exige. Cuba es un contexto ilustrativo de lo anterior. Las estéticas del espacio no siempre
combinan con las abstracciones que los sujetos hacen para alcanzar en ellos el equilibrio
necesario. El crecimiento de la ciudad y su organización dependen de los individuos, ya
que el espacio es una construcción social, no solo mediante la acción de los actores
sociales, sino en constante interrelación con los elementos estructurales que lo componen.
El espacio social ejerce, además, una fuerza opresiva en quienes lo utilizan: tanto los
públicos como los privados, así como aquellos que, en su carácter pseudo, adquieren
connotaciones ambivalentes.
El análisis de los espacios públicos, atendiendo a la naturaleza permeable que
poseen en cuanto a sus principales funciones, tiene un alcance altamente connotativo para
la comprensión de las realidades que surcan la vida de los actores sociales, así como de
las satisfacciones e inconformidades que estos tienen ante los fenómenos que dicta la
realidad contemporánea, y que adoptan matices singulares en el contexto cubano.
Sin embargo, también propician inseguridad. Es paradójico sentirse inseguro en un
espacio que está producido para generar complicidades, pero esto ocurre y se visualiza en
sus diferentes configuraciones, tanto individuales como grupales. Existen confecciones
espaciales que son prerrogativas de grupos decisores específicos y que no tienen en cuenta
los intereses de los virtuales consumidores en su diseño, localización y funcionalidad. Es
aquí donde se evidencia la asimetría social causada por la ausencia de participación
ciudadana, cuando el criterio colectivo desaparece bajo un catálogo de propuestas
irreverentes, con las que debe mimetizarse sin sentirse identificado.
Las ciudades cubanas, si bien archivan contrastes, presentan similitudes en cuanto
a la forma de vida y al espíritu citadino que se conforma en ellas. Casi pareciera que la
forma de vida se replica y que, por una, pudieran armarse los retazos de lo que ocurre en
las demás. Sin embargo, cuando se zambulle en su interior, no es precisamente así. Cuba
es heterogénea. Ciudades como La Habana, Trinidad, Cienfuegos o Santa Clara se
interconectan, pero al mismo tiempo se separan, y un mismo fenómeno puede insinuarse
de manera disímil. No basta el significado reminiscente. El imaginario actual, que se
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Asimetrías sociales en el consumo de los espacios
públicos de las ciudades cubanas.
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combina con las necesidades y expectativas de los usuarios, hace que los espacios sean
adaptados y reusados. La constante emergencia, desarrollo y evolución de estratos
sociales ha impuesto un modo distintivo de ocupar los espacios, lo que implica cambios
significativos en sus diferentes funciones. Esta situación, que no puede ser disimulada, se
hace cada vez más evidente en la sociedad cubana, donde la inauguración de un conjunto
de fenómenos conduce al relevo de imaginarios y a reformular las interpretaciones sobre
el espacio como contenedor.
El surgimiento de una nueva estructura económica en la sociedad cubana
condiciona una diferenciación social cada vez más notable. Ello exige que los espacios
adquieran un significado acorde con la diversidad de imaginarios. Enunciar dicha
problemática desde una perspectiva sociológica ofrece soluciones reconciliadas a las
necesidades espaciales que devienen en acción social, y viceversa. El uso tradicional del
espacio se extravía ante la incorporación de nuevos simbolismos con moldes asimétricos.
Los espacios públicos no tienen una misma cualidad para todas las épocas. En Cuba,
esto se refrenda continuamente. Ninguna ciudad, por mucho que intente mantener el
contenido original de ciertos lugares —incluso con fines turísticos— puede ufanarse de
lograrlo en su completitud. El aprovechamiento social de los espacios públicos ofrece
libertades que condenan su oportunidad de extravagancia o exageran tal condición.
Cuba cambia, aunque con un devenir exagerado por variados discursos. Una
compleja transformación se despliega, mudando modos de vida y espiritualidades, hábitos
de consumo y símbolos de estatus, roles familiares y culturas políticas. Se precisa enfocar
la profundidad del cambio que transcurre en el espacio asociativo, entendido este como
la dimensión social que acoge las formas relativamente autónomas de agrupamiento y
acción colectivos.
Dentro de este complejo panorama, es necesario entender cómo viven, perciben e
imaginan la ciudad sus pobladores, y cómo se modifican estas percepciones como
producto de las transformaciones en la urbe. La población urbana adopta diferentes
estrategias y formas de vivir la ciudad de acuerdo con sus condiciones económicas y
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socioculturales. Cada habitante tiene formas diferentes de pensar e imaginar la ciudad, y
adopta prácticas territoriales privativas.
La ciudad “se concibe tanto como un lugar para vivir, como un espacio imaginado”
(García Canclini, 2005, p. 147). Las representaciones simbólicas o imaginarios urbanos
permiten entender cómo el ciudadano percibe y usa la ciudad y cómo elabora de manera
colectiva ciertas maneras de entender la ciudad subjetiva, la ciudad imaginada, que
termina guiando con más fuerza los usos y los afectos que la ciudad “real”.
Se ha apelado a varias alternativas, muchas fructuosas, otras hilarantes. Pero la
consulta urbana y el consentimiento colectivo no siempre se estrechan la mano con las
instituciones decisoras que, a partir de los recursos con los que cuentan, habilitan el
espacio. Muchas veces, carentes de imaginación; otras, con imaginación desbordada.
Algunas sin tener en cuenta que lo más importante es entronizar con el ambiente y el
gusto de quienes esperan que los extremos no sean acariciables.
La cultura urbana, o más bien las culturas urbanas, tienen un papel central en este
proceso. ¿De qué forma es posible construir espacios públicos en las ciudades
contemporáneas de Cuba y América Latina dentro de dinámicas más democráticas? Sobre
todo, si se tienen en cuenta aquellos espacios que contienen prácticas diversas, que se
enlazan cada vez más a los procesos de sectorización poblacional y a factores de tipo
económico que influyen en las actuaciones y en los imaginarios colectivos. El estatismo
espacial no existe. Las relaciones sociales que crean los lugares son dinámicas. El uso y
significado de espacios oficiales se subvierten.
La categoría “condición económica” es imprecisa y difícil de medir en la sociedad
cubana. El uso de los espacios públicos, atendiendo a las características propias de los
actores sociales y de los fenómenos que delinean sus comportamientos, no es un indicador
que por sí solo resulte fidedigno para evaluar las asimetrías que se evidencian en este
sentido, por disímiles causas. La ocupación de estos espacios denota, en una escala
considerable, que no siempre reafirman el estatus económico de los actores sociales, ni
optar por ellos es necesariamente un mecanismo de revalidación en el plano de la
movilidad vertical.
RECUS
Revista electrónica Cooperación Universidad Sociedad
e-ISNN 2528-8075
Vol. 9, Núm. 3 (58-77) Septiembre-Diciembre, 2024
Sánchez Quintero, Iglesias Montero y Riera Vásquez, 2024.
DOI: 10.33936/recus.v9i3
Asimetrías sociales en el consumo de los espacios
públicos de las ciudades cubanas.
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Las asimetrías sociales en el consumo del espacio urbano se manifiestan de diversas
formas. Este fenómeno tiene complejas conexiones con las diferencias y desigualdades
sociales. Ello tiende a generar confusión. Los grupos emergentes que construyen sus
nuevas estéticas y patrones de referencia, o aquellos que sienten amenazada su identidad,
suelen recurrir a la segregación espacial con el fin de reafirmar su existencia como tales.
Es el caso de las economías dinámicas. Una manifestación de ello lo constituyen las
nuevas formas de privatización que fraccionan cada vez más la sociedad.
El comportamiento colectivo está signado por vivencias reiteradas. El espacio
público es doblemente aprovechado; ciertas actividades que son exclusivas de los
espacios privados adquieren su manifestación en lo público y, al volverse comunes, se
alojan en el ritual cotidiano. Muchas de estas prácticas pertenecen a los segmentos de
mayor estatus o a quienes, por alguna razón, acceden a sus beneficios. No se puede hablar
de espacios exclusivamente elitistas ni marginales, porque existe la confluencia. Sin
embargo, se identifican lugares donde se evidencia la segregación, incluso en una misma
calle y en sus diferentes aceras.
Es posible visualizar en Cuba una ciudad con varios rostros. No siempre los lugares
que frecuentan las personas están en correspondencia con sus representaciones ni con sus
identidades. Los sujetos se ven obligados a reinterpretar el espacio en función de los
parámetros que desean. Habitar la ciudad se convierte en una permuta de territorialidades
intangibles, donde no siempre importa la apariencia del espacio ni lo que este proponga,
sino las pretensiones de los sujetos y sus disposiciones de necesidad.
Los deportes, la recreación, los pasatiempos y otras actividades son elementos del
ambiente cultural y reflejan el uso del espacio y sus variaciones. En ello está presente la
condición económica como un indicador visible que se evidencia con mayor claridad en
unos espacios más que en otros y en las formas que los sujetos escogen para representarse.
De ahí se derivan expresiones asimétricas notables.
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Los espacios abiertos crean la posibilidad del libre acceso; sin embargo, ocurre en
muchos casos que los individuos, según sus características sociales y culturales, se
identifican con un sitio y lo visitan con frecuencia, en horarios determinados. Esto
constituye un indicador de su demarcación subjetiva y un sinónimo de apropiación. Ello
condiciona la fuga espontánea hacia otras áreas de encuentro, incluso pertenecientes al
espacio en cuestión. Los individuos se inventan, ocasionalmente, espacios clandestinos.
El uso de la calle como espacio público por excelencia es muy común en Cuba. Los
bulevares y parques también adquieren relevancia. No obstante, en ocasiones se hace un
abuso de estos espacios, al no existir otros que pudieran pactar con determinadas
funciones y ofrecer mayor seguridad. La infancia es un grupo etario que, para su actividad
lúdica, no siempre dispone de áreas temáticas. El espacio se reanima, pero la consistencia
de su significado es efímera. Es una casa inteligente que se adapta a los estados de ánimo,
modalidades y estilos con que los individuos emprenden y sobrellevan su existencia. Los
criterios de usanza carecen de perdurabilidad.
Los espacios recientes, con tendencia a la privatización, son esencialmente
concomitantes con lo público. Ofrecen posibilidades embaucadoras que dinamizan, bajo
el pretexto comercial, sitios opacos en las ciudades cubanas. Se crean espacios cuya
flexibilidad aumenta. Pero una experiencia genuina, bien articulada en materia de espacio
contenedor —teniendo en cuenta los universos sociales heterogéneos que en Cuba brotan
o se acogen con espontaneidad— es todavía el mayor recorrido pendiente.
La constante emergencia, desarrollo y evolución de segmentos sociales ha impuesto
un modo distintivo de ocupar los espacios, que implica cambios significativos en sus
diferentes usos y funciones. Esto se hace cada vez más evidente en la sociedad cubana,
donde la aparición de fenómenos recientes conduce a la sectorización y el esquizoidismo.
El surgimiento de nuevas fracciones en la sociedad condiciona una diferenciación social
cada vez más notable. Ello exige que los espacios públicos adquieran un nuevo
significado, acorde con las formas de tensión humana que los cualifican.
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Se crean nuevas historias en el espacio desde que la articulación entre lo estatal y
lo no estatal comienza a dar pasos. El bienvenido crecimiento del sector no estatal aporta,
sin dudas, más complicaciones al laberinto de las desigualdades sociales, donde los
espacios, con sus inercias dinámicas y sus reacomodos, son al menos cómplices
involuntarios (Íñiguez, 2015).
Las singularidades del contexto actual plantean constantemente la sujeción a
cambios socioeconómicos que se reúnen en la ciudad y reconstruyen la fisonomía de su
entramado. El mapa de las relaciones socioespaciales adopta significados diversos. Los
espacios públicos que caracterizan las urbes constituyen un compendio de esta realidad,
donde la vida de los sujetos, influenciada cada vez más por la tecnología, se vuelve ubicua
e instantánea.
Los espacios públicos, de acuerdo con sus características y formas de ser
idealizados, pueden también conducir al aislamiento y la privatización, mediante la
aparición de contextos que marcan el pulso de la densidad dinámica. El acceso a las redes
y la activación de lugares para la conexión a internet y sitios Wi-Fi son expresiones casi
silentes de concertación social. Se reúnen multitudes, pero el intercambio es efímero y
muchas veces superficial, como suele ocurrir en la mayoría de las urbes.
Esto permitiría afirmar que algunos de los espacios públicos son lugares abiertos,
públicamente accesibles y de propiedad colectiva, lugares de relación e identificación, de
contacto entre personas, de animación urbana o de expresión comunitaria, aunque no
siempre tales funciones integradoras se cumplen.
La segregación que se produce en los espacios públicos, según la condición
económica de sus habitantes, es un fenómeno remarcable en la sociedad cubana. Esto
repercute en todos los grupos etarios. Aparecen nuevos segmentos con distinciones de
clase que demandan enclaves de pertenencia a tono con sus identidades reemplazadas. Es
así como los significados, aparentemente sucesibles del espacio, se reconstruyen a partir
de supuestos infinitos.
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La reanimación del espacio incluye la aparición de nuevas estrategias económicas
de búsqueda que experimentan una especie de mitosis social. El consumo estratificado no
solo distancia a individuos y familias, sino también a espacios, pueblos, ciudades, barrios,
cuadras e incluso cafeterías en un mismo inmueble.
Cuba aparece como un caso curioso, donde confluyen realidades que a muchos les
resulta imposible comprender. El espacio público es un escenario oportuno para
adentrarse en el entresijo social. Es altamente aprovechado, sin escapar a la posibilidad
del panoptismo. Esto ha de convertirse en una señal de actuación, para que no se
desdibujen sus esencias. En Cuba, el éxito del espacio público está determinado por los
vaivenes económicos. Su uso es muy versátil. Las relaciones interactivas que se producen
son múltiples. Varias formas tradicionales de expresión comunitaria languidecen, al
experimentarse procesos desintegradores. Los espacios se reafirman como escenarios de
conflictividad. Las miradas que pueden hacerse de la sociedad, y el riguroso viaje por las
estadísticas, así lo demuestran.
Tabla 2
Ejes temáticos del análisis del espacio público en la experiencia urbana cubana
Eje temático
Descripción
1. Funciones del espacio
público
El espacio público como escenario de control, expresión y
cohesión social.
2. Transformaciones
socioeconómicas
Cambios económicos que reconfiguran el uso y el significado de
los espacios.
3. Segregación y
diferenciación social
Diferenciación social reflejada en el acceso y apropiación del
espacio urbano.
4. Reconfiguración
dinámica del espacio
Transformación continua del espacio según intereses, estéticas y
dinámicas sociales.
5. Apropiación simbólica
y cultural
Asignación de significado simbólico al espacio según
necesidades y aspiraciones colectivas.
6. Sector no estatal y
espacio urbano
Influencia del sector no estatal en la redistribución desigual de
los espacios.
7. Tecnología y nuevas
interacciones
Nuevas prácticas sociales mediadas por la conectividad digital y
los espacios de interacción en línea.
8. Nuevos imaginarios
urbanos
Emergencia de significados colectivos contemporáneos que
reinterpretan el espacio urbano como contenedor social en
constante transformación.
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4. Discusión
En las ciudades cubanas, los espacios públicos han servido, históricamente,
como lugares donde el grupo se hace presente. Sus significados son muchos, van desde
la participación de la gente, hasta la expresión de las políticas y el control. Esta forma de
hacer las cosas permite entender como coexisten ideas y acciones que a veces son
opuestas, pero que, en lugar de desaparecer, se juntan sobre el territorio de la ciudad.
Las diferencias y divisiones sociales influyen directamente en cómo la gente
accede, usa y le da nuevos significados al espacio. De igual manera, la tecnología y la
conexión intensivas han modificado los lugares comunes de sociabilidad, originando
inéditas formas de encuentro, las cuales, si bien preservan la esencia colectiva, promueven
interacciones fugaces y relaciones desconectadas del mundo tangible. Un parque con Wi-
Fi, o una avenida superconectada, en lugar de ser sitios de comunión completa, se
transforman en puntos de encuentro silenciosos, dónde la interacción personal es
sustituida por lazos digitales.
Además, estudiar los cambios espaciales en Cuba revela que la creación del
espacio ni es imparcial ni es natural. Por el contrario, refleja jerarquías de poder que, a
menudo, impiden la intervención ciudadana en la toma de decisiones. Esta falta de
democracia en el diseño y manejo del espacio público promueve el distanciamiento
simbólico, fomenta prácticas irregulares, e impulsa el uso alternativo o encubierto de
lugares con propósitos originales diferentes.
Finalmente, se nota que las urbes cubanas, a pesar de su diversidad, coinciden
en formas de usar y dar nuevo significado al espacio, influenciados tanto por la memoria
del grupo como por la imperiosa necesidad de adaptarse.
El espacio urbano cubano, que no es simple soporte físico, se transforma en un
contenedor de tensiones, un lugar donde se proyectan las contradicciones de una sociedad
en transición: desigualdades que no ceden, estéticas en pleno surgir, formas híbridas de
vivir, y múltiples significados que compiten constantemente.
En resumen, la experiencia urbana en Cuba muestra cómo el espacio público no
solo refleja las condiciones sociales actuales, sino que también contribuye a reproducirlas
o cambiarlas. Su estudio, entonces, no debe desligarse de las dinámicas sociales,
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económicas y culturales que lo influyen y es necesario entenderlo como un campo
estratégico para las políticas inclusivas que buscan la equidad urbana y justicia territorial.
Referencias bibliográficas
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globalizada. Reflexiones desde la realidad cubana. En Ciudad y cambio social
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la desigual distribución del sector no estatal en Cuba. En Miradas a la economía
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Wolff, K. H. (1950). The sociology of Georg Simmel. The Free Press.
Distribución
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NoComercial 4.0 Internacional.
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Conflicto de intereses
Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con
institución o asociación comercial de cualquier índole.
Contribución de los Autores
Autor
Contribución
Maricely Sánchez Quintero
Redacción, borrador original, revisión y
edición.
Gerardo Iglesias Montero
Redacción, borrador original, revisión y
edición.
Celia Marta Riera Vásquez
Redacción, borrador original, revisión y
edición.
